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El espejismo

El espejismo

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

16 de Diciembre de 2018 | 05:59
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Nuestro hombre en Madrid permaneció hasta ayer en el Bernabéu. Se quedó por las dudas. Le aseguraron que la miniserie River-Boca realmente había acabado el domingo pasado. No lo creyó. ¿Y si el TAS le da la razón a Angelici? A nuestro hombre ni siquiera le importa que le digan que Boca ya no tiene DT. Tampoco sirve decirle que Boca ya está preparando, otra vez, un nuevo equipo para 2019: por lesiones, ciclos cumplidos, contratos en dólares, porque “la Copa Libertadores es mi obsesión” y, ante todo, porque hay elecciones. Nuestro hombre no cree en nada de lo que le dicen. Y, si atendemos en serio a todo lo que sucedió en estas últimas semanas, nuestro hombre tal vez tenga razones de sobra para seguir desconfiando.

A nuestro hombre en Madrid tampoco lo convence que le aseguren que River debuta este martes en Abu Dhabi como campeón oficial de la Copa Libertadores. Y que el Mundial de Clubes que organiza la FIFA de Gianni Infantino, suponemos, es algo más serio que la Libertadores de la Conmebol. ¿Pero acaso en 1988 no le quitaron el oro a Ben Johnson y se lo dieron a Carl Lewis en los cien metros históricos, y tramposos, de los Juegos Olímpicos de Seúl? ¿Y acaso el Comité Olímpico Internacional (COI) no sigue analizando aún hoy viejas muestras de doping y quitando y redefiniendo podios de Juegos anteriores? Son argumentos que suele citar nuestro hombre en Madrid. Es que, más allá de la alegría de River, “la final más larga de la historia”, sabemos, terminó convirtiéndose en una pesadilla interminable. Y nuestro hombre, como aquel soldado japonés que siguió refugiado en una isla aún medio siglo después de que terminó la Segunda Guerra Mundial, nuestro hombre decidió parapetarse en el Bernabéu.

La decisión, eso sí, sirvió a nuestro hombre para escuchar hasta ayer mismo risotadas y burlas especialmente por aquella media hora inicial espantosa del Superclásico, puro nervio y tensión, pifias ridículas y pases a nadie. Escuchó también a los hinchas locales decir que River y Boca estarían entre los últimos si jugaran en la Liga española. O en el medio de la tabla. Apenas un cuatro por ciento, según una encuesta de TV, concedió que podían aspirar a zona Champions. Haberse refugiado en el Bernabéu permitió también a nuestro hombre ser testigo de lo mal que está jugando el dueño de casa, posible rival de River en una eventual final Europa-Sudamérica en Abu Dhabi. Es cierto, el Real Madrid-CSKA del miércoles pasado -con el grupo de Champions ya definido- era apatía pura, lo opuesto a la final de la Libertadores. Pero más de cincuenta mil personas (una Bombonera llena) vieron a Real Madrid por primera vez en su historia perder tan duro en casa por copa europea. Primera vez en 45 años que ni siquiera anota un gol de local.

Nuestro hombre en el Bernabéu se convenció entonces esa misma noche -la del cero-tres contra el CSKA por Champions- que el River del Muñeco Gallardo puede ganarle a este Real Madrid

 

Y lo silbaron. Nuestro hombre en Madrid escuchó los silbidos al terminar el primer tiempo y al final del partido. Y escuchó a los hinchas insultar a Isco, héroe seis meses atrás, hoy con futuro incierto en el equipo. Nuestro hombre vio inclusive que Isco, insólito, hasta rechazó ponerse la cinta de capitán cuando se la quiso dar Marcelo, que salía reemplazado. Lo vio perder 22 pelotas. Y contestarle a los hinchas, que entonces lo silbaron más todavía. Era una noche de rutina. Terminó siendo pesadilla. Cero-tres igual que contra Eibar unas semanas antes. Y nuestro hombre en el Bernabéu se convenció entonces esa misma noche que el River del Muñeco Gallardo puede ganarle a este Real Madrid. Porque además volvió a ver ayer al equipo de Solari, ya con todos los titulares, pero otra vez irregular contra Rayo Vallecano. ¡Cómo bajó el tricampeón de la Champions desde que se fueron Cristiano Ronaldo y Zinedine Zidane!

Vallecas, casa del Rayo Vallecano, es un barrio obrero, que sufre estos tiempos globalizados de trabajo precario. Vallecas no formó parte del circuito turístico que pudieron añadir a su viaje a Madrid algunos hinchas de River y de Boca. Nuestro hombre sí recorrió Vallecas. Y vio también en el casco histórico de Madrid, ya en la medianoche, a los manteros senegaleses corriendo cada vez que llegaba la policía. Y a decenas de hombres durmiendo en la Plaza Mayor bajo temperaturas mínimas. Más de dos mil personas duermen todas las noches en las calles de Madrid. Nuestro hombre escuchó sin embargo a muchos hinchas argentinos elogiar a España como si fuera el nuevo paraíso. Todo por la muy buena organización de una final que nuestro país, por lo que fuere, no pudo organizar.

En Abu Dhabi todo parece funcionar aún mejor. Allí tampoco hay barras bravas. Tampoco hay democracia. Lo que sobra, claro, es el dinero. Igual que en Qatar, sede del próximo Mundial. Es el fútbol y el mundo que nos toca. Cada uno con sus virtudes y sus limitaciones. Y sus presupuestos. Por momentos, dan ganas de preguntarse hasta cuándo nuestra historia, nuestra eterna fábrica de fútbol podrá seguir compitiendo en ese Primer Mundo de la pelota con alguna aspiración legítima de ganar. Se acerca el turno de River. Como sea, por mérito propio, o porque el rival está en crisis, un eventual triunfo ante el rey europeo sería acaso parte del espejismo. Sería eso. La fiesta del espejismo.

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