Iván Noble: “Encontré otra manera de disfrutar de la música, no sólo desde lo hormonal”

Después de un año de shows con los Caballeros de la Quema, Iván Noble sube al escenario acompañado solo de un pianista, Rubén Casco: “Pianissimo”, su nuevo espectáculo, es una apuesta por más intimidad, y se podrá ver esta noche en la Ciudad.

Noble llegará a la sala de 58 entre 10 y 11 para mostrar las reversiones de sus temas en formato piano y voz, apostando a la suavidad, a la caricia musical. “La definición exacta de ‘pianissimo’ es ‘pieza musical que debe interpretarse de forma delicada’. Y ese es el espíritu del show”, comenta el artista, en diálogo con EL DIA.

En esa conversación telefónica, Iván explica que siempre quiso hacer un espectáculo así, desnudo. “Siempre hablaba con Rubén Casco de que en algún momento me gustaría reversionar canciones y que fueran casi exclusivamente del piano”, relata. Y la decisión la tomó tras la gira con Caballeros: “Terminé feliz pero también un poco agotado de ese formato, de mucha producción, de banda grande, de muchos músicos, de volumen. Y me pareció que era un buen momento para descansar un rato, irme a otra orilla y disfrutar de las canciones en estado casi minimalista”.

La atmósfera resultante de este show que ya lleva casi una decena de presentaciones en escenarios porteños es muy distinta al pogo de Caballeros, pero no tanto a sus trabajos solistas, donde ya hay más intimidad, introspección, “otra impronta musical”.

“En general, necesito y disfruto mucho de esa intimidad. A medida que pasó el tiempo, encontré otra manera de disfrutar de la música, no sólo esa manera hormonal, roquera. Soy anfibio, en ese sentido: las dos cosas me parecen muy satisfactorias, de hecho con Caballeros lo pasamos tan bien que en junio hacemos un Obras. Y la idea sigue siendo encontrarnos cada vez que se nos dé la gana, pero eso ocurre cada vez más seguido”, dice Noble, y adelanta que quizás, en el futuro, haya un nuevo EP de la banda.

- Hoy todo es ruido, en la calle, uno ve una película y hay música de fondo todo el tiempo, hay ruido visual constante, las pantallas abruman… ¿Este “Pianissimo”, además de un cambio respecto a la dinámica de Caballeros, lo pensaste también como un refugio frente a ese vértigo moderno?

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- Totalmente. Más allá de lo estrictamente musical, en lo personal siento un hartazgo de la velocidad, del vértigo para llegar temprano a lugares donde no pasa nada, a esa sensación que uno tiene de que está siempre llegando tarde, de que te estás perdiendo algo que pasa en otro lado. Hemos perdido la capacidad de disfrute de cosas que duren más de 30 segundos con el Tik Tok, con este constante scrollear… Hay un mandato de época ahí que a mí me aturde. Entonces, este tipo de shows son anacrónicos, es cierto, pero es a propósito que me gusta hacerlo así: es un show donde te tenés que sentar, escuchar canciones al piano, que por ahí duran 5, 6 minutos, a contrapelo de esa idea de que tenés que seducir al oyente en 2, 3 minutos, o se aburre. Yo estoy un poco viejo para correr en ese plano, y para mí es un espacio de disfrute, de libertad respecto a los mandatos del presente. Y a lo mejor todavía hay gente con ganas de escuchar ese tipo de espectáculos: viene pasando así.

- Y ese cambio respecto a lo que fue el año pasado, a esa dinámica de Caballeros, grupal, ¿tenía que ver con volver a vos, o simplemente a tener una producción más chiquita, ocuparse menos de lo que rodea, más en la música?

- Lo segundo. Volver a mí no, porque Caballeros soy yo absolutamente, y lo disfruté más de lo que sospechaba, no hubo un momento de “me estoy aburriendo, mejor vuelvo”. Pero sí me ocurrió que, cuando me pregunté qué quería hacer en esta primera mitad del año, me pareció que era un momento ideal para este tipo de show, porque venía muy acelerado y transpirado de lo que fue Caballeros, tenía ganas de bajar. Pero convivo perfectamente con ese Jekyll y Hyde musical.

- Hablábamos de los mandatos de este presente. ¿Y cómo es salir a hacer música en este presente de crisis en Argentina, donde la gente por ahí no puede pagar la entrada, van menos, pero donde a la vez necesitan ese escape?

- Es un momento muy, muy áspero, desde el bolsillo ni hablar. Por ahí la gente se lamenta por el precio de la entrada, pero hace la cuenta y es una docena de empanadas, o tres cervezas… Y en cuanto al estado de ánimo, todos estamos como podemos. Es un momento complicado, donde ojalá la música en vivo, para la gente, sea un recreo, un sosiego. Pero eso no lo sé, depende de cada persona. De todas maneras, a esta altura de mi vida… Arrancamos la banda en el medio de la hiperinflación de Alfonsín en el 89, pasamos los 90, nos separamos el 14 de diciembre de 2001, imaginate… Y acá estamos de vuelta. Vivimos en un país donde todas esas hecatombes son cíclicas. Pero sí, quizás la música en esos momentos es una compañía, un lugar donde uno puede dejar de pensar en senadores y vendepatrias un rato.

- Existe el mito de que, para los artistas, los momentos de crisis son más productivos, los inspiran. ¿Es así o después también llegan las facturas a fin de mes?

- Mirá, cuando era joven y cantaba en Caballeros, las canciones tenían mucho que ver con pintar la aldea. Fue una época donde intentaba ser cronista de lo que ocurría en el barrio. Y había material, había cosas para contar, cosas incluso para vomitar, como un exorcismo. Pero a los 50 y pico, en mi caso, al menos, cuando compongo en estos momentos es más piel para adentro. Aunque ahí también puede estar el desencanto, el desánimo, el “todo tiempo pasado fue mejor”.