Un duelo de personalidades con marcadas diferencias, pero también con similitudes

Cuando viajó a Moscú hace cinco años para el concurso de Miss Universo, Donald Trump se preguntó si se cruzaría por casualidad con Vladimir Putin. “Si eso ocurre, ¿se convertirá en mi nuevo mejor amigo?”.

En la actualidad, aunque el millonario convertido en presidente de EE UU se dispone a reunirse hoy con su homólogo ruso en su primer cumbre bilateral en Helsinki en un contexto muy diferente, esta cuestión sigue estando en boca de todos.

Siria, Ucrania, acusaciones de injerencia... Los contenciosos entre Moscú y Washington se multiplicaron en los últimos años, pero gran parte de la atención estará puesta en la relación personal entre los dos mandatarios.

Hace tiempo que Trump expresa su admiración por el hombre fuerte del Kremlin, mientras la inteligencia estadounidense afirma que Putin ordenó una discreta campaña en internet destinada a favorecer la victoria del magnate inmobiliario en las elecciones presidenciales de 2016.

En lo que respecta al temperamento y al estilo, los dos presidentes no podrían ser más diferentes.

Mientras que Trump no tiene pelos en la lengua y no duda en tratar bruscamente a sus interlocutores, contradiciéndose a veces a sí mismo, a Putin parece que nunca se lo toma por sorpresa en público y raramente muestra sus emociones.

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Trump no duda en exponer a diario su estado de ánimo en las redes sociales, mientras que Putin ni siquiera tiene un teléfono inteligente y prefiere intervenir en televisión o a través de su portavoz.

Pero estas diferencias no tienen por qué impedir que los dos dirigentes se entiendan.

“Putin demostró tener un verdadero talento para leer las personalidades. Lo aprendió en sus años de agente de inteligencia y creo que tiene una habilidad especial para identificar las debilidades” de sus adversarios, considera Alina Poliakova, de la Brookings Institution de Washington.

“DE HOMBRE A HOMBRE”

“Va a elogiar a Trump y tratar de crear un vínculo de hombre a hombre con él. Trump será receptivo a este tipo de acercamiento”.

Si Putin opta por esta estrategia, podrá apoyarse en las verdaderas similitudes. Ambos prefieren las decisiones por sorpresa y unilaterales a las largas discusiones en las sedes de instituciones internacionales.

Y han prometido “devolver su grandiosidad” a sendos países: Putin tras el caos posterior a la caída de la URSS y Trump después de que la industria estadounidense sufriera un cierto declive.

Los expertos coinciden en que los dos dirigentes son más pragmáticos que sus antecesores de los tiempos de la Guerra Fría, quienes se guiaban más bien por sus ideologías rivales.

Putin nació en Leningrado -hoy San Petersburgo- en el seno de una familia obrera en 1952 y acabó sumándose a las filas de la KGB en la República Democrática Alemana.

Trump es el cuarto de cinco hijos de una familia adinerada de Nueva York, y gozó de un “muy pequeño préstamo” de un millón de dólares de su padre para fundar su imperio inmobiliario.

Cuando eran jóvenes, ambos tenían tendencia a meterse en trifulcas. Putin afirma que las calles de Leningrado le enseñaron a “ser el primero en golpear”, mientras que las narraciones de las violentas riñas entre Trump y sus compañeros de clase deleitaron a los medios norteamericanos.

En los años 1980, cuando Trump veía cómo crecía su imperio inmobiliario, Putin veía a la Unión Soviética desintegrarse.

Mientras que la familia de Trump es parte fundamental de su imagen pública, Putin mantiene una reserva casi absoluta sobre la suya. Se divorció de su esposa Liudmila y tiene dos hijas de las que no se sabe casi nada.

Trump mostró en los medios casi todos los aspectos de su vida personal ya desde sus tiempos de hombre de negocios, y también cuando dio el salto a un reality de TV en los años 2000. En cambio, poco se conoce de Putin, quien escaló posiciones en el aparato de Estado ruso, desde que era consejero en la alcaldía de San Petersburgo hasta que fue nombrado primer ministro del presidente ruso Boris Yeltsin. (AFP)