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Séptimo Día |TENDENCIAS

En las entrañas de la bestia

Recorrer el mítico teatro Princesa de la mano de su directora artística. Presenciar el ensayo final para una obra en defensa de un lugar que siempre fue nuestro

14 de Febrero de 2015 | 22:04

Por JOSE SUPERA
Escritor

 

“Volver a emprender este viaje consiste en alzarse y ver al mismo tiempo todo desde lejos pero también en bajar y ver todo desde cerca. El fin de aquello que apenas ha comenzado, que recién comienza”.

Pier Paolo Pasolini

 

1.

El Mono Ibarlín vestido con mameluco gris arrancando yuyos del suelo. Después me guía con su linterna y subimos unas escaleras entre la penumbra de un mundo subterráneo que desconozco pero que es bien mío. Porque transitar el interior del teatro Princesa es reconocerse como humano pero también como platense. Es uno de los teatros más antiguos de la ciudad. Su cemento encerró drama y comedia y aplausos. Sus paredes tienen dibujos que pintaron manos desconocidas. Estoy entrando en las fauces de la bestia dormida. Siento el aire frío. Los telones del pasado cayendo sobre nosotros como olas rojas de terciopelo y tiempo. Bienvenido al vientre de la ballena dramática.

“El Mono Ibarlín vestido con mameluco gris arrancando yuyos del suelo. Después me guía con su linterna y subimos unas escaleras entre la penumbra de un mundo subterráneo que desconozco pero que es bien mío. Porque transitar el interior del teatro Princesa es reconocerse como humano pero también como platense”

2.

La directora teatral Beatriz Catani con una luz cayéndole de arriba y sentada en una silla en el medio de un escenario que puede ser el escenario de su vida y también de la nuestra. Su mirada tiene una fuerza misteriosa, un imán que te aleja, pero que no podés dejar de mirar. Beatriz tiene una experiencia teatral que la ha llevado a Alemania, Bélgica, España, Marte, Alpha Centauri, y muchos rincones del espacio y del tiempo. Su pareja, Quico García (fallecido hace unos años), fue quien tenía en sus manos las riendas de la bestia. Hoy es “Bea”, como le dicen sus dirigidos, la que se encarga de todo lo que pasa en ese universo descomunal e incontenible que es el Princesa. “Hace un tiempo se habla del teatro en los medios, en las redes públicas, en ámbitos políticos y organismos estatales. No voy a contar la historia del teatro que aparece periódicamente en los diarios; sino la de los personajes que desde el estreno de Maluco, hasta el día de hoy han pasado a lo largo de más de treinta obras estrenadas. Escuchamos decir que es un teatro abandonado: pero estamos acá, para presentarnos y dar nuestra mejor función”.

3.

¿Qué esconde el pasado tras bambalinas? ¿Es el tiempo y la vida una obra inconclusa que nunca termina? ¿Quiénes son los espectadores? ¿Qué esperan? ¿Realmente actuamos? ¿Es toda esta locura que nos rodea un drama teatral?

Beatriz caminando por los pasillos del Princesa. La sigo. La belleza, la historia de ese lugar. Cuánta ficción y cuánta realidad han transitado estos lugares. Quisiera que mis ojos fueran cámaras, que pudieran plasmar la belleza de estas imágenes que veo, esos camarines, esa estufa hogar en el medio de la nada, un bombo legüero descansando entre miles de instrumentos. Y entonces Beatriz me contesta que “la historia siempre es en definitiva una narración, por eso creo en la historia que se cuenta en los intersticios, en la subjetividades, en la fragmentación. La historia pensada en los desvíos que el tiempo y las afectividades producen”.

4.

La obra que presenta se llama “Nos, el Princesa”, y es un cóctel de adrenalina para los sentidos, una mezcla de venenos. Pero hay un orden en ese caos. Son cinco circuitos distintos dentro de la bestia dramática. El público elige un personaje. El que quiera. El que más lo represente. No es un juego. Porque de la mano de ese personaje harán un recorrido por el teatro Princesa, por su historia, pero a la vez un recorrido por el interior de nuestras conciencia más contradictoria, como si las diferentes obras que vamos viendo de la mano de los personajes, fueran territorios de nuestra conciencia, espacios inconexos. Esto es lo que dice Beatriz en el texto de presentación: “Les proponemos hoy un doble recorrido: por un lado por el espacio (las salas y los pasillos del teatro) y, a la vez por el tiempo (las obras y los recuerdos de cada uno). Espacio concreto y espacio de vacilación, donde se entrecruzan (confluyen) el cuerpo arquitectónico del teatro con la endeble materia del recuerdo y la emoción. Los actores nos cuentan su historia y la historia del Princesa -nuestra historia-: la que está inscripta en el tiempo y en la efímera materia del teatro; efímera como la condición de todos nosotros. Tal vez en definitiva, sólo nos sobrevivan los fantasmas”.

5.

Después todo se vuelve como un sueño de una noche de verano, una pesadilla dulce y confusa, entre grietas y follaje, entre luces de neón y música y voces que se ocultan para que todos las escuchen. En un momento estoy sentando en el invernadero del Princesa. Una actriz se queda con el torso desnuda dándome la espalda. Al rato estoy en una masa de oscuridad inmensa en la que hay una habitación rectangular blanca flotando. Dentro hay un hombre de traje con una linterna y un libro. Otro hombre irrumpe. También de traje, también con libro. Los separa un panel blanco. Los dos empiezan a hablar y conversar pero pronto nos damos cuenta que nos están discutiendo sino monologando cada uno sus verdades, tan parecidas, tan distintas a la vez. A veces dicen casi exactamente lo mismo. Cambian una palabra por otra. Un mínimo significado. Y lo que dice uno y otro, ya no es lo mismo, aunque parezca lo mismo, aunque no se entienda muy bien. Después salgo al patio y veo a una señora mayor con un vestido de leopardo y chaleco y sombrero de cuero. Tiene un altavoz en la mano. Al lado de ella hay una cruz de papel enroscada con una soga. La circundan otros personajes. Uno tiene una palangana con patos de goma. De una viga de la pared hay colgando un perchero. Una estatua de madera con una espada. Sigo recorriendo los caminos del Princesa. Encuentro un baño antiguo de azulejos verdes. Por la ventana entra una enredadera que se trepó y ahora cuelga del espejo. Acá dejamos entrar la naturaleza, me dijo Beatriz ya no sé hace cuánto, antes de irse a empezar el ensayo y dirigir a un ejército de actores. Me quedo en el baño solo. Mirándome en ese espejo. Las hojas verdes. Rodeando mi dibujo sobre el vidrio. ¿Qué contiene mi esencial naturaleza? ¿Por qué siempre el drama? ¿Es que tengo un recorrido establecido en mi interior? ¿Hay un circuito con obras? ¿De qué se trata esta comedia? Me toco la cara, sonrío. Salgo del baño y me pierdo en las entrañas de la bestia dramática. Salgo a continuar mi obra de teatro de solo un espectador. Aplaudirme o abuchearme. Drama o comedia. Luces o sombras. Todo está adentro mío. Pero también adentro del Princesa.

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