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Política y Economía |El perfil del mandatario electo

El hombre que conoce muy de cerca el poder, pero que no tenía a la Presidencia entre sus planes

La vida le dio un vuelco cuando Cristina Kirchner lo designó como cabeza de la fórmula. A la política llegó de la mano de Cavallo

El hombre que conoce muy de cerca el poder, pero que no tenía a la Presidencia entre sus planes

Antes de votar, Alberto Fernández se mostró como cualquier vecino y jugó con su perro Dylan/ap

28 de Octubre de 2019 | 04:50
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Alberto Ángel Fernández, el hombre que acaba de ser elegido presidente de la Nación, conoce de muy cerca el poder. Pero, en verdad, hasta no hace tanto sentarse en el sillón de Rivadavia no estaba en sus planes. Eso sí, como la mayoría de los hombres y mujeres que hace política, acaso lo haya anhelado en algún momento de su carrera, probablemente bajo el ímpetu juvenil.

A Alberto F. la vida le dio un vuelco cuando Cristina Kirchner lo designó como la cabeza de la fórmula que llevó a ella misma en el segundo lugar. Fue una rareza vernácula. El inicio de ese salto, en rigor, habría sido antes. Fuentes confiables aseguran que su nombre empezó a sonar en la intimidad cristinista en 2018, luego de cierta reunión reservada en el Vaticano, como la clave posible para unir a un peronismo que se resistía a alinearse únicamente detrás de la figura de la ex presidenta.

Y entonces sobrevino una saga que incluyó su reconciliación con Cristina luego de años de no hablarse; la sugerencia de alumbrar el libro “Sinceramente” como una plataforma para que la actual senadora regresara a una campaña presidencial con presencias estratégicamente administradas, de manera de estar sin estar; y, claro, el anuncio oficial que hizo ella en mayo pasado, vía redes, que revolucionó la política domestica porque fue inesperado para el gran público.

Fernández nació el 2 de abril de 1959 en la ciudad de Buenos Aires. Suele decir que es hijo de un juez de la Nación. En realidad lo fue su padrastro, Carlos Galíndez, a quien quiso entrañablemente y quien lo vio crecer. Su padre biológico, al que apenas conoció y que estuvo unido algún tiempo a su madre, Celia Pérez, murió en 1978.

Villa del Parque fue el barrio de su infancia y primera adolescencia. Pegado a La Paternal, la zona del club Argentinos Juniors, del que se hizo hincha fanático y por el que hoy todavía sufre. “Yo soy del Bicho”, es casi una tarjeta de presentación personal informal de Fernández.

nueva escuela y música

Cuando se mudó de barrio, se cambió de escuela. Y fue entonces que descubrió, dicen que por sugerencia de algún amigote, la atracción por la guitarra. Estudió el instrumento desde los 14 años y fue cuando se cruzó con Lito Nebbia, que primero le enseño acordes, luego fue su ídolo y desde hace años también es su amigo. Nebbia y la mítica banda Los Gatos son otras pasiones viscerales del mandatario electo. La leyenda dice que se dejó los bigotes de joven, para emular al artista, y nunca más se los sacó.

Las cuerdas, a las que domina muy bien, le sirvieron a Alberto para humanizar su perfil en la campaña electoral que, especialmente en las redes sociales, registró varios acústicos nacidos de sus dedos.

Fernández cursó la secundaria en el Colegio Mariano Moreno, donde tuvo un primer contacto con la política en movimientos estudiantiles de tendencia peronista. También se registra un paso suyo de juventud por el derechista Partido Constitucionalista Nacional, de Alberto Assef, que él preferiría olvidar. En la Facultad de Derecho de la UBA, donde se recibió de abogado en 1983, conoció a personajes que con los años serían dirigentes del PJ porteño y con los que consolidaría amistad. Uno de ellos fue Eduardo Valdéz, quien luego sería el hombre que le presentaría a Néstor Kirchner.

el profesor universitario

En la UBA dicta la cátedra Teoría General del Delito y Sistema de la Pena. Es profesor desde 1985. A los 34 año se casó con Marcela Luchetti, de quien se separó en 2005 y con quien tuvo un hijo, Estanislao, un artista multifacético. Su actual pareja es Fabiola Yañez.

En sus inicios profesionales, el ahora presidente electo se desempeñó como asesor legislativo pero su primer cargo público nacional fue durante el gobierno de Raúl Alfonsín y era más bien técnico: subdirector general de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía. El ministro era Juan Sourrouille, creador del Plan Austral.

Con la llegada de Carlos Menem, y a propósito de su identidad justicialista, pasó a la estratégica Superintendencia de Seguros de la Nación durante los seis años del primer mandato del riojano. Terminó dominando el rubro seguros a la perfección. Allí forjó una relación con Domingo Cavallo, el superpoderoso ministro de Economía. Fernández lo siguió cuando éste rompió con Menem al denunciar en el Congreso las “mafias enquistadas en el poder” y revelar la oculta influencia de Alfredo Yabrán en el Estado.

Dicen que fue Cavallo quien, en pleno auge de la jubilación privada, las aseguradoras y los negocios bursátiles novedosos, lo recomendó a Eduardo Duhalde para que armara las empresas satelitales del Banco Provincias, hasta conformar lo que hoy se conoce como Grupo Bapro. Fernández fue directivo del mismo.

