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Los que escriben con otro nombre. El caso de Elena Ferrante en Italia y el del novelista platense Juan Claudio. También usaron esa fórmula Neruda, las hermanas Bronté, J.K. Rowling y muchos más
Elena Ferrante es autora de grandes éxitos literarios en Italia / Web
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
Escritores exitosos –entre ellos varios premios Nobel- se ocultaron bajo la coraza literaria de un seudónimo y, al cabo de los tiempos, sigue siendo casi un enigma insoluble explicar el por qué. Un misterio cargado de motivos, que van desde el temor social –especialmente el de las escritoras mujeres que durante siglos sufrieron el prejuicio de que no era correcto que ellas escribieran- hasta causas filosóficas y éticas, ligadas a la inconveniencia de tener que ser un creador y al mismo tiempo desempeñar un rol protagónico en el mundo exterior.
Elena Ferrante es una autora contemporánea y formidable, la más vendida de Italia
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La seudonimia fue un recurso muy difundido especialmente entre mujeres escritoras en el mundo antiguo. La mujer que escribía era una suerte de rebelde, que llegaba a avergonzar a su familia. Virginia Woolf se preguntó alguna vez “por qué no hay ninguna mujer conocida que hubiera escrito en los tiempos de Shakespeare” y su respuesta era que “firmaban todas con nombres de varón, para evitar ser juzgadas”.
Hace dos décadas o algo más que en Italia se presenta el caso singular de Elena Ferrante, la novelista más exitosa de ese país. De ella nadie sabe nada. Nunca fue vista en ninguna parte, no hubo durante décadas fotos ni retratos. Ni siquiera se sabe si realmente es mujer o varón. Se duda también en si es o no italiana. Y ya se andan escribiendo libros para averiguar quién es Elena Ferrante. Que por lo pronto, es una autora contemporánea y formidable.
Ferrante es la escritora más vendida de Italia e integra como primera figura la industria editorial. Sus libros y artículos periodísticos se consumen con avidez y su editor es el principal encargado de velar por su anonimato. Ella ofrece entrevistas con toda naturalidad, pero siempre por escrito.
La nombradía de Ferrante se inició con la edición de la tetralogía que integran “La amiga estupenda”, seguida por “Un mal nombre”, “Las deudas del cuerpo” y “La niña perdida”, pero la primera obra que la catapultó a la fama fue “El amor molesto” en 1991. Por cierto que fue ganando premios muy conocidos en Italia y en otros países, pero nunca apareció para recogerlos. Sus libros se encuentran con facilidad en las librerías platenses.
“Las mujeres firmaban todas con nombres de varón, para evitar ser juzgadas”
Virginia Woolf,
Escritora británica
En 2016 se aseguró que se había revelado la identidad de Elena Ferrante, que se había quebrado el hermetismo y que en realidad se llamaría Anita Raja, una traductora italiana de 63 años de edad experta en literatura alemana que trabaja para la editorial “Edizione”. Algunos creyeron en ello, pero otros siguen dudando. Se trata de una mujer madura, rubia, de la que se conocieron fotografías. Ha sido tan hábil en ocultarse que la de la foto, a lo mejor, es ella.
En La Plata existe un caso de escritor refugiado en un seudónimo, ahora revelado. Se trata del novelista Juan Claudio –apartado por completo de la vida social de la literatura-, que acaba de escribir su quinto libro –“Cuando Cristo mandó a desalojar el Cielo” (Editorial Aurora, 2021), una intrigante ficción que describe la interminable guerra entre Occidente y el Medio Oriente.
Tapa del libro de Juan Claudio
Hubo que abrir picadas en la cerrada selva hasta llegar al abogado y ex magistrado Francisco Pena, que es quien firma como Juan Claudio: “la identidad no significa nada”, advirtió, para darle fundamento a su seudonimia. Consolidada por el hecho de que aceptó finalmente la entrevista, con la condición de que no hubiera fotografías suyas en la nota.
De su novela dice que “lo que se relata es que Mahoma había intrusado el Cielo, de modo que actuaba como si fuera Cristo. Eso hizo que hace diez siglos el Papa ordenara la primera de las Cruzadas con el propósito de desalojarlo, iniciándose así una guerra que es eterna, que no termina nunca”. El conflicto, según surge de la novela, “jamás se va a resolver”. El protagonista central es un arqueólogo inglés que investiga en el desierto la presencia de lo que llama “el Eje del Mal”.
