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Perdido en Tokio

Estar un mes en Japón implicó conocer la cultura samurái, experimentar la altísima velocidad en los viajes del tren bala ysentir un tifón con sismo incluido. A continuación la crónica de un viaje inolvidable que dejó el bolso lleno de anécdotas y bellas postales orientales

Perdido en Tokio

Uno de los centros comerciales de japón, característico por sus multitudes

RODRIGO CHAGARAY
Por RODRIGO CHAGARAY

27 de Octubre de 2019 | 06:00
Edición impresa

Planificar un viaje siempre es un desafío: hay que reservar hoteles, organizar traslados y elegir los puntos turísticos que se quieran visitar en el tiempo de estadía, que casi siempre resulta poco. Ahora, cuando el destino es Japón, se ponen en juego cuestiones culturales más profundas. Por más que se tenga el hospedaje y las cuestiones administrativas resueltas, hay que estar dispuesto a atravesar interrogantes y experiencias verdaderamente singulares.

Esta travesía duró un mes. Vivir allí fue sencillamente espectacular. Fui parte de una sociedad muy distinta a la nuestra que te deja ser parte, aunque al menos no sea una minúscula instantánea de su milenaria historia.

Es que tras el larguísimo viaje para llegar a suelo japonés (alrededor de 34 horas de vuelo, incluida la escala en Estados Unidos más 12 horas de Jet Lag) el aeropuerto internacional de Narita me recibió con lluvia y un organizado “caos” que nos detuvo nada más que media hora en Migraciones. Y desde allí el dilema fue qué hacer para llegar al departamento ubicado en el barrio de Taito City, a una hora de uno de los dos aeropuertos internacionales con los que cuenta Tokio: el otro es el de Haneda.

UNA MEGALÓPOLI

Tokio, es la capital japonesa desde 1603, cuando el Shogun Tokugawa decidió dejar atrás Nara y trasladarse con todo su séquito más la guardia personal de Samuráis a la región de Kanto. Hoy, casi intacta, en la zona del Hibiya Park se realizan en el mismo Palacio Imperial construido en esa época, las reuniones más importantes del gobierno japonés. Fui testigo de eso ante un movimiento descomunal de autos oficiales que ingresaban a un lugar que mixtura con modernos rascacielos de fondo.

Es que además de Tokio, tuve la chance de utilizar el increíble tren bala, Shinkansen, y llegar a puntos alejados de la capital como Osaka, Kioto, Shizuoka o la emocionante visita a Hiroshima y el lugar donde cayó la primera de las dos bombas atómicas con las que Estados Unidos atacó a la población civil en la Segunda Guerra Mundial.

LA EFICIENCIA DEL TRANSPORTE PÚBLICO

Para manejarse en la zona metropolitana de la capital, se puede usar una tarjeta recargable que se llama Pasmo (la SUBE nipona) que funciona para todas las líneas de subtes y trenes urbanos y suburbanos, no así para los trenes de alta velocidad. Eso sí, el servicio no es barato: se pueden llegar a gastar por día 600 Yenes para movilizarse.

Si hay algo que caracteriza a Japón es que todo lo que se hace se da en un marco de silencio

 

Para entender el cambio, 1 dólar es equivalente más o menos a 100 yenes. Hasta ahí todo bien, pero para poder dimensionar la realidad del transporte hay que visualizar la perfección (literal) del servicio. Funciona sin el más mínimo retraso, están 100 por ciento asistidos por personal en andenes y dentro de los vagones. Y si se combinan con el transporte terrestre, conectan la totalidad de la ciudad con un enjambre de vías de hasta cinco subsuelos de 13 líneas de Metro más seis líneas de trenes. Esta es la forma más sencilla de moverse y llegar a destino respetando las combinaciones y no asustándose por el movimiento diario que llega a 4 millones de pasajeros!!! Una locura, porque si a eso se le suma la gente que se mueve en buses, la cifra directamente, es increíble. Y lo mejor es que todo esto está sincronizado y no tiene demoras.

Un dato curioso: debido a varias denuncias y episodios de abuso, el gobierno dispuso vagones exclusivos para mujeres que están diferenciados en los andenes donde se detienen las formaciones.

LA MARAVILLA DE LOS TEMPLOS

Otro gran punto que llama la atención son los grandes templos que cruzamos casi permanentemente en todas las ciudades japonesas que estuvimos: el de Sensoji, el más grande de Tokio ubicado en el barrio de Asakusa; el colorido Kiyosumi-Dera en Kioto; o el increíble Itsukushima y su gran Torii en la isla de Miyajima, justo frente a la zona Ground Zero, dónde cayó la bomba atómica en Hiroshima.

Para comer bien se gastan unos 3 mil yenes diarios en desayuno, almuerzo y cena

 

En estos lugares es donde se nota muchísima afluencia turística y el ruido característico de la muchedumbre movilizándose a un ritmo occidental. Porque si hay algo que caracteriza a Japón es que todo lo que se hace se da en un marco de silencio. Parece increíble, pero es así. Los japoneses hablan en voz bajita, casi como en un ritual. De hecho, en los trenes y los subtes pueden llegar a enojarse cuando uno habla por teléfono o en voz alta. Pero en los templos no. Ahí todo toma ribetes festivos y de reunión social. Tanto mujeres como hombres usan los tradicionales kimonos y dejan ofrendas en las distintas figuras que venera el Budismo o a otras deidades del Sintoísmo, las dos religiones que coexisten desde hace más de mil años en la tierra del Sol Naciente.

