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La Ciudad |PARQUE SAAVEDRA

Del otro lado del árbol: un cuento con final feliz

La biblioteca popular “Del otro lado del árbol” es un espacio pensado y hecho para los chicos desde tres grandes dimensiones: la educación, la salud y el arte. Hoy cuenta con más de trece mil quinientos libros, cinco mil setecientos socios activos, y es la tercera salida más pedida por la comunidad educativa de La Plata, después del Museo y el Zoológico. La lucha de una madre en memoria de su hija

Del otro lado del árbol: un cuento con final feliz

Por VERONICA LISO

27 de Mayo de 2017 | 02:26
Edición impresa

La luz de sol entra por las ventanas y aumenta la sensación de calidez que reina en la Biblioteca. Adentro, origamis, colgantes, lámparas de papel, juegos, libros y más libros. Una nena de seis años no puede decidir cuál de los dos libros que tiene en sus manos se llevará a casa. Al lado, dos voluntarios cargan en el sistema los préstamos a los socios y tres músicas ensayan canciones infantiles con una guitarra criolla. Suenan bien.

Del otro lado, está el arco que señala el sector de los más chicos: la bebetera. Allí, rodeado de peluches, libritos, almohadones y juegos de encastre está Ramón Duffard. Tiene un año y medio, está sentado con las piernas abiertas y un libro en la mano. Recorre con la mirada a los ocho bebés que comparten con él la bebetera. “Somos muy habitué, jura Lali, que además de ser la madre de Ramón es Profesora de Letras.

Se emociona un poco al contar que Violeta, su otra hija de 4 años, que ahora está en el jardín, aprendió a decir su apellido en “la Biblio” buscando la vuelta para relacionarse con otras Violetas. “Cómo sale a las cinco de la tarde y solo le queda media hora, la traemos los sábados a los talleres. Ahora quiere venir al de Murga”, cuenta Lali y asegura, “este lugar es muy lindo, tiene unos libros buenísimos y encima es gratis: te vuela la cabeza”.

Niñas que juegan para siempre

Pilar tenía 5 años, iba a la última sala del jardín de infantes, le gustaba treparse a los árboles, escuchar cuentos, y dibujar nenas con pestañas larguísimas como las suyas. Fue en ese momento, abril del 2010, que los médicos descubrieron que Pilar tenía cáncer.

Paula Kriscautzky, su mamá, se tomó licencia en el jardín donde trabajaba. Cada 28 días, Pilar se internaba en el Hospital de Niños de La Plata para hacerse quimioterapia. Después de seis o a veces diez horas de hospital, se cruzaban al Parque Saavedra a tomarse un respiro de la enfermedad.

Paula no aparenta sus 40 años. Tiene ojos verdes que miran profundo y la costumbre de poner las manos debajo de las piernas, como agarrándose de la silla cuando le toca contar cosas difíciles. “El Parque Saavedra para mí que soy platense es un paseo obligado”, dice.

En diciembre del 2011, cuando Pilar ya estaba muy enferma, Paula buscó a Fernando Rigone, escultor urbano. “Le pedí que haga una obra que represente a Pilar”, dice sentada en una silla de madera verde de esas que usan los nenes en el jardín. Afuera, a través de la puerta abierta de la Biblioteca, se ve la escultura de madera hecha para homenajear Pilar: se llama “Nenas que juegan para siempre”.

Un día en el medio del tratamiento, Pilar le dijo a Paula, “que lindo sería que las enfermeras además de traer inyecciones y remedios trajeran libros y crayones”. Esa frase marcó a la familia y fue la piedra fundamental sobre la que se construyó “Del otro lado del árbol”, una biblioteca popular que es un legado de la hija que partió, un testimonio vivo en medio del paisaje verde del Parque del amor de Pilar por la lectura y por la naturaleza. Paula entendió que esa frase en definitiva significaba: “qué bueno sería que además de vernos como enfermos nos vean como niños”.

En una de las tantas sesiones de quimioterapia, madre e hija comenzaron a soñar con una biblioteca ambulante que recorriera las distintas salas del Hospital, llevando a los niños internados libros, crayones y hojas para colorear para que por un momento puedan escaparse a través de los cuentos a lugares lejanos de la realidad que les tocaba vivir. Así empezó todo.

Pilar falleció en el 2011. Al poco tiempo Fernando, el escultor, le habló de un galpón abandonado en el Parque. Paula fue a la Municipalidad y le cedieron el espacio. Con la ayuda de familiares y amigos, limpiaron el lugar. Unas muralistas se ofrecieron a llenar el galpón de color con la pintura que donó un vecino. Paula llevó todos los libros de su hija y además dejó en una librería platense una lista de libros que ella quería tener en la Biblioteca para que la gente se acercarse y comprara uno para la inauguración.

