Nuevo polo urbano y comercial: oportunidades en Gorina y Hernández

Una década transcurrió desde que el médico Pablo Rosato pasó por el lugar, vio un loteo, averiguó el precio de los terrenos, compró uno y empezó a construir la casa donde vive. “No había nada en mi manzana. Ahora está completa”, dice el profesional, vecino de un barrio emplazado en Hernández, a unas muy pocas cuadras de Gorina.

Corría entonces 2014 y la zona se mostraba apenas salpicada por algunas viviendas, los pequeños y antiguos núcleos cercanos a las estaciones desactivadas del tren, unos pocos comercios para los mandados de todos los días; el verde y los arados cultivados dominaban el paisaje. Con Gonnet y City Bell como centros residenciales ahí nomás de los ejes de 501 y 31, ese sector del noroeste platense se caracterizaba predominantemente por la actividad hortícola.

Por lo general, en la evolución de los tiempos, las transformaciones urbanas suelen ir de manera pausada. No ha sido este el caso. De aquella manzana que recuerda el doctor Rosato se pasó hoy, de un modo bastante vertiginoso, a la urbanización con forma de martillo que componen los barrios que se extienden desde 507 a 501 y de 132 a 135.

Ese conjunto urbanístico funcionó como disparador de la fisonomía actual de la zona, donde emergen más barrios -cerrados y abiertos-, un gran número de casas de una y dos plantas como edificaciones dispersas, centros comerciales que ofrecen todo tipo de bienes y servicios y la posibilidad de acceder, carteles de proyectos constructivos mediante, a nuevas propuestas residenciales.

El crecimiento de Hernández-Gorina, viene desplazando, según coinciden comerciantes, martilleros y desarrolladores de la zona, la atracción que ejerció hasta hace muy poco el casco histórico de City Bell sobre los vecinos situados en esas localidades corridas hacia el oeste. Hasta que no se presentaron como alternativas mercantiles la avenida 31 y la calle 485, vecinos y vecinas de la zona cubrían sus necesidades materiales en el centro de La Plata o, un poco más cerca, en la calle Cantilo y sus alrededores. “Ahora encuentran prácticamente todo acá”, precisa Natalia Martínez, peluquera con local dentro del nuevo Paseo Mitre, en pleno corazón de Gorina.

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Natalia atendía en City Bell. Hace un año se le estaba por vencer el contrato de alquiler; pasaba con el auto por la 485 y se interesó por el centro comercial apenas inaugurado, con varios locales, modernos. Mudó el local. Asegura que mejor decisión no pudo tomar. “La zona creció mucho, y a la gente que construyó y vino a vivir acá le viene bien que esté todo concentrado en un solo lugar, para no ir hasta Cantilo o La Plata. Les queda de paso y pueden comprar lo que necesiten y a la vez tomar un café, un helado y comer hamburguesas”, puntualiza la joven.

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Además de la heladería, la cafetería y la casa de hamburguesas, sobre el paseo se despliegan una tiende orgánica, un negocio de indumentaria femenina, un local de picadas y fiambres, una oferta de bienes raíces, y un grupo de consultorios de atención de distintas especialidades de la salud, entre otras alternativas.

Otro bloque del mismo estilo arquitectónico corrido unos metros y perteneciente al mismo paseo propone más locales y en ese espacio, según anticipan comerciantes del lugar, se inaugurará pronto un polo gastronómico.

El Mitre comparte “cartel” en la 485 con los negocios tradicionales del pequeño casco gorinense, como la farmacia, la veterinaria, la panadería, el minimercado, el almacén, la carnicería, que a su vez aparecen en las cuadras que van de 133 a 137 mezclados con emprendimientos más modernos, como barberías.

Oriundo de Hernández mismo, pero de unas cuadras más hacia la 520, Alexis Andreoli, al ver la relevancia que adquiría la avenida 31 a medida que llegaba a la 501 decidió hace dos años abrir una casa de pastas frescas y fiambres en esa promisoria cuadra. Eligió para eso uno de los locales del complejo comercial. El joven es testigo del permanente aumento poblacional de la zona, ya que, señala, “todo el tiempo se ven caras nuevas; es evidente que este lugar crece cada vez más, y también que los vecinos tienden a no salir del barrio para hacer las compras”.

Al salir del local de la 31, la vista encuentra al frente toda una serie de indicios del desarrollo que se viene. Se presenta otro centro comercial muy avanzado en su construcción, lotes que se ofrecen a la venta, paredes de ladrillos de futuras viviendas. Todo, a lo largo de las cuadras que van de la 501 a la 505.