En La Plata un caso de escritor refugiado en un seudónimo, ahora revelado, es Juan Claudio
Imágenes reminiscentes de Camus, del magnífico Lawrence de Arabia en el épico y deslumbrante film de David Lean, de las desgarradas estampas narrativas de Carlo Levi sobre el empobrecido y áspero sur de Italia, campean en esta novela. El atraso y la grandeza van de la mano en el texto de Juan Claudio.
Hace ya tiempo Juan Claudio escribió “El caso Luxbourgh” (1996), sobre la actuación de Hipólito Yrigoyen frente al nazismo. Siguió con “De un cabo austríaco a un General de la Nación” (2003) y con la obra de teatro “Eva y el aluvión zoológico” (2016), que fue llevada al cine por Irene Franco y Amelia Pena y presentada en numerosos festivales cinematográficos. Nadie motorizó la distribución de estas obras, que corren tan solo de mano en mano y a cuentagotas.
Su última novela empieza con este párrafo: “Pensaba el Arqueólogo sobre la muerte que es como antes de nacer, o nada. Pero el ser humano, insaciable, así como desea que la vida se ponga plenamente a su disposición con todos sus dones, lo mismo exige de la muerte: que lo colme de honores y además que esta actúe, fraudulenta, contra la posteridad, mintiéndole con descaro, haciéndole inscribir en los monumentos funerarios historias inciertas, embellecedoras, con comentarios laudatorios, para atrapar a seres incautos o desprevenidos…”.
El Mural “Girl with Balloon”, de Banksy / Web
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto fue el nombre real del poeta Pablo Neruda. El padre de Neruda no lo quería escritor, de modo que se ocultó con ese seudónimo a partir de los 13 años de edad. Dicen que se inspiró en un poeta checo, Jan Neruda, pero él nunca lo confirmó. Nunca reveló de dónde sacó ese sonido extraño al castellano –Neruda- pero eufónico y entrador.
La otra escritora chilena y también premio Nobel como Neruda fue Gabriela Mistral, que fue un seudónimo ya que su nombre verdadero era Lucila Godoy Alcayaga.
Las hermanas Charlotte Brontë, autora de “Jane Eyre”; Emily Brontë, escritora de “Cumbres Borrascosas”, y Anne Brontë, que escribió “La inquilina de Wildfell Hall”, empezaron su carrera literaria firmando con los nombres masculinos de Currer, Ellis y Acton Bell. Por su condición de mujeres, no quisieron desafiar al mundo masculino con su talento literario.
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto fue el nombre real del poeta Pablo Neruda
El supuesto varón George Sand era en realidad mujer y se llamaba Amantine Aurore Lucile Dupin. Escribía, era amante de Chopin, además fumaba y vestía ropa de varón demasiado para el siglo XIX. Zelda Fitzgerald fue una talentosa y oculta escritora, plagiada por su famoso marido Scott Fitzgerald.
Hay muchos otros ejemplos de escritores que escondieron su nombre real y apelaron a un seudónimo: Lewis Carroll (cuyo nombre real era Charles Lutwidge Dodgson), Mark Twain (Samuel Langhorne Clemens). Y puede seguirse, entre muchos que faltan, con estos seudónimos famosos, que le quitan trascendencia a los nombres reales: Agatha Christie, Stephen King, J.K. Rowling, Azorín, Moliere, Virginia Woolf…
El seudónimo se impuso también en otras artes y, ahora, en la más moderna de las disciplinas, el muralismo callejero. Que viene a ser como el latido del arte en las paredes del mundo. Su más famoso representante es Banksy, cuya identidad permanece desconocida. El hombre pinta de pronto, en forma sorpresiva, una medianera en Paris, en Londres, en Nueva York o en Venecia. Nadie lo vio, trabaja rápido y en pocas horas deja una maravillosa obra de arte, labrada con aerosoles.
Pablo Neruda
No se sabe si es inglés, o suizo, o de cualquier otra nacionalidad. Es universalmente famoso y nadie lo conoce. No se sabe en dónde vive y cómo se las arregla desde hace poco tiempo para cobrar millones por sus obras. Una periodista del periódico en línea y blog estadounidense “HuffPost US” dijo que “en 2003, tras una entrevista que concedió a “The Guardian” fue descripto como un hombre blanco de unos 28 años y en 2008 “Mail on Sunday” publicó una fotografía de un hombre de 34 años y pelo castaño, llamado Robin Gunningham, al que identificó como el artista”. Pero ¿quién podría asegurarlo?
Como un niño travieso o como el Zorro legendario, Banksy maneja la sorpresa, dibuja una obra que obliga a ser vista y ni siquiera deja la zeta con un trazo sus sprays. La enseñanza que tal vez ofrece es que el arte –la literatura también- es patrimonio colectivo y que nadie, en realidad, es autor de nada.
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