“Conocí a Paula unos años antes de que naciera la Biblioteca”, dice Silvio Brito que trabajaba de cajero en el supermercado del barrio. Se veían todos los días, charlaban un poco, y así se fue haciendo amigo de la familia. “Cuando le diagnosticaron la enfermedad a Pili, como todos, tratamos de estar cerquita y acompañar. Cuando surgió la idea de la Biblio me sumé con lo que podía.” Silvio pensaba que no tenía mucho para aportar, pero a los pocos días se necesitaba coordinar muchas voluntades y difundir lo que se hacía. “Me reencontré con mi costado periodístico”, dice. Hoy se encarga de hacer la prensa de un proyecto que nació chiquito y se volvió inmenso.

Además del proyecto de Biblioteca, una de las grandes luchas de Paula es que en los espacios de salud se contemple que el niño no es una enfermedad o un número más, sino una persona, con sueños, miedos y una familia que hace lo que puede para acompañarlo. Así nació a los Chicos por su nombre.

“El proyecto estipulaba que en cada cama de cada chico que tiene que estar internado figure, además del número de cama, su nombre. Para que el médico, el enfermero o cualquier agente de salud que se acerque lo llame por su nombre”, explica la mamá de Pilar. Tras recorrer pasillos, reuniones y redactar documentos, el 8 de septiembre de 2016 la Ley quedó promulgada por el Poder Ejecutivo Provincial. Ahora esperan que se reglamente para que se convierta efectivamente en una política pública.

Pensado para chicos

Cuando los chicos entran por primera vez a la Biblioteca, ven miles y miles de libros, almohadones, puffs, dibujos, colores, unas letras enormes que cuelgan del techo y que forman el nombre de Pilar. En general lo primero que sale de sus bocas es un “guaau”. Por esa expresión trabajan día a día las personas que hacen “Del otro lado del árbol”.

Desde su inauguración, la Biblioteca abre de lunes a viernes de 9:30 a 17:30. Tienen más de trece mil quinientos libros y cinco mil setecientos socios activos. Durante la semana también la visitan grupos de jardines y escuelas de toda la zona. Un equipo especial de docentes, narradores, profesores de música y arte, se encargan de las visitas. “Del otro lado del árbol” es la tercera salida más pedida por la comunidad educativa de La Plata, después del Museo y el Zoológico.

Además de la Biblioteca está el atelier donde todos los días 14.30 hay un taller de arte: fotografía, plástica, pintura. Este año incorporaron uno de experimentos científicos a cargo de un grupo de estudiantes de la Facultad de Geología. También tienen un taller de objetos y otro de realización de libros. Siempre gratis y abierto a cualquier chico que pase por el Parque. Los viernes hacen la Bebeteca, el espacio de estimulación temprana para bebés. Todas las semanas van de de visita a la Casa Ludovica para leer cuentos, y además reciben a los bebés de Casa Cuna.

Además del proyecto de Biblioteca, una de las grandes luchas de Paula es que en los espacios de salud se contemple que el niño no es una enfermedad o un número más, sino una persona, con sueños, miedos y una familia que hace lo que puede para acompañarlo. Así nació a los Chicos por su nombre

Fernando Rigone, el escultor, nunca se fue. Hoy se ocupa con otros compañeros del mantenimiento y es el artífice de todos los juegos que rodean la Biblioteca. “Acá no había nada, era un galponcito vacío, pelado. De a poco construimos todo el patio de juegos”, dice Fernando. A pesar de que a veces llegan y descubren algún destrozo, eligen estar en un espacio público, “Es un lugar de todos, es un lugar que iguala, porque en el juego se suben pibes que tienen mucha plata con chicos que no tienen nada, y juegan juntos”, dice explica.

Los sábados al mediodía, está el taller de murga para cantar sobre los derechos de los niños. Después, jornadas que combinan espectáculos artísticos, talleres plástico-literarios y rondas de cuenta-cuentos. Las familias se juntan entre los juegos y las esculturas a disfrutar del Parque en un espacio cultural que ya es parte del circuito de la ciudad. “El platense está acostumbrado a ir a la plaza y que haya espectáculos a la gorra, en otras ciudades es algo hasta raro”, dice Paula.

Niñeras, abuelos, padres, madrinas, tíos, llegan de la mano de los chicos a la Biblioteca. Algunos la incorporaron a su rutina, como las clases de inglés o de fútbol, y tienen un día fijo de la semana para ir a leer. “Nosotros somos simplemente mediadores la idea es que el adulto que los traiga se tome el ratito y el tiempo para leerles”, dice Paula.

