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La CGT marca la cancha en la interna oficialista

La CGT marca la cancha en la interna oficialista

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Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

21 de Octubre de 2021 | 02:11
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El Día de la Lealtad peronista siempre ha sido una buena excusa de movilización para la Confederación General del Trabajo (CGT). A los gremios les encanta “llenar” la Plaza de Mayo, desplegar banderas identificatorias, cantar la marcha. Eso hicieron el lunes pasado, un día después de la fecha fundacional del justicialismo.

El saldo de la movida fue el recordatorio de que, en vías de una reunificación interna que se da en un momento de gran confusión partidaria, los popes sindicales conservan intacta la capacidad de convocatoria de la tropa propia, lo que se lee intramuros como un cierto fortalecimiento político. También, que si bien el ánimo general de los sindicalistas es respaldar al presidente Alberto Fernández, no van a morir con nadie ni por nadie. Ante un panorama de un futuro inmediato complicado en materia social y económica, la CGT pareció entrar en un modo de auto preservación. Instinto gremial puro.

En la marcha no hubo oradores. Un poco para no pelearse entre ellos por el rol estelar y otro poco para no estar obligados a tributar desde lo verbal a la Casa Rosada. Hubo un documento con generalidades políticamente correctas para el glosario sindical y sin alusiones personales a ningún líder político actual. Perón fue el único mencionado.

Porque, la verdad, la CGT barrunta desconfianza hacia una pata importante de la alianza gobernante: la vicepresidenta Cristina Kirchner, la agrupación La Cámpora y algunas expresiones ligadas a movimientos sociales y facciones políticas más radicalizadas del oficialismo que, justamente, habían marchado un día antes -el domingo 17- a la misma plaza y con críticas a Fernández.

Sería aquel instinto de preservación el que llevó a la CGT a decidir la unificación de sus espacios luego de años de distanciamiento. Eso sucederá el 11 de noviembre, tres días antes de las cruciales elecciones legislativas, con el dato fuerte del regreso de los gremios que responden a Hugo Moyano. Enemigos declarados como el propio Moyano, Héctor Daer (Sanidad) y Antonio Caló (Metalúrgicos) serían las nuevas cabezas cegetistas luego de los comicios. En el caso del camionero, a través de su hijo Pablo, el actual titular del gremio, en uno de esos curiosos casos -hay muchos en el mundo gremial- de cargos que parecen heredarse intra familiarmente.

Acaso los una el espanto y no el amor, como reza el dicho. Léase: un gobierno peronista que cruje por las diferencias internas, un posible ajuste en camino y un resquemor, muy diplomáticamente maquillado, debido a que en las listas actuales con las que compite el PJ casi no hay candidatos de extracción sindical. Salvo cercanos a Cristina, el gremialismo tradicional quedó afuera de las nóminas. “La lapicera la tuvo Máximo Kirchner”, señalan fuentes gremiales a modo de reproche.

Después del resultado adverso de las Primarias (el oficialismo cayó por casi diez puntos a nivel nacional) en el Frente de Todos se escucharon reproches por el “poco compromiso” que mostró el movimiento obrero organizado durante el proceso electoral. Traducido: limitado aporte de fondos, retaceo de fiscales, poder de movilización acotado a propósito.

En el Gobierno esperan que eso se revierta de cara a noviembre. Por eso el Presidente insiste desde lo gestual para contrarrestar la indiferencia que muestra su vice y mentora hacia los líderes cegetistas. Los gremialistas le facturan a Alberto que ese rol inicial protagónico que les había prometido cuando asumió (lo mismo hizo con los gobernadores) se fue desdidbujando en la medida en que creció la influencia del kirchnerismo duro en el Ejecutivo, con la colocación de funcionarios clave y el manejo de ciertas cajas estratégicas, como Anses y PAMI.

En esta línea, hay ciertas luces de alertas prendidas en la CGT. Por ejemplo, la idea que ha venido sobrevolando el mundillo oficialista de darle estatus gremial a los movimientos de los trabajadores de la economía popular, informales ellos. ¿La lógica de convertir planes de asistencia en trabajos genuinos que anunció Alberto supone que ese trabajador que pase a estar en blanco engrosará afiliaciones de un sindicato tradicional del sector privado o seguirá bajo la tutela de su agrupación social de origen? ¿Si el kirchnerismo llegara a revertir la elección en noviembre, avanzará sobre el sistema de obras sociales a través de la reforma sanitaria que hay en gateras o se reforzará el actual sistema de seguridad social y salud, tal como acaban de pedir los cegetistas en el acto del lunes pasado?

Aún cuando la mayoría de los líderes sindicales están atornillados a sus sillones hace décadas, entienden que el mundo ha cambiado por la globalización, que se necesitan mejorar ciertas condiciones de producción para generar trabajo genuino que, en definitiva, terminará beneficiando a sus gremios. Por eso, salvo la rusticidad de Moyano y algún otro caso, imperaría una corriente de pensamiento que va cobrando fuerza en la calle Azopardo respecto a a actualizar las leyes laborales vigentes. No se habla de flexibilización, una palabra maldita. Modernización es más aceptado.

Ejemplos como los de SMATA con las automotrices, que permite suspensiones temporarias o adelanto de vacaciones para preservar empleos, o el de Carga y Descarga con el gigante Mercado Libre por el gran depósito que tiene la empresa en el Mercado Central, que introdujo cambios notables para los changarines, son vistos como una instancia que inevitablemente va a llegar.

Claro que esto último aumenta la pulsión combativa de las representaciones gremiales vinculadas al trotskismo, que en fábricas y platas siempre tienen presencia. Esa es otra preocupación cegetista histórica: limitar el avance de estos opositores internos, que suele acelerarse en tiempos de penurias económicas del país y en contextos de alta inflación como el actual, que erosionan el poder adquisitivo del salario de los trabajadores en relación de dependencia.

En este sentido, lo que la CGT busca es asegurar la continuidad de esa lógica que dice que la negociación salarial y laboral, más allá de reconfiguraciones, siga siendo entre el empleador y una asociación sindical con personería gremial, ya sean convenios colectivos sectoriales o por empresa.

En definitiva, con los pasos dados esta semana y los que vendrán en materia de unificación la CGT parece estar mandado el mensaje de que pretende estar en la mesa de decisiones de un gobierno de su mismo signo político, sobre todo en los ámbitos y temas que le competen directamente.

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