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Revista Domingo |INFORMACION GENERAL

Tarde de Domingo en Meridiano V

A comienzos del siglo XX empezó su desarrollo. La instalación de la Terminal Ferroviaria le dio su nombre. Cuando el tren dejó de pasar, el abandono no los paralizó. Hoy ofrecen una movida cultural que muchos se atreven a comparar con San Telmo. Sus adoquines, su gente y su presente invitan a recorrerlo. Una tarde de sorpresas en un tradicional barrio platense. Foto: Pablo BustiPor MANUEL DOMÍNGUEZ

Tarde de Domingo en Meridiano V

Tarde de Domingo en Meridiano V

29 de Junio de 2008 | 00:00
Por su pasado esta podría ser una crónica triste, melancólica. De esas historias en donde el tren un día dejó de pasar y todo cambió. Podría transcribir la fecha fundacional de la Terminal Ferroviaria. El ramal, su recorrido. La importancia del ferrocarril en los pueblos bonaerenses. El último relato memorioso de aquel viaje. La nostalgia que generó. La pena... En fin, aquellos recuerdos del pasado que sirvieron. Que sirven. Que dieron paso a la mutación. Al presente optimista que se merece el barrio Meridiano V.

Apropiándome de las palabras del periodista y escritor Orlando Barone, que los visitó recientemente, "es el milagro de los emprendedores de utopías de un barrio". De la solidaridad de su gente. Del sentido noble de la palabra comunidad. El pasado y el presente se magnifican y cobran sentido en los sonidos aún vivos y escondidos de los viejos adoquines que no permiten el olvido. Las fachadas intactas de las primeras casas. Los antiguos almacenes de ramos generales transformados en bares. El barrio invita a conocer aquello que fue una terminal ferroviaria, y que hoy es una estación cultural. Algunos lo llaman "El Santelmito", pero sinceramente el estilo del barrio y sus vecinos son únicos, no merecen que se los compare.

LA LLEGADA

Pablo, de unos treinta años, con trapito naranja en mano indica dónde es conveniente estacionar. Los primeros lugares son fáciles de conseguir. A medida que la tarde entra, los espacios libres no abundan. Es un domingo ventoso, el aroma a maní y la mezcla del maíz con azúcar se reproducen e invaden el olfato. "Hay pochoclo, garrapiñada y copos", cuenta Romina, esposa de Pablo. La ubicación privilegiada, delante del Centro Cultural y del grupo teatral "Séptido", le garantizan buenas ventas.

"Catalunya Circo. 16 hs", invita un colorido cartel. Una flecha naranja y verde indica que el espectáculo será en el primer piso. Una cartelera, lo primero que se ve después de la escalera, demuestra la concurrida guía de actividades que tiene el Centro. Como la función está próxima a comenzar, se escuchan los primeros "precalentamientos" de los músicos.

"Entramos como siempre. Después del cuento de la chancha, títeres..." se escucha del director artístico del grupo. "¿Nos vamos con esa canción?", pregunta detrás de una nariz de payaso, una joven actriz. Trompeta, guitarra, bandoneón, títeres que se hacen pis y la magia de los artistas se roban no sólo las carcajadas de los chicos, sino también la complicidad de los padres. Si las sillas no alcanzan, que son pocas, el piso invita a usarse.

LA MERIENDA

Son cerca de las cinco de la tarde y, más allá del mate que en cada entrevista aparece, el hambre empieza a amenazar. Dos canastos de mimbre cubiertos con impecables manteles, tapando un olor que se asoma, son la señal de que algo ocultan. Unas horas antes, Pablo e Ignacio retiraban del horno el pan casero relleno de rockefort, a cuatro pesos, que sirvió para calmar el apetito. "El de jamón y queso es el que más sale", aclara uno de los vendedores.

Los puestos de la Feria están en todo los bares y en lo que supo ser la sala de espera y boletería de la vieja Terminal. A la escena del hall se la podría definir como vanguardista. La imagen de la Virgen de Nuestra Señora de Luján, en una vitrina empotrada en la pared, se mezcla con las piezas artísticas de la muestra "Erotómana. Imágenes de Venus" de la artista Verónica Farina. El cuadro de una mujer gorda mostrando con orgullo sus dotes, con un peinado al estilo Betty Boop se roba todas las miradas.

En el viejo hall hay un living pensado para el descanso. Tres sillones, tapizados en cuero azul eléctrico, reposan sobre una alfombra -vintage y muy utilísima-, confeccionada con retazos de tela verde, rojo y amarillo. Un disc jockey y los puestos de ropa de diseñadores, todos muy jóvenes y atrevidos (en el buen sentido), completan el cuadro. Los diseños urbanos de Agueda y Belén, de la marca "Zaida", y los de Rhonda y Emilio, de Brüder, se llevan muchos elogios.

A los puestos de indumentaria se suman tres editoriales: Edulp, La Grieta y Comunicarte. A juzgar por los registros de ventas y los comentarios, la exitosa venta de libros es otra buena noticia. Una de las últimas incorporaciones es la maquilladora artística infantil Romina González. Los más chicos hacen cola para convertirse en pocos segundos en hadas y hombres araña.

Con las caritas recién maquilladas muchos se animan a hacer una parada en la "Estación: El Recreo". Atriles, pinceles, acuarelas, tijeras y témperas sirven para que los pequeños se vuelvan artistas por un día. Los hermanos Jorge y Enrique Nella son los que llevan adelante el proyecto: "Es un espacio libre para que ellos sean los protagonistas", explican. Todos los domingos el taller funciona desde las 15 hasta las 18 hs.