Pero a Alberto siempre le atrajo la política. Junto con Jorge Argüello, otro compañero de la UBA, intentaron pelear una interna por las candidaturas a alcalde y vice del PJ porteño, pero cayeron contra los postulantes menemistas. Entonces, en el inicio del siglo XXI, y con Cavallo ya transitando el experimento del partido político propio, Fernández integró una lista de legisladores capitalinos que llevó al ex ministro como candidato a la jefatura de gobierno. Perdieron contra Aníbal Ibarra pero Fernández logró ingresar a la Legislatura.

En el 98, Alberto se integró a la campaña presidencial de Eduardo Duhalde. Fue uno de los recaudadores. Y desde allí se iría acercando al kirchnerismo. Junto a Valdéz, Julio Bárbaro, Esteban Righi, el matrimonio Kirchner y otros dirigentes formaron el Grupo Calafate, un espacio de pensamiento que se autodenominaba progresista, crítico de las políticas liberales de Menem, que en 1999 trabajó para la candidatura presidencial de Duhalde. Fue el comicio que terminó ganando Fernando de la Rúa, a la cabeza de la Alianza UCR-Frepaso.

el vínculo con néstor

En ese mundillo empezó a relacionarse mucho con Néstor, entonces gobernador de Santa Cruz, y con Cristina, con quien forjó una verdadera amistad. Kirchner se pensaba a sí mismo como candidato presidencial recién en 2007. Pero la caída de De la Rúa, primero, y la decisión de Duhalde en 2003, cuando era presidente transitorio, de no buscar él mismo una postulación en las elecciones de ese año, aceleraron los tiempos del santacruceño.

Fernández fue designado, pues, como jefe de campaña de Néstor y comenzó su ascenso nacional. Se le atribuye a Alberto una gran cuota de responsabilidad en la decisión de Duhalde de elegir a Kirchner como su delfín cuando sonaban varios nombres para enfrentar a Menem, quien ya estaba en campaña para un regreso a la Rosada.

Al asumir Kirchner la presidencia, luego de la decisión del riojano de no disputar el ballotage, Fernández fue nombrado jefe de Gabinete de ministros, algo que se caía de maduro. Lo entronizaban así como el hombre fuerte de un gobierno que venía a sacar al país del pozo en que había caído por la crisis del 2001.

Por Alberto pasaron muchas decisiones importantes que se tomaron. Se convirtió en un hábil operador político, que hasta los opositores reconocían. Hablaba con casi todos los actores del poder, incluso con los que Kirchner se peleaba. Aunque nunca blanqueado, su gran enemigo interno siempre fue Julio de Vido, el otro hombre híper influyente del kirchnerismo.

Acompañó a Kirchner todo el mandato y siguió allí con Cristina como presidenta. Hasta el 23 de julio de 2008, cuando la guerra entre el Gobierno y el campo, desatada por la famosa Resolución 125, entró en su punto de mayor hervor. Fernández renunció, concretamente, después de que el Senado -con el célebre voto del vicepresidente Julio Cobos- rechazó el proyecto de ley que pretendía fijar las retenciones móviles. Lo sucedió Sergio Massa, que era intendente de Tigre.

Fuera del kirchnerismo, se convirtió en un ácido crítico de la gestión de Cristina. La acusó de infinidad de desaciertos, de “tirar por la borda lo hecho por Néstor”, de “presionar jueces”, de vivir en una “realidad distorsionada”.

También puso lo que mejor sabe hacer, armar política, al servicio de los rivales peronistas de Cristina. Primero, en 2013, fue jefe de campaña de Massa, cuando éste triunfó en las legislativas y terminó con el sueño de eternidad cristinista. Luego, en 2017, hizo lo mismo con Florencio Randazzo, aunque con resultado negativo. La ex presidenta nunca le concedió la interna por la candidatura al Senado y “El Flaco” hizo un papel casi testimonial en la elección. Con Massa y Randazzo, Alberto terminaría distanciado luego de esas experiencias. Eso cambió ahora.

Los acercamientos con Cristina iniciados el año pasado lo retornaron al redil K. Alberto se encargó de reclutar a los gobernadores peronistas e, indirectamente, de destruir el espacio que se llamó Alternativa Federal y que aparecía como un esquema de perfil peronista que no quería agruparse bajo el liderazgo electoral de la ex mandataria.

Cuando Cristina lo ungió candidato principal y descendió un escalón hacia la vicepresidencia de la fórmula, el peronismo se dio cuenta de que se podía perforar el techo electoral de la ex presidenta, quien bajó notablemente su exposición y favoreció la llegada de nuevos votos. El macrismo, así, enfrentó por primera vez a un PJ unificado casi en su totalidad.

Fernández es ahora un Presidente que deberá lidiar con el desmadre económico, la crisis social, la necesidad de fondear al país y el desafío de llevar adelante un liderazgo que no sea bicéfalo, tal como prometió en la campaña.

Su primer cargo en la función pública fue durante el gobierno de Raúl Alfonsín

Argentinos Jrs. , la guitarra, Lito Nebbia y la música de Los Gatos, sus pasiones

 

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