La crónica de su último show en La Plata

Así reflejaba el diario EL DIA en su edición impresa del 17 de octubre de 2016 el último show que brindó Cacho Castaña en La Plata:

Muchas eran las emociones que el viernes se podían sentir en un colmado -como pocas veces- Coliseo Podestá. El amor incondicional de sus fanáticas, principalmente, se podía respirar a la par de la emoción de aquellos que lo iban a ver por primera vez en vivo o de aquellos que, nostálgicos, iban por su reencuentro. Pero también estaban los que, teniendo en cuenta el delicado estado de salud con el que convivió el cantante durante los dos últimos años, se imaginaban un show más hablado que cantado, para decir verdad. Sin embargo, cuando los primeros acordes de “Mi Buenos Aires querida” sonaron y Cacho Castaña (74) abrió la boca una mágica sorpresa invadió el recinto y ya todo fue liberador.

Muy a pesar de su icónica canción, Cacho demostró que “todavía puede” -y debe- subirse a un escenario a cantar. Si hasta su inseparable amiga, La Gata Varela, lo paró en medio de una canción para elogiarlo por una nota que nunca daba y que el viernes, naturalmente, dio. “¡Bien, Cacho, bien!”, le gritó su “hermana de la vida”, en uno de los pasajes más emotivos de la noche.

Bajo un cielo de estrellas que titilaban en el telón de fondo, Cacho -de impecable negro con su chalinita blanca habitual- estaba ladeado por su tradicional banda platense que sonó contundente, sin fisuras. “Más que músicos, somos familia”, los mimó el intérprete de “Garganta con arena”, antes de nombrarlos uno por uno apenas comenzó la función: Jorge Raggio (director musical, guitarras eléctrica y acústica), Julio Lastra (percusión), Adrian Seara (bajo), Federico Biraben -porteño- (bandoneón), Pablo Murgier (piano), Juan Páez (guitarra acústica) y la bella Noelia Cobos (violín).

Las fanáticas no le tuvieron piedad al flamante recién casado -firmó la libretita roja otra vez en agosto pasado con una joven 34 años menor- y fueron las grandes protagonistas de la velada con irreproducibles y simpáticos gritos de la talla de “¡Estás para pecar!”, “Haceme lo que quieras!”, “¡Yo te puedo dar el hijo que tanto querés!”, “¡Yo tengo 26!”, “Vení que te hago respiración boca a boca”, entre otras alocadas propuestas -también le tiraron bombachitas y bombachones-. El, con mascarilla de oxígeno puesta, y sentado en medio del escenario, no se achicó. Aunque les advirtió, con picardía: “¡¿Ustedes se piensan que yo soy fácil?!”.

“Traficante de ilusiones”, “Todavía puedo”, “Qué tango hay que cantar”, “Ojeras de Buenos Aires” y “La Gata Varela” dieron paso al esperado clásico de los clásicos: “Garganta con arena”. Claro que no lo hizo solo sino con la que “parece que se deja y no se deja”. Impecable, Varela, con su voz profundísimamente grave, y enfundada en un vestido súper sexy que dejó sus piernas al descubierto, irrumpió en la sala y se ganó el show aunque también se ligó algunos retos de las fans. “Adriana, ¿por qué estás sentada tan cerquita de Cacho?”, le dijo una, y otra la arengó: “¿Por qué vos le podés dar un piquito y yo no?”. “Porque nosotros tenemos una historia”, le dijo la Gata, sin tanta vuelta.

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Juntos cantaron a dúo “Malena”, después pasaron “Tinta Roja” , “Nada” y “Malevo o que sólo estoy”. Varela interpretó “De la canilla” e improvisó -a pedido del público- uno de sus himnos “Muñeca Brava”. Y después de un set en el que los dos amigos tangueros parecían estar en una mesa de café, hablando hasta de Borges y Cortázar, cerraron el segmento remontándose a 1944 con el mítico tango “Naranjo en flor”, con música de Virgilio Expósito y letra de Homero Expósito.

En el intervalo llegó Matías Santoianni, quien, en una especie de stand up tanguero, reflexionó sobre el ayer, el hoy y cómo ha cambiado todo. Después le pidió a las fanáticas que prepararan preguntas para hacerle a Cacho, quien, muy predispuesto, aunque “con ganas de irse a cenar”, contestó. A las fans, es sabido, les dan la mano y se toman el codo. Un buen ejemplo esta chica Paola, que, el viernes, puso a su ídolo en un apriete: “¿Cacho, vas a dejar que me vaya de este mundo sin haberte dado un beso?”. Lo noqueó. Con sus calzas rayadas subió al escenario y se lo chapó. Así, como si nada.

El final estaba cerca, a casi dos horas del inicio. Las ovaciones continuaban, canción por canción. Ya sin La Gata en el escenario, la banda siguió tocando y pasaron “Apareciste tu”, “Para vivir”, “Café la Humedad”, “Ojalá que no puedas” y “Cacho de Buenos Aires”, con la que el cantante popular se despidió de mentiritas. Telón cerrado, la gente seguía firme, aplaudiendo por su ídolo, y él no se hizo esperar mucho. “Me quedaría más pero no me da el cuero”, dijo, con carismática sinceridad, para ofrecer la yapa doble de una velada inolvidable.

La esperanzadora “Septiembre del 88” le dio paso a un cierre bien “punchi punchi” con “La reina de la bailanta”, con la que el público dejó las butacas y se puso a bailar en un clima netamente festivo, un broche de oro perfecto para una noche que tuvo todo.

A diferencia de las grandes bandas internacionales que han pasado por nuestra Ciudad, Cacho Castaña sabe muy bien que La Plata es La Plata y no Buenos Aires. Durante toda la velada, el cantautor dejó en claro que lo ata, a estas diagonales, una estrecha relación, cercana y cálida, por la que intentará, según prometió, volver más seguido. Músicos, amigos, incondicionales fans y hasta su jefa de prensa son de La Plata, una ciudad que, el viernes, lo reconoció como Huésped de Honor, una distinción que agradeció emocionado.

Cacho, además de Buenos Aires, es, también, y por todo esto, un poco -bastante- de La Plata.

Hasta la próxima, Cacho.

María Virginia Bruno