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Una relación difícil. Los escritores rechazaron las contiendas bélicas. Poetas, novelistas y artistas muertos en Ucrania, algunos de ellos como soldados. Hoy la mayoría de las víctimas son civiles
Destrucción y desolación en ucrania, en medio de la feroz invasión rusa, que se extiende en el tiempo con consecuencias gravísimas
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
Podría aceptarse que unos pocos escritores se hubieran mostrado en la historia, alguna vez, entusiasmados con una guerra. Que inclusive se hayan alistado como soldados hasta que, finalmente, se desanimaron, abrieron sus ojos y comprendieron que en los frentes de batalla morían primero los sentimientos y después corría sangre humana.
Que en el mejor de los casos no había en las trincheras y hospitales mayor conquista que haber podido sobrevivir. Por eso fue que, desde siempre y hasta hoy, la literatura, esto es la condición humana, no se llevó bien con las guerras.
Claro, las guerras no son ahora enfrentamientos entre soldados. En los últimos cien conflictos bélicos registrados en diez años a esta parte, más del 80 por ciento de las muertes correspondieron a civiles. Que no estaban en las trincheras de batalla, sino en sus casas, en refugios, en sus lugares de trabajo o de recreación.
El 24 de febrero de 2022 se inició la guerra en las fecundas tierras de Ucrania, con la invasión de Rusia que se convirtió en el mayor ataque militar convencional en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
El mundo quedó primero como paralizado, pero sólo por algunas jornadas, porque las guerras no sólo causan dolor sino, sobre todo ahora, acostumbramiento. La guerra es como una pandemia, se hace rutinaria, mata todo lo que puede y recién después se va.
La intelectualidad mundial, que casi siempre reaccionó oponiéndose ante cada enfrentamiento armado, no dijo nada ni actuó como debió hacerlo en el caso de Ucrania, entre otras razones porque el universo actual vive en un estado de letargo mediático.
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La humanidad se atomizó en soledades irreductibles. Pasó esto mismo con la invasión de Hamás a Israel el 7 de octubre pasado, cuando los terroristas atacaron por sorpresa y mataron a más de 1.400 personas en sus casas. Ya es un tema más, en el que al horror criminal no le faltan defensores ideológicos. Ocurrió algo similar con las Torres Gemelas y ante toda muestra bélica. Depende para qué lado sea, matar puede ser bueno. Hay gente que cree en eso y lo profesa.
Victoria Amelina
Ahora el ojo de las cámaras viaja en los drones de la guerra, en las puntas de los misiles que estallan y el televidente puede ver la exactitud del camino previo y aciago de la explosión, para pulsar luego el control y pasar a ver una carrera de Fórmula 1 en Gran Bretaña, la final de tenis en Australia o un recital de Paul McCartney en Canadá.
Se trata de una sociedad moderna satisfecha, saciada de instantes, abastecida por un poderoso río de estímulos, curtida de indiferencia por los demás. Cuando los soldados argentinos se desangraban en Malvinas, ya iniciado junio de 1982, el seleccionado de fútbol de nuestro país disputaba a esas mismas horas el Mundial de España. La mayor parte de las cámaras estaban allí, en los campos de juego. No se escucharon demasiadas voces entonces, preguntando por esto.
Muchas mujeres y varones escritores de Ucrania murieron en lo que va de la guerra con Rusia.
La novelista ucraniana Victoria Amelina (1986-2023), autora de dos novelas, una de ellas sobre la guerra, y un libro de cuentos infantiles, murió víctima de un bombardeo ruso en Kramatorsk, el 1 de julio pasado. Había sido ganadora del Premio Literario Joseph Conrad y finalista del Premio de Literatura de la Unión Europea. Tenía 37 años de edad.
Cuando Putin ordenó invadir a Ucrania, muchos escritores de ese país tomaron las armas, entre ellos entre ellos los jóvenes poetas Sviatoslav Kondrat y Kirilo Babentsov, que murieron poco después en el frente.
Otros escritores ucranianos reconocidos, como Artem Chapeye y Artem Chej, o el director de cine Oleg Sentsov, también se juegan ahora la vida en el Ejército. Chej escapó hace poco de la muerte cerca de Bajmut y Sentsov resultó recientemente herido por tercera vez en un combate cerca de Avdiivka. ¿Le importa a alguien?
“Es una tragedia que el mundo sepa de nuestros escritores a través de las necrológicas”, dijo recientemente la poeta Halina Kruk en un festival literario en Leópolis.
