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La caída de Tenochtitlán, un hito en la historia de Occidente

El asedio español a la capital azteca, que hoy es la ciudad de México, empezó en mayo de 1521 y duró meses. Una batalla con impacto en el desarrollo del mundo globalizado

La caída de Tenochtitlán, un hito en la historia de Occidente

En Ciudad de México, un mural que conmemora el encuentro entre el conquistador español Hernán Cortés y el emperador azteca Moctezuma/AP

MARK STEVENSON

25 de Julio de 2021 | 07:09
Edición impresa

 

CIUDAD DE MÉXICO

AP

Hay dos formas de recordar el asedio español de Tenochtitlán, la capital azteca que hoy es la Ciudad de México: como el doloroso nacimiento del México moderno o como el inicio de siglos de una virtual esclavitud.

La batalla que cambió el mundo comenzó el 22 de mayo de 1521 y duró meses, hasta que la ciudad finalmente cayó en manos de los conquistadores el 13 de agosto. Fue una de las pocas veces en las que un ejército de indígenas organizados al mando de un cacique enfrentó a los colonizadores europeos y los mantuvo a raya durante meses. Su derrota final ayudó a marcar el rumbo de la conquista y colonización que le siguieron.

“La caída de Tenochtitlán abrió la historia moderna de Occidente”, expresó el historiador Salvador Rueda, director del Museo Chapultepec de la capital mexicana.

Una forma de recordar lo ocurrido la simboliza una placa en la Plaza de las Tres Culturas que rinde homenaje a los indígenas mexicanos, al colonialismo español y al México “moderno” de raza mixta que generó la conquista.

CONTROVERSIA

Las tres culturas están representadas en tres edificios: un templo azteca en ruinas, una iglesia colonial construida sobre sus ruinas y una oficina municipal moderna construida en la década de 1960. “No fue triunfo ni derrota. Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”, dice la placa.

Ese sentimiento, promovido por el gobierno desde los años 20 -de que México es una nación unificada, donde todos son de raza mixta, con la sangre de los conquistadores y de los conquistados-, está tan anquilosado como el edificio de oficinas de los años 60.

Buena parte del edificio está rodeado de cintas porque su fachada de mármol se cae a pedazos y los mexicanos indígenas o de piel oscura siguen siendo discriminados por sus compatriotas de piel más clara.

A pocas cuadras hay un mensaje mucho más fuerte y tal vez más acertado, en un muro de la pequeña iglesia de Tequipeuhcán, un sitio cuyo nombre en el lenguaje nahuatl lo sintetiza todo.

“Tequipeuhcan: Lugar donde empezó la esclavitud”, se lee en la placa. “Aquí fue hecho prisionero el emperador Cuauhtemotzin la tarde del 13 de agosto de 1521”.

La alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, lo resume así: “La caída del México-Tenochtitlan abrió una historia de epidemias, abusos y 300 años del México colonial”.

“Los españoles parecían tan convencidos de que este modelo de conquista funcionaba bien que (el segundo de Cortés, Pedro) de Alvarado se preparaba para lanzar una invasión a China cuando tuvo que enfrascarse en otra batalla al oeste de México y falleció”, comentó David M. Carballo, profesor de arqueología, antropología y estudios latinoamericanos de la Universidad de Boston y autor del libro “Collision of Worlds” (Choque de mundos).

Añadió que la conquista de México “generó realmente el mundo globalizado, ya que conectó el transatlántico con el transpacífico y todos los continentes habitados. Eso puso en marcha lo que hoy llamamos la globalización”.

ASEDIO PROLONGADO

Cortés y sus 900 españoles -más miles de aliados de grupos indígenas oprimidos por los aztecas- comenzaron el asedio el 22 de mayo de 1521. Ingresaron a la Ciudad de México en 1520, pero fueron rechazados pocos meses después, sufriendo grandes pérdidas y dejando atrás la mayor parte del oro que habían saqueado.

Los españoles, sin embargo, estaban mucho mejor preparados para una guerra de conquista. Se habían pasado buena parte de los siete siglos previos peleando para reconquistar España de los ocupantes árabes. Sorprendentemente, pudieron aprovechar su experiencia de combate naval en el Mediterráneo en la batalla por la capital azteca, que se encuentra en un valle elevado a más de 2.100 metros de altura sobre el nivel del mar y a cientos de kilómetros del mar.

Restos del Templo Mayor, el más grande de la antigua capital azteca de Tenochtitlán, actual Ciudad de México / Eduardo Verdugo, AP

Tenochtitlan estaba rodeada por un lago, cruzado por calzadas, y los españoles construyeron bergantines -unas especies de plataformas flotantes de combate- para enfrentar a los aztecas en sus canoas.

La campaña dio paso a una serie de brutales combates, de meses de duración, por el control de las calzadas elevadas que conducían a la ciudad.

Los aztecas se apuntaron varias victorias, tomaron muchos españoles prisioneros y capturaron armas que luego usaron en contra de los conquistadores.

En una ocasión capturaron 60 españoles y los sacrificaron uno por uno -probablemente sacándoles del pecho el corazón que todavía latía- a plena vista de los demás españoles. Los mismos conquistadores admitieron que el efecto fue aterrador.

Pero los españoles hicieron buen uso de la experiencia ganada en asedios durante la recién concluida reconquista de España. Interrumpieron el abastecimiento de agua fresca y de comida a la ciudad, y se reforzaron con indígenas sometidos por los aztecas, cansados de pagarles tributo.

Su arma más poderosa no fueron los caballos, los perros de combate ni los primitivos mosquetes. Ni siguiera las tretas empleadas para capturar al emperador azteca Moctezuma, fallecido en 1520, y, más tarde, al emperador inca Atahualpa. Su arma más efectiva fue la viruela.

Durante la corta estadía de Cortés en la Ciudad de México, en 1520, los aztecas empezaron a contagiarse de viruela, traída teóricamente por los esclavos africanos que llevaron los españoles.

La enfermedad diezmó a los indígenas. Cuando la ciudad cayó, había tantos cadáveres que los españoles no pudieron ocuparla plenamente durante meses.

Transeúntes caminan debajo de un mural que representa la fundación de Tenochtitlán en la Ciudad de México / AP

Cuitláhuac, un respetado líder que sucedió a Moctezuma y precedió a Cuauhtémoc, falleció de viruela a fines de 1520, antes de que comenzase el asedio. El emperador Cuauhtémoc -Cuauhtemotzin para los aztecas- tomó el mando y encabezó efectivamente la resistencia al asedio de 1521.

Pero en agosto, acosado en el extremo oriental de la ciudad, se rindió o fue capturado. Fue torturado, porque los españoles querían recuperar el oro que habían tenido que dejar en 1520. Estoico hasta el final, Cuauhtémoc les dio supuestamente un puñal a los españoles y les dijo que lo matasen.

Aún hoy es una figura tan trágica y venerada que desde hace siglos se alienta a los mexicanos a imitar su sacrificio.

 

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