En rigor, bastante antes de la llegada a la zona de barrios cerrados (o abiertos que responden a ciertas pautas), se habían concretado en Gorina dos iniciativas: primero fue San Facundo - 485 y 133- y luego San Joaquín -485 y 138-. Pero durante largos años la postal se mostró casi inalterada, con esos dos proyectos revitalizando la zona pero todavía con los pobladores de siempre en sus casas bajas y sus generosos parques y jardines.

Por qué el cambio

El desarrollador urbano Valentín López Gastesi se remonta hasta los ‘90, con el proyecto del Grand Bell, como mojón del posterior crecimiento habitacional de la zona noroeste de la capital provincial. “Con él se empezó con los barrios cerrados y los barrios semi abiertos. Después llegaron otros, y se presentaron como punta de lanza de una zona que había sido más que nada productiva y se reconvertía en residencial. Así, el paisaje de campo se convierte en urbano”, afirma.

Para López Gastesi son múltiples los factores que llevaron al cambio. Por un lado, asegura, “el gusto de la gente que se volcó a los espacios verdes, la degradación de la Ciudad, escaparse de la inseguridad y la pandemia consolidaron la tendencia”. Y agrega: “la Ruta 2, que es la otra opción, no lo es para los vecinos que no quieren perder la sensación de pertenencia a La Plata”. También colaboró, en su opinión, la buena cantidad de colegios inaugurados en la zona en los últimos 30 años.

Considera López Gastesi por otra parte, que a la vez que se da un crecimiento importante en ese sector platense, la evolución no se acompañó con la planificación que merece semejante impulso. Señala, en esa dirección, que “no se contó con un estadista que planificara, porque los cambios de criterio de cada gobierno municipal traen consecuencias”, plantea y sostiene que el mayor problema está en la conectividad de la zona. “Faltan avenidas, puentes y movilidad de transporte público”, subraya.

Características del precursor

Tal como se indicó, frente a la cantera de 501 y 133, que se muestra de un tiempo a esta parte parquizada, iluminada a la noche, con senderos para el paseo y la actividad física y posee un gran uso de esparcimiento, la urbanización que se llamó Don Carlos fue de los primeros barrios abiertos de la zona. “Fue un desarrollo sin complicaciones desde el punto de vista de la localización y del Código de Planeamiento”, explica el presidente del Colegio de Arquitectos de La Plata, Gustavo Casco.

Efectivamente, al adquirir el terreno en el lugar los propietarios se comprometieron a cumplir con algunos criterios estéticos que debían respetarse al levantar sus viviendas. Por ejemplo, cuenta Rosato, quien está más que satisfecho con la experiencia y destaca los detalles arquitectónicos del conjunto: “Casi todos los terrenos tienen pileta, no hay quinchos que tapen el fondo de los parques sino que están incorporados al sector de la parrilla o a la casa”, puntualiza.

Como resalta Casco, “a raíz de ese barrio se desarrollaron otros, y un zona productiva de a poco se fue transformando en una zona residencial. Ya tenía cierta impronta residencial, y naturalmente fue creciendo en los bordes de la Ciudad y empezaron a aparecer zonas producto de la unión de las manchas entre Hernández y Gorina”.

¿Por qué del fenómeno? La tendencia se dio, según el arquitecto, por la cantidad de gente interesada en vivir en esa zona, más abierta, más verde, pero a pasos de La Plata y con una “mediana accesibilidad”, apunta. Uno de los mayores movimientos migratorios ocurrió tras atravesar la pandemia. “Aunque La Plata es un lugar lleno de plazas y parques, bien preparada para sobrellevar aquella emergencia, muchas personas que vivían en departamentos la padecieron y se inclinaron por un fondo verde dentro de su casa”, opina Casco.

Costos de terrenos

Gisela Agostinelli, martillera, describe el mismo cuadro de vecinos y profesionales sobre el avance urbanístico, y compara, asimismo, los valores de los lotes según la localidad. “En City Bell, un 10 por 30, cuesta alrededor de 40.000 y 50.000 dólares, y uno de 10 por 40, entre 50.000 y 60.000 dólares, mientras que en Gorina un terreno de 10 por 30 puede estar entre 32.000 y 35.000 dólares. Aclaro: en las zonas más buscadas, como en algunas calles paralelas a Cantilo, sale uno de 10 por 30 hasta 110.000 dólares”, estima.

La tendencia se dio por la cantidad de gente interesada en vivir en la zona, más abierta y más verde

Este sector del noroeste platense se caracterizaba por la actividad hortícola