En algunas cruentas guerras anteriores como las dos mundiales del siglo pasado o la Civil Española (1936-1939), se producían –al menos- movimientos de intelectuales encaminados a salvar las vidas de combatientes.
Pablo Neruda jugó su prestigio y también su propia vida ante el franquismo y logró evitar el inminente y seguro fusilamiento de Miguel Hernández. ¿Qué escritores se mueven hoy por quién? En Turquía hay 25 escritores presos del dictador Erdogan. “Kafka y Beckett estarían presos en la Turquía actual”, dijo hace poco el consagrado escritor turco Orhan Pamuk que, él sí, se la jugó.
Otra víctima de la invasión rusa en Ucrania fue el escritor para niños, Volodímir Vakulenko. Fue secuestrado y luego ejecutado por soldados rusos durante la ocupación de su pueblo, en la región de Járkow.
Para la intelectualidad ucraniana se repite la tragedia que sufrió en las década del veinte y el treinta del siglo pasado, con una generación de escritores, dramaturgos y artistas de Ucrania, diezmada por la crueldad sin límites del estalinismo ruso.
Comenzaron a ser capturados uno tras otro en 1933 y la persecución de los genocidas soviéticos alcanzó su auge en 1937 cuando un total de 250 intelectuales de la vanguardia ucraniana fueron asesinados a mansalva en el bosque Sandarmoj de Karelia, en Rusia, en lo que se conoció como “la decapitación de la nación ucraniana”.
“La ambición es la causa de todas las guerras. La tiranía es la causa de todas las revoluciones”
Muchos de ellos fueron ejecutados el 3 de noviembre, incluido el fundador del teatro ucraniano de vanguardia Les Kurbas y el escritor Mikola Kulish.
Se ha dicho en estos días que la invasión de Putin ha hecho aumentar el interés público hacia esta “generación perdida” de Ucrania, la del siglo pasado, pero que también está colocando en serio peligro a los actuales intelectuales ucranianos. Sin caídas, pero lastimada, Ucrania sigue desde hace veinte meses en su calvario.
¿Pero quién podría asegurar que no están extraviados o muertos también, escritores y artistas rusos enrolados en el ejército invasor, víctimas del espantoso crimen de la guerra? En Moscú y otras ciudades rusas no deja de pensarse en eso, porque la bandera de la paz tiene un mismo color para todos.
Leer las crónicas de guerra de Ernest Hemingway y las de Antoine de Saint Exupery –sean de las dos guerras mundiales y de la Civil Española- es como sumergirse en legados literarios que muestran el horror de la guerra y el valor de toda causa pacifista. Ellos vieron los horrores dantescos, pero supieron mostrar las salidas humanistas de esos infiernos.
Hemingway dijo: “La primera cura para una Nación mal administrada es la inflación de la moneda; la segunda es la guerra. Ambas aportan una riqueza temporal; las dos traen una ruina permanente. Pero ambas son el refugio de políticos y económicos oportunistas”.
Por su parte, Saint Exupery sostuvo que “la guerra no es una aventura. La guerra es una epidemia. Como el tifus”.
Volodímir Vakulenko / Web
Es claro que además de ello, las guerras convocaron a las mejores plumas de cada época. La Guerra Civil española fue la primera que tuvo una pléyade de corresponsales que, a su vez, fueron escritores de renombre.
Entre otros estuvieron Hemingway, Saint Exupery, John Dos Passos, George Orwell, Gerda Taro, Martha Gellhorn, André Malraux o Robert Capa, cuyos textos memorables dejaron testimonio de las crueles contiendas libradas entre republicanos y franquistas. Por la Argentina estuvieron, entre otros, Jorge Max Rhode y el inolvidable Diego Lucero.
El lúcido Malraux dirá: “La ambición es la causa de todas las guerras. La tiranía es la causa de todas las revoluciones”
Uno de los mayores genios de la humanidad, Albert Einstein, advirtió: “Si tercera Guerra Mundial se hace a golpes de bombas atómicas, los ejércitos de la Cuarta Guerra Mundial combatirán con piedras y garrotes”
El príncipe de todas las guerras, Napoleón Bonaparte, dejó esta cita clave: “La guerra es mala porque hace más hombres malos que los que mata”.
Y esta cita humanista, la del final, de Albert Camus: “Para la mayoría de los hombres, la guerra es el fin de la soledad. Para mí es la soledad infinita”.
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