Cuando uno mira las fechas en las placas que explican lo que se ve, todo se vuelve relativo e increíble. Por ejemplo en Itsukushima hay construcciones que datan del año 879 y si se lo compara con el “descubrimiento de América” en 1492....Uffff... ¿Cómo no permanecer perplejo ante semejante comparación? Bueno, eso es lo que viví permanentemente durante los treinta y pico de días que duró la excursión a 18.000 kilómetros de La Plata.

LA COMIDA: TODO UN TEMA

La alimentación es algo a resolver apenas uno llega, sino indefectiblemente se terminará almorzando y cenando en cadenas de comida rápida. Y no está bueno. Aunque tampoco lo está terminar degustando algo que no se sabe a ciencia cierta qué es. Lamentablemente, las primeras comidas fueron así hasta que entendí que los japoneses hacen un verdadero culto a todo lo relacionado con el arroz. Hay té, fideos, alcohol, cerveza, dulces, pizzas. Todo es arroz. Y es muy rico.

Solo hay que saber encontrar la combinación justa y tener a mano siempre una sonrisa, porque ante cualquier duda, enseguida se tiene un japonés al lado preguntando (en inglés obviamente) si puede ayudar en algo. Esto fue una constante durante toda la travesía. Y al fin, a golpe de equivocarse, aprendí a combinar (para no morir de inanición en el intento) algo de lo que se vendía en los supermercados, que en su mayoría estaban abiertos las 24 horas. Eso sí: si se tiene paciencia y las compras se hacen después de las 20, se encuentran ofertas que van del 20 al 50 por ciento de descuento. Para comer medianamente bien se gastan alrededor de 3.000 Yenes diarios en desayuno, almuerzo y cena.

UN CAPÍTULO APARTE: HIROSHIMA

Si se visita Japón, hay un punto cardinal que no se puede pasar por alto: Hiroshima. Desde Osaka, la ciudad donde me encontraba, tomé otra vez el Shinkansen que me llevó durante los 330 kilómetros que me separaban de un lugar tremendo. Con el pase JRP (solo se puede comprar fuera de Japón y es para turistas) tuve acceso a un recorrido que incluyó varios sitios, pero sin dudas, la zona Ground Zero y el Peace Memorial Park me dejó atónito.

Presenciar en primera persona la cúpula y el Domo del antiguo Salón de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima, dónde alguna vez también funcionó un teatro y un centro de Arte, fue emocionante. Con toda la literalidad de la palabra. Emocionante hasta los huesos, para terminar con lágrimas en los ojos frente a una muestra de lo que barbarie humana puede hacer.

Justo frente a ese edificio (que se mantuvo en pie después de las 8:15 de ese fatídico 6 de agosto de 1945), se construyó en honor a una nena llamada Sadako Sasaki, el Monumento a la Paz de los Niños y pude observar como chicos de distintos colegios entregaban en un silencioso ritual, cientos de grullas de origami para honrar a los miles de pequeños que murieron a causa de la bomba atómica. Dejé ese lugar en silencio, no podía ser de otra forma.

VOLVER A TOKIO: TIFÓN Y LOS TEMBLORES EN ACCIÓN

De regreso a Tokio, la Minowa Station en Taito City me recibió con su orden a diestra y siniestra. Las calles allí parecen lustradas y se ve permanentemente la Sky Tree Tower de fondo. Esta torre tiene 450 pisos y es uno de los puntos ineludibles de la capital como también lo es el edificio del Ayuntamiento en el barrio de Shinjuku. Lo cierto es que fue ahí cuando se dio la parte más fea de nuestro diario de viaje.

Sentí un verdadero miedo ante lo desconocido viendo cómo se preparaba la ciudad para recibir a “La Tormenta más grande la historia”, como la bautizaron los medios de todo el mundo

Es que el Súper Tifón Hagibis, catalogado de clase 5 por los meteorólogos, realmente me puso delante una experiencia que nunca olvidaré. Y para colmo, tres horas antes de la más fuerte tormenta, se produjo un temblor de 5.7 grados en la escala Richter, que movió todo en el departamento 902 del noveno piso que nos cobijó durante todo el mes. Cuando llegaron los vientos con ráfagas de 340 kilómetros por horas se completó una noche de terror. La pasé feo. Muy feo. Pero por suerte, para mí, no pasó nada más que del susto.

No fue así para las zonas costeras de la región metropolitana de Tokio y muchos japoneses. El saldo de Hagibis fue terrible. Dejó 70 muertos, 25 desaparecidos, 100 mil evacuados y daños materiales millonarios.

Pero como parece ser una constante para esta gente, ni bien terminó el horror, miles de socorristas se pusieron a trabajar para ayudar a los sobrevivientes y reconstruir la urbe, como solo ellos saben hacerlos. Como lo hicieron después de las dos bombas atómicas, como lo hicieron después del poderoso Tsunami que destruyó todo a su paso en el 2011 o tras la explosión de la central de Fukushima ese mismo año.

Para mí quedó luego el regreso a Argentina y su realidad, tan lejana y distante de esa que me cobijó durante un mes en Japón.

 

Japón
Capital: Tokio.
Idioma: japonés.
Religión: Sintoismo y Budismo.
Moneda: Yen.
Superficie: 377 915​ km².
Población: 126.310.000 habitantes.
PBI: 5,619 billones de dólares.

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