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Información General |“Cortala con el telefonito”

Platenses en alerta por el uso que los chicos hacen del celu: dependencia, vínculos y apuestas

Varios países, con China a la cabeza, planean regular el acceso a los dispositivos para niños y adolescentes. Mientras, en Argentina crece la preocupación por los juegos online dentro de los colegios. “Se gastan la plata que llevan para la comida”, contó un profesor

Platenses en alerta por el uso que los chicos hacen del celu: dependencia, vínculos y apuestas
Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

3 de Septiembre de 2023 | 03:50
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El régimen de China avanza en la aplicación de normativas que regulen el uso de teléfonos y aplicaciones móviles por parte de niños y adolescentes, limitándolas a un máximo de dos horas por día. Según el borrador de normas de la Administración del Ciberespacio de China, que hasta ayer estuvo abierto a sugerencias, el modo juvenil deberá tener una función de cambio automático, que permitirá al usuario acceder a una interfaz adaptada a su edad con apenas un clic, y salir de ella con la verificación y autorización de los padres.

La modalidad se dividirá en cinco intervalos de edad: menores de 3 años; de 3 a 8 años; de 8 a 12; de 12 a 16 y de 16 a 18 años. En función de las “características físicas y mentales” de cada grupo, se ofrecerán contenidos e información “adecuados para su desarrollo” que estarán exentos a límites, aunque la agencia no especificó qué servicios ofrecería.

Si bien el proyecto del régimen chino resulta inviable en una democracia occidental, otros países debaten el uso de estos dispositivos por parte de los menores y analizan los alcances de eventuales consecuencias. Suecia, por ejemplo, redireccionó su presupuesto de educación digital a la inversión en libros impresos y Países Bajos prohibirá, desde 2024, los celulares y las tablets en el aula, como ya sucede en Italia y en Francia. Por otro lado, un informe global de Unesco recomendó limitar la utilización de teléfonos móviles en la escuela, práctica que se volvió habitual después de la pandemia.

Mientras tanto, en Argentina preocupa, por un lado, la hiperconectividad de los chicos y una alarmante suba de la adicción adolescente a los juegos en línea y, por otro, una brecha digital cada vez más profunda con sectores que no tienen acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y casi 17 mil escuelas sin conexión a internet.

Frente a este panorama, docentes, madres y padres platenses reflexionan en torno al uso que los menores hacen de estos dispositivos, así como sobre las chances, beneficios y perjuicios de eventuales regulaciones.

Leandro Camacho (39) tiene un hijo de 6 años, que, por ahora, sólo tiene acceso a la televisión en horario restringido, y a la música que ellos mismos activan desde sus teléfonos celulares. Sin embargo, está muy al tanto de la hiperconectividad de los adolescentes porque es profesor y preceptor en una escuela secundaria privada de la Ciudad y da clases en clubes de fútbol y rugby, lo que lo mantiene en contacto permanente con chicos de entre 12 y 18 años.

“La verdad es que, si no fuera por el contexto, no necesitarían un celular, pero a partir de que ingresan en la escuela secundaria se vuelve un punto fuerte de comunicación entre sus grupos”, reflexiona Camacho, sin pasar por alto que el colegio también alienta su uso, aunque sólo sea con fines pedagógicos: “Es que los alumnos tienen Classroom y los docentes les mandan información o la buscan allí”. Reconoce, sin embargo, que eso no siempre se cumple. “Hoy tenemos una problemática grave y es que los chicos están apostando online masivamente y hasta se juegan la plata de la comida”.

Por la información que recibe de docentes, padres y por su propia experiencia en los clubes, Leandro está convencido de que es una práctica generalizada, sobre todo, entre los alumnos del ciclo superior. “Muchos llegan al extremo de pedirles a los profesores que les transfieran dinero a sus cuentas digitales y entregan el efectivo” que traen de sus casas, cuenta. Aclara que la problemática es “reciente”; de modo que las autoridades escolares analizan cómo actuar o las opciones para desactivarla, porque “el campo de acción del colegio es bastante limitado”.

De cualquier modo, Leandro no está de acuerdo con implementar normas restrictivas como las que baraja el régimen chino: “Es demasiado, sobre todo porque la familia debe ser la primera educadora, más allá del Estado o de la escuela. Los padres deben poner el límite”.

“Mis hijas tienen 16 y 20 años y ya se regulan solas”, dice María Eugenia Diego, una profesional platense de 50 años, quien considera complicada la imposición de medidas de control porque “hoy en día hacen todo con el celular; se pasan las tareas, buscan información en internet, ya que no usan libros ni fotocopias; tienen todos sus contactos por esa vía y hasta lo usan para escuchar radio. No se podría regular el tiempo porque lo utilizan permanentemente”.

La hija mayor de María Eugenia tuvo su primer teléfono móvil a los 12 años. La menor, a los 10. Y calcula que las dos pasan más de la mitad del tiempo en vigilia con su celular, de manera intermitente. De cualquier modo, aclara que existen algunos límites que impuso la propia rutina, como los horarios de la comida o ciertas actividades que hacen en familia. “Y eso incluye a los adultos”, aclara Diego.

Virginia Coppari (47) es mamá de tres adolescentes de 13, 17 y 20 años y docente en dos escuelas secundarias de la Ciudad.

“Mis tres hijos tuvieron su primer teléfono cuando egresaron de la Primaria, a los 12 años”, dice, sin pasar por alto que, para entonces, “todos sus compañeros tenían uno y ellos no, pero fue una decisión familiar, porque en los grupos de chicos se armaban conversaciones o discusiones que no estaban buenas”.