POR EL AIRE

Un volante que dice "Acrobacia Aérea" nos traslada hasta el Centro Cultural Viejo Almacén El Obrero, en la esquina de 13 y 71. En una de las edificaciones más antiguas del barrio, 1927, y -considerado 'Patrimonio Histórico Municipal'-, equiparon un lugar en donde arneses, sogas, trapecios y música se combinan con facilidad para hacer caminar a sus alumnos "por las paredes". Paco Suárez, el instructor, que además es actor, invita a presenciar el espectáculo de "Séptido", frente a la vieja Terminal, en donde él representa al maquinista.

"Palmas, palmas, palmas", indica Matías, el guarda en el espectáculo "Tren a cuerda", del Grupo Séptido. El show es por demás colorido, no sólo por sus banderines, sino por la simpatía de todos. Los autos que circulan frenan y los peatones, sin importarles el frío, se detienen. Los viejos adoquines les sirven como escenario.

Roban a un hombre del público, al que lo hacen pasar por Sergio Denis (es muy parecido), se trepan por las paredes, hacen piruetas en el aire, juegan con fuego y entretienen con chistes a todo el público. El brillo de estos artistas callejeros irradia luminosidad, de la misma manera que el sol cuando rebota sobre los vidrios del primer piso de la vieja Terminal. Contentos de que en la gorra hay billetes de todos los colores, "la troupe" agradece y se despide. Aplausos, muchos aplausos.

EL VISIONARIO

Pese a ser uno de los vecinos más famosos, al señor Rissi de 71 entre 17 y 18, pocos lo conocen por su apellido. Todos lo llaman por su nombre y muchos lo reconocen por su profesión. Cuando alguien en el barrio pregunta en dónde comer, la respuesta siempre es la misma: "En lo de Edgardo". En medio de una selva de antigüedades y de fotos de su "Pincha querido", Edgardo recuerda sus primeros pasos en el Meridiano V que lo vio crecer.

A punto de cumplir sus Bodas de Oro al frente del restaurant, Edgardo relata que "cuando acá no pasaba nada, yo sabía que esto iba a explotar. Fui un visionario". Las paredes, hoy plagadas de objetos propios y regalados, fueron testigo de aquel "pibe que con 15 años entró en 1950 a comprar un pebete. Era el mensajero de la Terminal". Motivando al consumo, indica que las milanesas rellenas son su fuerte.

Sólo basta leer los carteles para entender al diccionario del Bar Imperio. Todo es simple, directo. "Humedad del bar de al lado", indica el cartel que da al Bar Mirapampa. Si bien eso ya pasó, la leyenda resulta divertida. "La Feria trajo mucha gente. Antes a esa hora teníamos cerrado. Genera una movida bárbara", asegura Neco, el dueño del bar. Una herrería de los años '20, que supo ser un balcón, hoy sirve de apoyo para el DJ. Una balanza antigua, un dispenser para la damajuana de vino y las queridas jarras pingüinas forman parte de la utilería gastronómica del bar.

La culpa de la Feria la tiene "La más coqueta". Todo comenzó cuando dos amigas, Cecilia y Julieta, crearon su propia marca de collares. Como las invitaban a participar en las distintas ferias de la ciudad, creyeron que no sería tan difícil armar la propia. Así fue que en octubre del año pasado comenzaron en el Bar Ciudad Vieja. Los puestos no llegaban a diez, y sólo era un domingo al mes. La onda expansiva y la buena onda de estas dos amigas hizo que hoy la "Feria en la Esquina" tenga más de 50 puestos y que esté todos los domingos.

JUAN, EL COORDINADOR

"El barrio favorece la formación de un sentido de pertenencia, sustentado en compartir la vecindad", menciona en una parte el proyecto presentado por los vecinos ante el Ejecutivo municipal. El fue uno de ellos. Lo sigue siendo. Su cargo actual es el de Director del Centro Meridiano V, pero prefiere que le digan "Coordinador". Lleva el proyecto en la sangre. Se le nota. Disfruta y padece como nadie los errores y aciertos. "No quiero quemarme", dice, "pero el compromiso me lleva hoy a defender a dos actores importantes". Tiene más de treinta, pero conoce la historia del barrio como si tuviera setenta. Su nombre es Juan Montiel.

Con café y pastafrola de por medio, en el bar Ciudad Vieja, Juan continúa el relato: "La vinculación barrial nos permite diseñar políticas culturales a través del diálogo y que los distintos actores puedan trabajar en conjunto, ya que para jerarquizar Meridiano V necesitamos de todos: grupos independientes, el sector privado y el Estado acompañando ('y no cooptando') la actividad cultural", afirma. Sabe que "todavía falta mucho por hacer pero estamos convencidos que el camino que comenzamos a transitar es el correcto y seguiremos en él".

ENSAYO Y DESPEDIDA

La noche cayó pero el barrio sigue despierto. Se escuchan a lo lejos unos tambores. No son pocos y el sonido se acerca cada vez más. "Las llamadas de candombe son uruguayas, usaban los tambores como protesta, se autoconvocaban. Los vecinos los oían y abrían sus puertas para acompañarlos", explica Gonzalo mientras su tambor piano descansa. El ensayo de la cuerda de tambores "La Minga" comenzó a las siete de la tarde en la esquina de 12 y 71. Los tambores y el cuerpo de baile tardaron una hora en llegar hasta el Centro Cultural. Como en Montevideo pero en La Plata, los vecinos los escuchan y saludan. Los otros, se sorprenden.

Un mensaje, perdido entre mucho cartel e información que anda dando vuelta, sirve para finalizar la crónica: "Somos parte del futuro que trajo el tren. Hay una estación, un edificio que se volvió a llenar de sonidos, de gente. Hoy ... ya nadie espera el tren, pero nadie lo olvida".

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