Detrás de la ONG “Del otro lado del árbol” hay cincuentas personas que se organizan en comisiones de trabajo. Desde el mantenimiento hasta la parte contable, cada integrante aporta como puede y en lo que puede. Alicia, por ejemplo, organiza una lista de colaboradores que hacen tortas para vender.

Se puede acompañar de muchas maneras: dando tiempo, económicamente, a través de un sistema de amigos; llevando un libro, o siendo parte de la lista de hacedores de tortas de Alicia.

Hoy, por ejemplo, les hace falta un contenedor. Necesitan una estructura móvil, para no invadir el Parque con cemento, y contener los proyectos nuevos, como ampliar el área de literatura para adolescentes.

Un libro para entrar en multiples universos

Había una vez una nena que jugando en el bosque se encontró con una casa, por una ventana vio luz y se asomó: una anciana se calentaba las manos cerca del fuego y el reflejo de las llamas le transfiguraba la cara, parecía una bruja. La niña se asustó y se escondió detrás de un árbol. La anciana la siguió, se sentó del otro lado y le contó un cuento sobre un dragón. La nena se metió dentro de la historia y jugó con él, se divirtió tanto que cuando terminó la historia se sentó junto a la anciana Del otro lado del árbol y se hizo su amiga para siempre. Ese cuento con imágenes, de la escritora francesa Mandana Sadat, era el favorito de Pilar.

Paula descubrió que el galpón abandonado en el Parque Saavedra era la casita del cuento y que ese árbol enorme que está en frente era el árbol del cuento y por fin supo que “Del otro lado del árbol”, también es una forma de entender la vida, de enfrentar los miedos, de transformar el dolor en acción.

“Yo no fui nunca muy lectora. Pero a partir de mi carrera descubrí que era una herramienta maravillosa para laburar con los pibes”, dice. Además de Pilar, Paula tiene dos hijos más grandes, Santiago de 21 y Clara de 18. “Siempre el libro era una inversión, encontraba cualquier excusa para comprarles uno. Descubrí que les permitía entrar en múltiples universos”, cuenta.

“Pili como era la tercera, además de los suyos venía heredando los libros de sus hermanos, y en los momentos de atravesar su enfermedad nos ayudaron un montón, cargábamos la mochila con los cuentos, con los crayones, con las pinturitas y salíamos a lo que nos tocara hacer. Puedo decir desde mi propia vivencia que los libros son importantísimos en el desarrollo de los niños.”

A fines del año pasado Mandana Sadat, la autora del libro preferido de Pilar vino a la Argentina. La invitaron a un evento literario y viajó desde Francia con una sola condición, que le dejaran un día libre para conocer la Biblioteca popular “Del otro lado del árbol”. “Con Mandana tuvimos un primer contacto, cuando arrancó todo. Es muy amorosa, muy sensible y estaba muy encantada con todo lo que pasa acá”, cuenta Paula.

Poco tiempo después, la autora francesa escribió lo movilizante que fue darse cuenta lo que generó su libro, una inmenso efecto en cadena y una historia increíble del otro lado del mundo.

A la Biblioteca, tiempo atrás le sumaron una novedad: libros para niños no videntes. Todo surgió a raíz de la visita de dos niñas ciegas. “Las mamás nos contaban que había muy poco material para que ellas pudieran leer con sus manos, sumado a que como cualquier chico chiquito todavía no leían braille. Por eso la idea era que pudieran leer las imágenes”, cuenta Paula. Empezaron a pensar ideas con las artistas plásticas que forman parte del espacio. Se contactaron con la Unidad Nº 9 que tiene un taller de braille dentro de la cárcel. Después consiguieron una máquina Perkins, para escribir en braille. Al tiempo apareció Dani, un colaborador que hace grabado y empezó a investigar en relieve.

De a poco fueron sumando libros de calidad para niños ciegos y disminuidos visuales. Están en estanterías comunes porque “la idea es que un pibe que sí ve, pueda encontrarse también con este otro lenguaje y saber que hay niños o grandes que leen también con sus manos”, dice Paula.

El último 2 de abril “Del otro lado del árbol” cumplió seis años y a Paula se le cruzó por la cabeza lo mismo que se le cruza en todos los aniversarios: Pilar. Ese día celebró la vida de su hija menor y lo hizo acompañada. “Por supuesto festejamos el nacimiento de la Biblio y todo lo que vino después, pero sobre todo la vida de Pili, que se ha multiplicado increíblemente en afecto, en otros que no la conocieron pero que la conocen a través de este espacio. Pilar representa la infancia que queremos para los chicos: un lugar en la plaza, un lugar compartido, un lugar de encuentro”, Paula mira el techo con sus ojos verdes, cristalinos y dice, “Pilar ya no está pero esta Biblioteca me permitió todos los 2 de abril festejar su vida.”

 

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