Está de acuerdo con fijar algunos límites de acceso a los dispositivos antes de esa edad, aunque admite que cualquier regulación es compleja porque “hacen todo con el teléfono: escuchan música, juegan a los jueguitos, hacen trabajos en grupo en red, video llamadas. En la escuela supuestamente no los pueden usar salvo que sea con fines pedagógicos, pero los tienen a mano, porque si les mandamos un mensaje, contestan”.

En la casa de los Coppari, los celulares también están prohibidos en el momento del almuerzo o de la cena.

Más que el tiempo, el tipo de uso

El borrador que expuso China, y que generó un revuelo mundial, contempla que los usuarios menores de 8 años no podrán usar la terminal inteligente por más de 40 minutos por día, mientras que el documento sugiere programas educativos auditivos y canciones para los menores de 3 años. A la franja comprendida entre los 8 y 16 años, en tanto, se les habilitará una hora de uso diaria, mientras que los adolescentes de entre 16 y 18 años podrán utilizar sus terminales durante dos horas, en total. Por otro lado, se prohíbe que las aplicaciones móviles presten servicios a los menores entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana.

Los expertos en comunicación digital sugieren poner el foco del cuidado no tanto en el tiempo que los niños pasan con el celular, sino en el uso que hagan del mismo y el acompañamiento de los adultos.

“En dos horas, un chico, una chica o un joven puede acceder a sitios en los cuales recabar información, escuchar música, producir contenido, descubrir un entorno de conocimiento y creatividad. Pero en dos horas, también puede estar expuesto a situaciones que distan de la protección, como ser apabullado por información falsa, con discursos de odio, ser acosado por parte de pares o de adultos o acceder a contenidos nocivos para su edad”, aseguró Silvia Bacher, representante de América Latina y el Caribe ante la Alianza Global de la UNESCO para la Alfabetización Mediática e Informacional.

También consideran clave la edad a la que tienen acceso al primer dispositivo. Sugieren que no sea antes de los 12 años.

“Cuando empiezan la escuela secundaria ya empiezan a manejarse solos y es necesario que tengan un medio para ubicarlos”, considera Virginia, quien, como docente reconoce que “a los chicos les cuesta un montón dejar el teléfono, están siempre conectados o buscan alguna excusa para tener el celular en la mano. Cuando les doy una consigna quieren copiarla en el teléfono, aunque tengan una carpeta. Y a los grandes también nos pasa. En el aula yo lo tengo apagado o silenciado”.

“La familia debe ser la primera educadora. Los padres deben poner límites”

Cintia Ríos (46) tiene dos hijas de 14 y 24 años, la mayor de las cuales tuvo su primer teléfono celular a los 13 años. La menor recibió uno usado a los 8, aunque para entonces ya estaba familiarizada con el acceso a cierta tecnología porque se divertía con los “jueguitos” en una tablet.

Ríos regula la utilización que su hija menor hace del dispositivo con la ayuda de una aplicación que le notifica si la menor intenta instalar algún programa y lo bloquea hasta que ella misma lo habilite. “También le restringe el horario de uso y me informa cuántas horas estuvo conectada”, agrega Cintia, quien conoce las contraseñas de la niña, la sigue en todas las redes sociales y configuró su teléfono para que esté activo entre las 8 y las 22 horas los días de semana, para garantizar “que duerma”.

“Los fines de semana permito que se extienda un poco más”, admite, no sin aclarar que en su casa también evitan que los dispositivos compartan la mesa con la familia en el horario de las comidas, “cuando pasamos un tiempo juntas o miramos una serie”. Asegura que los teléfonos no complican la interacción personal de su hija con sus amigas, aunque nota que “cuando están juntas, juegan o charlan con el móvil al lado”.

Sin importar la edad, todas las personas consultadas por este diario coinciden en reconocer que buena parte de su rutina cotidiana está vinculada con el celular. “No es una adicción”, reflexiona Cintia, “pero si no lo tenemos, nos falta algo; como una parte del cuerpo”. Coinciden, además, en que sería beneficioso regular el acceso de los menores de 12 años a los dispositivos, aunque todos se declaran en contra de que lo haga el Estado, en los términos que lo plantea China.

“Mi hija concurre a un colegio privado y no le permiten usar el teléfono en el horario de clase, salvo para alguna actividad puntual”, detalla Rios; “apenas llegan lo dejan en una cajita y yo estoy de acuerdo con ese control de parte de la escuela. Pero los límites los pone la familia, no un Gobierno”.

Nomofobia
El término se usa para describir una dependencia al teléfono celular, ante la pérdida, olvido, falta de señal o de batería de su dispositivo. Está incluida dentro de las nuevas tecnopatías, que son patologías de índole psicológico o psiquiátrico que se desencadenan a partirdel uso de las nuevas tecnologías

 

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Virginia Coppari, madre de 3 chicos. Docente “A los chicos les cuesta un montón dejar el teléfono, están siempre conectados o buscan alguna excusa para tener el celular en la mano”

Cintia Ríos, madre de dos adolescentes “A mi hija menor le instalé una aplicación que le restringe el horario de uso y me informa cuántas horas estuvo conectada”

María E. Diego, madre de dos adolescentes “No se podría regular el tiempo de uso de los teléfonos celulares porque los utilizan permanentemente, para todo”

Leandro Camacho, padre, profesor y preceptor “Los chicos están apostando online masivamente y hasta se juegan la plata de la comida. Algunos les piden a los profesores que les transfieran dinero”

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