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"Cambio cambio": la dolarizada materialidad del amor

En su segunda película, que obtuvo una mención especial en Mar del Plata y ya es comparada con "Nueve Reinas", Lautaro García Candela pone la cámara en la porteña Florida para seguir a un arbolito que busca con algunos engaños unos euros para poder seguir a su novia 

"Cambio cambio": la dolarizada materialidad del amor
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

13 de Noviembre de 2022 | 01:11

Lautaro García Candela anuncia desde el nombre de su segundo largometraje, mención especial en la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata, que esta será una película sobre el dinero: “Cambio cambio” enfoca la lente hacia la frenética calle Florida, microcentro porteño y microuniverso que refleja la historia y la histeria argentina por el dólar, para seguir a un arbolito que intenta una pirueta financiera para ganar unos mangos.

El de "Cambio cambio", que se verá hoy por última vez, a las 16, gratis, en el Teatro Colón marplatense, es, reconoce la cámara del director, un mundo áspero, pero García Candela apuesta a la ternura al retratar a partir de una de las decenas de historias que allí se mueven buscando una ventaja, una vida mejor: su protagonista, Pablo, es un pibe de Olavarría, aterrizado en Buenos Aires sin grandes perspectivas, que decide pasar de repartir volantes a vender dólares para poder buscar a su novia en taxi. Un arbolito que arriesga todo en un pequeño negocio que le esconde a su jefe, para juntar un puñado de euros que le permitan acompañar a París a su pareja, una estudiante de arquitectura con beca en mano.

Flor de romance florece en el asfalto peatonal de Florida, aunque habrá que ver si las condiciones dadas permiten su supervivencia. “Quería mostrar cómo el amor se entrecruza con el dinero: uno no ama de la misma manera si es rico, si es pobre, si tiene plata o si no. Me interesaba mostrar esa diferencia en las clases”, dice, en diálogo con EL DIA, García Candela, director de “Te quiero tanto que no sé”. Ella es una chica de una clase media, con aspiraciones académicas, una beca en Francia en el horizonte, que trabaja en la peatonal casi por casualidad. Él viene del interior, toca el teclado en una banda y reparte volantes para llevar comida a un sucucho que alquila. Son diferentes, aunque a la vez pueden encontrarse en una Argentina de clase media deprimida cíclicamente.

“Y no solo hay una diferencia de clase, de saberes, de capital cultural, sino de edad: él es más tierno, más cándido. Aunque también es más ambicioso. La idea de la ambición está ligada en el cine a una idea de maldad. De pisar cabezas”, lanza el cineasta. 

“Quizás alguien me diga que la película es de derecha, porque los personajes quieren ganar guita y la película no termina con un cartel que dice ‘la especulación financiera está mal, cada devaluación que hay nos hace más pobres’. Pero pensé, ante esa realidad, ¿qué respuesta tendría una persona? Frente a la precariedad, uno tiene que sobreadaptarse: si no tenés cierta ambición, perdés. Por eso, no quise que el personaje se quedara en un mutismo, pesimista, de clase baja: no quería que los personajes fueran pesimistas. Me cuesta mucho pensar películas argentinas que terminen con algún sentimiento de triunfo. Y eso que esta tampoco termina tan bien. Estamos tan para abajo que me cuesta mucho pensar en una película nacional que tenga confianza en el futuro”, analiza el director.

Las críticas han relacionado la película de García Candela, una de las más votadas por el público en Mar del Plata, con “Pizza, birra, faso” y “Nueve Reinas”, pero, en este sentido, el realizador señala como referencia las películas posteriores al crack del 29. “Son películas muy tristes, con muchos golpes bajas, y casi sin reconciliación de clase, pero que tienen alguna fe en el porvenir, en algún tipo de progreso. Esa para mi es una enseñanza de esa época. Y por eso le va bien hoy a los libertarios, porque proponen una idea de futuro, algo por qué indignarse”.

“Cambio cambio”, dice su dirección, también intenta proponer una alternativa a la opresión sistemática. Pero, claro, sin caer en “una valoración positiva del capitalismo y el progreso individual”: Pablo arma su negocio paralelo junto a los amigos que colecciona en la peatonal, una idea de “progreso colectivo” y “sentido comunitario”, señala García Candela, que ante “cierta idea de que estamos en el horno, intenta proponer una salida a partir del conocimiento y la amistad: conocer dónde estás y juntarte con tu gente”.

CAMBIOS, CAMBIOS

“Cambio cambio” es un cambio bastante radical respecto a su primera película, “Te quiero tanto que no sé”, un burbujeante recorrido por una noche de encuentros y desencuentros que ganó el Festifreak en 2018. Un reflejo, reconoce el director, de su propia metamorfosis personal: la primera habitación en la que vivió solo quedaba a tres cuadras de los arbolitos del microcentro porteño. 

Y, para colmo, “me mudé a fines de 2018, una época muy particular, donde hacia el fin de la presidencia de Macri hubo varias devaluaciones muy importantes. Y ahí vi cosas que me llamaron poderosamente la atención. Gente muy desesperada. Gente cambiando dólares en la calle, cuando el sistema es que te lleven hacia adentro…”

Florida, peatonal que es protagonista estelar de “Cambio cambio”, con su frenesí totalmente desfachatado de especulación financiera, con la supervivencia impregnada en el asfalto, se convirtió en su barrio. Y “caminando por ahí, me interesé por la vida de los arbolitos, que trabajan en la calle, a comisión, lo que ganan lo ganan en el día, casi como jornaleros. Y la intemperie tiene lo suyo, llueve, tienen que usar protector solar porque la luz reflejada en el asfalto los daña… Eran detalles que para mi marcaban una forma de trabajo muy precaria”.

