

Existen prácticas fáciles para luchar contra las enfermedades degenerativas / Freepik
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Mantener la mente activa y lo más sana posible empieza con decisiones tan sencillas como caminar hasta la esquina, comer un poco mejor, dormir más o reírse con un ser querido
Existen prácticas fáciles para luchar contra las enfermedades degenerativas / Freepik
No es necesario esperar a una edad avanzada ni sufrir un susto para empezar a prestarle atención al cerebro. Cada día, en la consulta, los profesionales de la salud insisten en que el cuidado neurológico no debe pensarse como una reacción tardía sino como una construcción cotidiana. Médicos clínicos y neurólogos coinciden en un diagnóstico claro: muchas de las formas más comunes de deterioro cognitivo pueden evitarse o postergarse si se adoptan ciertos hábitos simples que comienzan mucho antes de que aparezcan los primeros olvidos. Prevenir, en este caso, no es un cliché médico: es una decisión diaria.
Lo explican con palabras llanas, sin alarmismos pero con convicción. No hay manera de revertir el daño cerebral una vez que avanza, aseguran, pero sí hay múltiples formas de fortalecer el terreno para que el deterioro no llegue o, al menos, llegue más tarde. La salud cerebral no se cuida solo con pastillas o con ejercicios mentales, dicen, sino también con actos cotidianos, incluso aquellos que parecen no tener nada que ver con el sistema nervioso.
El ejemplo más gráfico, quizás, es el uso del casco. Cada vez que alguien se sube a una bicicleta, a una moto o a un monopatín sin protección, expone su cerebro a un posible traumatismo que, en algunos casos, puede derivar años después en enfermedades neurodegenerativas. Las lesiones cerebrales repetidas, incluso las que no generan pérdida de conocimiento, pueden acumular un daño silencioso que se manifiesta con los años. Y lo mismo sucede con la audición: los especialistas advierten que la pérdida auditiva no solo afecta la comunicación, sino que incrementa significativamente el riesgo de desarrollar demencia. Por eso recomiendan evitar ruidos fuertes, usar protección en ambientes ruidosos y tratar cualquier déficit auditivo sin demoras.
En los consultorios también se insiste con el movimiento. No hace falta correr maratones ni inscribirse en un gimnasio: caminar todos los días, pararse cada tanto, mover las articulaciones, respirar aire fresco. La actividad física estimula la circulación, oxigena el cerebro y reduce los factores de riesgo cardiovasculares, todos ellos vinculados de manera directa con el deterioro cognitivo. Además, los médicos subrayan que no se trata solo de sumar años, sino de sumar años con calidad de vida, con autonomía, con lucidez.
Otro de los pilares que destacan es la alimentación. El colesterol elevado, sobre todo el que tapona las arterias, interfiere con el riego sanguíneo cerebral. Reducir las grasas saturadas, incorporar legumbres, frutas secas, vegetales de hoja verde, es parte del combo que recomiendan para cuidar no solo el corazón, sino también el pensamiento. En la misma línea, alertan sobre la importancia de mantener una buena higiene bucal: las infecciones en las encías, muchas veces subestimadas, pueden terminar afectando a otras partes del cuerpo, incluyendo el cerebro.
El sueño es otro capítulo clave. Médicos de distintas especialidades coinciden en que dormir bien es una de las formas más eficaces de cuidar la mente. Durante el sueño profundo, el cerebro limpia toxinas, consolida recuerdos, ordena la información. El insomnio crónico, por el contrario, actúa como un lento saboteador del equilibrio mental.
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También hay espacio para hablar del entorno. En varias entrevistas, los especialistas remarcan cómo la vida social, las conversaciones, la compañía, incluso el simple hecho de salir a hacer las compras o asistir a un taller, tienen un valor terapéutico que no siempre se valora. El aislamiento, la soledad y la tristeza crónica son considerados factores de riesgo tan importantes como la hipertensión o la diabetes. “No es menor que alguien tenga con quién hablar”, se repite en las salas de espera y en los pasillos de las clínicas.
Por último, hay recomendaciones menos conocidas pero igual de necesarias. Evitar la exposición prolongada a la contaminación ambiental, por ejemplo, es una de ellas. Las partículas ultrafinas que se inhalan en días de mucho smog o en incendios forestales pueden ingresar al sistema nervioso y generar inflamación.
Los cuidados del cuello también se mencionan con frecuencia: es la autopista por donde circula la sangre hacia el cerebro, y sufre cuando se aplican masajes violentos, manipulaciones bruscas o el uso descuidado de dispositivos vibratorios.
En resumen, lo que proponen desde el mundo médico no es una vida de privaciones, sino una vida atenta, consciente, acompañada. Nadie puede garantizar una mente invulnerable, pero todos podemos hacer algo para que esa mente llegue lo más sana posible a la vejez. Y, muchas veces, ese “algo” empieza con decisiones tan simples como caminar hasta la esquina, comer un poco mejor, dormir un poco más o reírse con alguien querido. El cerebro, agradecido.
1 Mantener una vida social activa: hablar, compartir, participar en actividades y evitar el aislamiento social ayuda a conservar las funciones cognitivas y el bienestar emocional.
2 Alimentarse de forma saludable: reducir grasas saturadas y sumar vegetales, legumbres y frutos secos contribuye a mantener arterias limpias y un mejor riego sanguíneo al cerebro.
3 Dormir bien: un buen descanso permite que el cerebro elimine toxinas y consolide la memoria. El insomnio crónico afecta seriamente la salud cerebral.
4 Realizar actividad física regular: moverse todos los días, aunque sea caminando, mejora la circulación cerebral, oxigena el cerebro y previene enfermedades cardiovasculares asociadas al deterioro cognitivo.
5 Prevenir y tratar la pérdida auditiva: mantener una buena audición reduce el riesgo de aislamiento social y deterioro cognitivo. Los especialistas insisten en atender cualquier déficit auditivo cuanto antes.
6 Usar protección para evitar traumatismos: especialmente en bici, moto o monopatín. Los golpes repetidos en la cabeza, aunque parezcan menores, pueden dejar secuelas neurológicas a largo plazo.
7 Controlar el colesterol y la presión arterial: los niveles elevados de colesterol LDL y la hipertensión afectan directamente la salud vascular del cerebro y aumentan el riesgo de accidentes cerebrovasculares y demencia.
8 Evitar el sedentarismo prolongado: estar sentado muchas horas seguidas impacta negativamente en la oxigenación cerebral. Cambiar la silla por una banqueta o simplemente pararse y caminar cada 20 minutos es una medida concreta para contrarrestarlo.
9 Cuidar el cuello: evitar tirones, masajes bruscos o malas posturas protege la irrigación al cerebro, que depende en gran parte de las arterias cervicales. Lesiones en esa zona pueden alterar la oxigenación cerebral o generar coágulos.
10 Estimular los sentidos: tanto la vista como el oído y el tacto deben ser ejercitados a lo largo de la vida. Usar anteojos si es necesario, hacerse chequeos sensoriales regulares y exponerse a estímulos variados ayuda a mantener activa la corteza cerebral.
11 Protegerse de la contaminación ambiental: en días de smog, humo o incendios forestales, los médicos y especialistas en infectologías recomiendan usar barbijos N95 y evitar la exposición al aire libre, ya que las partículas finas pueden ingresar al sistema nervioso y afectar la función cerebral.
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