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Una historia que reabre el debate sobre la muerte digna

El caso de la chica que eligió morir en EE UU actualiza un tema con complejas aristas éticas

2 de Noviembre de 2014 | 00:00
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Que dice la leyBrittany Maynard, la joven estadounidense con un tumor cerebral con un pronóstico de pocos meses de vida, decidió ayer finalmente retrasar su decisión de matarse. “Todavía no es el momento”, aclaró en un video que subió a internet, pero su historia, decisión al margen, ya fue lo suficientemente conmovedora como para reavivar el debate acerca de si la eutanasia o la muerte asistida es un derecho que debería estar contemplado por la ley, o al menos no penalizado, y hasta qué punto se trata de un acto de autodeterminación sobre el cuerpo.

En nuestro país, se sabe, la eutanasia está prohibida pero existe la posibilidad de que los pacientes -o sus familiares, según el caso- puedan negarse a seguir recibiendo un tratamiento en caso de que se trate de una enfermedad terminal. De lo que dice la ley a lo que sucede en la práctica, sin embargo, todavía hay un largo trecho. “Sucede que los médicos no fuimos preparados para dejar morir a nadie -dice la médica platense Ceciclia Jaschek, especialista en cuidados paliativos-. Por más que haya una norma que lo contemple o una familia que lo pida, a los médicos les cuesta hacerse cargo de una decisión semejante. No es algo sencillo”.

Lo que dice la especialista llega a oídos de Ignacio Maglio, un abogado experto en bioética y quien conoce bien esta disyuntiva recurrente en los médicos. “Desde ya que no es sencillo -admite-, pero se debería entender que la muerte no es un fracaso de la medicina sino algo natural, que ocurre. Me parece válido intentar extender la vida como, en determinado caso, poder terminarla para que quien sufra logre irse en paz”.

En mayo de 2012 se modificó en el país la Ley 26.529, otorgándole al paciente la posibilidad de aceptar o rechazar tratamientos, intervenciones e incluso soportes vitales como hidratación o alimentación

Controvertido, polémico y doloroso, el tema toca fibras sensibles y divide las aguas. Para Gisela Farías, por ejemplo, licenciada en psicología y Doctora en Filosofía del Derecho-Bioética, “la eutanasia y la muerte asistida ponen en juego el derecho de autodeterminación de las personas, por fuera de la religión y por fuera de una patología psíquica, y representan el derecho a quitarse la vida cuando las condiciones no responden a la noción de dignidad singular, es decir, de cada sujeto”.

Farías, autora del libro Muerte Voluntaria , sostiene que “desde la postura religiosa se oponen a la eutanasia a partir de decir ‘la decisión última de nuestra vida la tiene Dios’”, mientras que para la corriente a favor de la eutanasia “se ratifica que la autoridad última de la vida es la propia persona”. Según ella, “ninguna de las dos posiciones es mejor que la otra; el tema es que la legislación en una sociedad democrática y pluralista debería respaldar en el derecho a ambas posturas y eso no sucede. Hoy el creyente tiene sus derechos protegidos, pero quien quiere practicar eutanasia no”.

LA NORMA

En mayo de 2012, vale recordar, se modificó en el país la Ley 26.529, de Derechos del Paciente, otorgándole a éste la posibilidad de aceptar o rechazar tratamientos, intervenciones e incluso soportes vitales como hidratación o alimentación con o sin argumentación, aún cuando la no aplicación de estos pueda desencadenar en el fallecimiento.

“Éste ha sido un avance y la sociedad tiene cada vez más respeto por el paciente -apunta Farías-. En este sentido existe una conciencia cada vez mayor. Incluso, por ejemplo, los Testigos de Jehová pueden desde hace tiempo rechazar transfusiones de sangre si dejaron directivas anticipadas. La pregunta entonces vuelve a ser: ¿por qué cuando los argumentos son religiosos es posible y cuando son laicos no?”.

La eutanasia implica la participación de un tercero en el acto de quitarse la vida, mientras que el suicidio asistido implica que la persona se suministra por sus propios medios aquello con lo que se matará.

“Nadie llega a esta decisión fácilmente. Si una persona vive en sociedad y todos sus actos son regulados por el Estado, por qué si quiere quitarse la vida por tener una enfermedad terminal tiene que hacerlo en un marco de clandestinidad, de culpa, como es un suicidio”, opinó Farías, para quien “lo que es esencial es que exista -por parte del paciente o su familia- una voluntad clara, expresa e incluso escrita, porque es allí donde hay un ejercicio de la autodeterminación”.

EN LA VEREDA DE ENFRENTE

Un postura contraria es la que sostiene, por caso, el doctor Rafael Pineda, jefe del Departamento de Bioética de la Universidad Austral, quien asegura que “un médico jamás puede estar a favor de la eutanasia porque nuestro objetivo es curar al enfermo o aliviarle sus padecimientos, siempre es por la vida. Cuando una persona expresa su voluntad de eutanasia lo que está haciendo es pedir ayuda. El caso de Brittany fue un pedido público, y la sociedad respondió con cientos de cartas dándole ánimo, pidiendo que revea su decisión y al parecer ella lo está haciendo”.

La joven estadounidense que había fijado su voluntad de quitarse la vida hoy, subió como se dijo a las redes un nuevo video en donde postergó esa fecha bajo el argumento de que todavía se siente bien, aunque no pone en cuestión la decisión en sí (ver “La joven...”).

“Existen muchas cosas que la ciencia puede hacer por una persona en esta situación. La medicina paliativa ha presentado desarrollos extraordinarios para acompañar al paciente en sus últimos días, sin sufrimiento y en paz”, aseguró Pineda. Y detalló que “hace algunos años un hombre estaba muriendo y nadie le había explicado bien su situación. Yo recuerdo que hablé con él largas horas contándole qué tenía y cómo se iba a desarrollar la enfermedad y él me lo agradeció enormemente y se quedó mucho más tranquilo. Lo que el médico debe hacer es no abandonar al paciente aún cuando no haya más nada para hacer. Porque para lo que hoy pueda parecer que no hay más opciones, quizás la medicina ofrece algo en un mes, y por esto también es desacertado pensar en quitarse la vida”.

En relación a verlo como un derecho del paciente el médico rechazó este punto de vista y afirmó que “el derecho es a la vida, a recibir el mejor tratamiento adecuado, no a la muerte”, y aclaró que “si bien yo soy religioso y practicante, estas argumentaciones están dadas desde el plano laico y profesional”.

No obstante, para Farías, “el paciente pudo haber recibido el mejor tratamiento paliativo, estar plenamente acompañado por su familia y por la comunidad pero aún así tomar esta decisión.

“Obviamente que primero habrá que ver si no se trata de una depresión tratable que una vez superada el paciente revierta su decisión. Pero incluso la persona puede tener una gran tristeza que no es incompatible con que entienda las consecuencias de la decisión y esto habría que respetarlo”, concluyó.


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