“Y me parecía un tema que vinculaba muy bien esa parte de la política y la economía que se juega por encima de nuestras cabezas, que no controlamos, que muchas veces no entendemos, que muchas veces no quieren que entendamos; y los efectos que eso tiene en la vida cotidiana”, dice: el arbolito se volvió el protagonista lógico de una película que cruzara lo personal y lo político, una intersección que García Candela conocía de repente, mientras tanto, en carne propia.

Porque “al mismo tiempo que descubría el mundo los arbolitos, descubría ciertas vicisitudes de vivir solo: cómo llegar a fin de mes, cómo pagar las cuentas… Así que sentí una correlación directa entre una cosa y la otra, me resultó natural”.

El realizador investigó teoría económica, para poder escribir la parte técnica de su thriller. Y mientras, conocía ese mundo al margen de la economía formal, al mundo de buena parte de la lógica de manual, esa zona blue, la zona del dólar paralelo, los arbolitos y las casas de cambio.

Florida: un mundo apasionante, donde “se alquilan los locales, pero también los puntos donde se cambia. Y donde hay compañerismo, hay rivalidad pero hay códigos. Es un sistema paralelo que se autoregula”, y que fue conociendo mientras charlaba con los cambistas y tejía amistades que aportaron varias anécdotas de engaños épicos a la película.

“También investigué a los cueveros, los jefes, que tienen un discurso casi político: ellos entienden que lo que hacen es ilegal, pero piensan que no es ilegítimo. Qué te dicen: ‘Yo lo que hago es motorizar la economía, porque si todos nos movemos en blanco, esto no progresa’. Cierto nivel de ilegalidad, dicen ellos, motoriza la economía”, explica. 

Pero García Candela no quería que sus criaturas tuvieran ese punto de vista general, sino que estuvieran inmersos en la movida. Al ras del suelo.

“Los arbolitos no tienen una posición política sobre la devaluación, si es el FMI, si son las presiones del establishment, ese es un lenguaje que no manejan: la visión de los personajes es práctica. Tienen una experiencia más al ras del piso. Vislumbran cómo funciona eso, pero que tuvieran una opinión me parecía algo que correspondía más a mis ideas. Yo puedo tener una posición tomada sobre los eventos políticos ocurridos, la tengo, de hecho, pero no me interesaba que la tuvieran los personajes”, cuenta.

Tampoco podrá tener perspectiva buena parte del público que vea “Cambio cambio” fuera de Argentina: se trata de una cinta  que pone en escena un sistema desquiciado que sin embargo tenemos naturalizado. “Andá a preguntarle en cualquier país, a un italiano, a cualquiera, cuántas reservas de dólares hay en el Banco Central”, se ríe García Candela.

Aquí, sin embargo, es un número conocido, y motivo de debates. “El dato del dólar lo manejamos todos, es casi como el clima. Yo coleccionaba capturas de la tele de programas de chimentos, donde abajo decía cuánto estaba el dólar. Está Cinthia Fernández y abajo el dato del dólar. Te levantás, mirás si va a llover, si hay que usar abrigo y cuánto vale el dólar. Eso te desgasta…”, opina el director.

Ese desgaste, la quemazón mental que provoca vivir en constante estado de inflación, es el ancla que cargan sus personajes, con algo de sisífico, metáfora de la vida que vuelve profundamente humanos a estos personajes, en una lucha por vivir algo más que la mera supervivencia, por tratar de estar mejor contra casi todo. El mismo dolarizado dolor apareció en otras películas de cineastas jóvenes en Mar del Plata, reflejo de los tiempos: como ellos, García Candela, a quien le gustan “las películas que solo se podrían haber hecho donde fueron hechas”, no podía filmar la misma película que en 2018

“No podría hacer una lectura general. Sí me parece que es algo que se ve todos los días: yo me junto con mis amigos y hablo de plata”, dice sobre esta microtendencia de cine y dólar. “Yo traté, en la película”, agrega, “de hacer que el tema se tratara de la forma más concreta posible: hay que pagar las expensas, hay que pagar el alquiler. Y esa materialidad se puede ver relacionada con la materialidad del amor: en ‘Te quiero tanto…’ el amor era un MacGuffin, un pibe que buscaba una piba por toda la ciudad a partir de sus publicaciones en Facebook. Y nunca se concretaba, era una idealización, un tótem. Algo abstracto. Acá el amor, quizás por mi propia trayectoria personal, empezó a tener un aspecto más concreto”. 

“Por eso”, cuenta, “hago que los personajes pasen a convivir enseguida: me interesaba más esa parte, la convivencia, porque es el momento donde el amor se concreta en hechos palpables. Y la convivencia tiene la misma cantidad de gestos románticos. Y me interesan más. Esperar a tu novia, debajo de la lluvia, con flores, es romántico, pero en la convivencia tenés gestos mucho menos heroicos, donde uno puede ver que el amor se vuelve concreto”.

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