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Séptimo Día |EL CASO DEL PLATENSE JULIO GODIO

Deporte y literatura, dos antorchas que arden juntas desde siempre

A poco de iniciados los Juegos Olímpicos, referencias sobre una relación cambiante. Escritores a favor y en contra. Los surfistas Agatha Christie y Bernard Shaw. Jugadores de fútbol y luego intelectuales

Deporte y literatura, dos antorchas que arden juntas desde siempre

El paso de los competidores del tour de France por la pirámide del museo del Louvre, en parís / AFP

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

25 de Julio de 2021 | 07:11
Edición impresa

El domingo pasado terminó de escribirse en París una de las gacetillas promocionales más efectivas de Francia: la competencia ciclística conocida como el Tour de France. Siguiendo al pelotón y a los escapados, millones de televidentes del mundo recorrieron durante dos semanas los paisajes maravillosos de la campiña francesa, pudieron ver pueblos de cuento, castillos y templos construidos hace siglos y la última etapa –la entrada a París- concluyó con un homenaje del deporte a la cultura, cuando el grupo de ciclistas de avanzó por el gran patio delantero del Museo del Louvre, esquivó la pirámide de vidrio y enfiló hacia la meta pasando por abajo de una de las arcadas del frente.

Las dos llamas siguen ardiendo juntas, la de la cultura y la del deporte. Por lo pronto, nunca faltaron escritores que se destacaron, también, como deportistas, inclusive como ciclistas raidistas tal como lo fue Curzio Malaparte que dio el equivalente a una vuelta al mundo en bicicleta, circulando por la terraza de su casa. La relación se remonta a la Grecia antigua y se mantiene hasta hoy. En estas horas, inclusive, el inicio de los Juegos Olímpicos en Japón constituye un nuevo eslabón de esa fusión secular.

“Muertas las ideologías, el mundo quedó en manos de gente práctica que anula cerebros bajo montañas de nada”, dijo el ahora escritor Jorge Valdano, que en 1986 jugó como centro delantero de la selección argentina de fútbol que ganó el campeonato mundial de México. No fue así en la Grecia de Píndaro, no se anulaban cerebros bajo montañas de nada. Al contrario, el deporte se uso para exaltar modelos humanos y coronarlos con laureles. A Valdano, que sigue como dirigente del fútbol en España, se lo encuentra más en ferias del libro que en los estadios.

La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece desagradable”

 

En La Plata hubo un escritor y sociólogo que fue futbolista de Estudiantes y luego de Gimnasia. Se trató de Julio Godio, al que le decían “Nikita”, porque era parecido al entonces jefe del gobierno soviético Nikita Kruschev y, claro, por su militancia como marxista. En la década del 60 hizo todas las inferiores en Estudiantes y llegó a jugar unos partidos en primera división.

Era sobrino de Ricardo “Beto” Infante, una gloria del fútbol argentino -cuyo estilo lo hacía parecer en la cancha a un artista, a un pintor o a un poeta- y “Nikita” llegó a jugar junto a jugadores de la talla de Albretch, Silvero, Stork, Oleynicki y otros muy conocidos.

Así explicó alguna vez su doble naturaleza de deportista y escritor: “Tuve interés por el fútbol a partir de los diez años. Pertenecía a una familia de La Plata de socialistas españoles que me introdujeron rápidamente en la lectura, pero no en el deporte. Por eso, tomé una decisión hasta cierto punto intelectual: quería jugar al fútbol para ser parte de esa vida en común con los chicos de mi edad. Lo hacíamos en la plaza Paso, que queda en 13 esquina 44. Estoy hablando del año ’50, más o menos. También me pasaba horas practicando contra una pared en los fondos de la casa de mi abuelo. Yo tomaba todos los días el tranvía para ir a practicar a la tarde en Estudiantes”.

Luego pasó un tiempo a jugar en Gimnasia, pero la punta derecha -el lugar en el que él jugaba- estuvo siempre ocupada por el famoso Luis Ciaccia, que lo eclipsó. De modo que se retiró y se convirtió en autor de varias y extensas investigaciones sobre los movimientos obreros latinoamericanos, incluyendo una monumental Historia del Movimiento Obrero Argentino (1878-2000) en cinco volúmenes, y desarrolló una extensa actividad periodística. Dirigió desde 1997 el Instituto del Mundo del Trabajo en Argentina, y fue miembro del consejo consultivo del Global Labour Institute. Luego de padecer una larga enfermedad, falleció como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio en 2011, a los 72 años de edad.

El deporte encontró no sólo defensores entre los escritores, sino que también muchos y muy célebres autores lo criticaron con acidez. Acaso el más severo fue Borges y mucho, además, con el fútbol: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”, decía. “Once jugadores contra otros once jugadores corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”.

“Muertas las ideologías, el mundo quedó en manos de gente que anula cerebros”

 

Borges apuntó contra la filosofía del juego: “La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”.

Admirador de la literatura inglesa y, en general, de Inglaterra, no tembló al señalar: “Qué raro que nunca se les haya echado en cara a los ingleses, injustamente odiados, haber llenado el mundo de juegos estúpidos, deportes puramente físicos como el fútbol, que es uno de sus mayores crímenes”, aunque en otra oportunidad creyó haber encontrado el motivo, al sostener que Inglaterra había creado y utilizado los deportes “para mantener tranquilas a las poblaciones de sus colonias”.

EL ORIGEN

Si bien pensadores como Aristóteles y Platón fueron considerados, también, como los primeros narradores de los primitivos juegos olímpicos, los llamados himnos triunfales de Píndaro (438 a de C), uno de los más grandes poetas líricos de la Grecia clásica, fueron ciertamente el punto de partida para la exaltación cultural del deporte.

Jorge Valdano / web

Las Odas olímpicas de Píndaro el culto a los deportistas marcaron para siempre el culto al valor personal de los deportistas. Vencer significa enaltecer lo bello y lo bueno, frente a la mediocridad existencial. “Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? ¡Sueño de una sombra es el hombre!...para añadir: “Pero si llega a la gloria, regalo de los dioses, hay luz brillante entre los hombres y amable existencia”. Regalo de los dioses y luz brillante para los deportistas.

“Yo tomaba todos los días el tranvía para ir a practicar a la tarde en Estudiantes”

 

Pentatlón, carreras atléticas, boxeo, carreras de carro, equitación y pancracio, que era una mezcla de boxeo y lucha, esos fueron los primeros deportes olímpicos. La última prueba de los Juegos, considerada la más importante, era denominada «final del estadio» y consistía en correr un estadio (192,27 metros). Los últimos Juegos Olímpicos de la antigüedad se celebraron en el año 394 d.C. El emperador romano Teodosio decretó posteriormente la suspensión de los juegos. El 424 d.C. Teodosio II ratificó la suspensión. Los primeros Juegos Olímpicos modernos se celebraron en Atenas en 1896 organizados por el barón Pierre de Coubertin.

ESCRITORES DEPORTISTAS

Entre las mujeres puede hablarse de la casi extravagante novelista policial Agatha Christie, considerada una de las primeras surfistas de Gran Bretaña. Había aprendido en las playas de Sudáfrica y luego profundizó ese deporte en Hawai. Otro de los audaces que se subió a una tabla, y a los 75 años de edad, fue George Bernard Shaw, convirtiéndose en un adicto al surf. Existen, por separado, fotos de ambos practicando ese deporte sobre las olas de mares embravecidos.

Julio Godio / web

El escritor y héroe de la generación beat, Jack Kerouac, fue tan buen jugador de fútbol americano que recibió propuestas de varias universidades para integrar sus equipos. Ernest Hemingway se dedicó en forma esmerada al boxeo y llegó a ser sparring de un campeón mundial. Se dice que peleó por una apuesta contra el pintor catalán Joan Miró y así fue que le ganó el cuadro “La Masía”, que se llevó con él a su residencia en Cuba.

Otro eterno candidato al premio Nobel (como Borges) es Haruki Murakami, que año tras año suma a su haber millones de lectores en todo el mundo. Lo cierto es que a partir de los 30 años de edad se convirtió en atleta semiprofesional y comparó ese deporte con la literatura: “Escribir una novela es algo que necesita preparación y entrenamiento. No se puede hacer sin un trabajo previo. En este sentido, se parece mucho a correr. Son actividades paralelas que necesitan de una preparación parecida: requieren concentración y esfuerzo continuado”. Una de las obras más destacadas de Murakami es “De qué hablo cuando hablo de correr”.

EL DILEMA

En las antípodas de los anteriores, el contemporáneo Michael Houellebecq –poeta, ensayista y novelista francés- da también en un clavo de la relación deporte y literatura, cuando advierte: “Hoy no basta sólo con ser un desgraciado. Para escribir uno tiene que tener la preferencia de no vivir”.

El intelectual siente que se encuentra acosado, cada vez más, por sistemas que pretenden reducirlo. Lo que la realidad busca no es ponerle laureles al individuo, sino indiferenciarlo. La solución es escapar de esa alternativa, oponerse a toda alternativa que apunte a eso. El deporte es otro cepo invisible.

“Es decir hay que aprovechar la mañana porque es donde nunca pasa nada e intentar que no siga pasando nada durante mucho tiempo. Es sencillo, es una elección: o se vive mucho o se escribe”, es el dilema que planea Houellebecq.

En contra de Houellebecq puede citarse esta frase de Albert Camús –que fue arquero de un club profesional de Argelia- cuando expresó: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol”.

 

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