Objetivo: desviar un asteroide si se convierte en amenaza

El asteroide Apofis, cuyo nombre evoca al Dios del Caos de los antiguos egipcios, mide 340 metros de diámetro y se espera que en el año 2029 pase a una distancia “cercana” a la Tierra: serán 38 mil kilómetros que lo alejan de ser una amenaza inmediata pero que permitirán estudiarlo mejor con miras a un próximo paso cercano a nuestro planeta, previsto para 2068 y cuando algunos científicos consideran que un impacto con la Tierra podría ser posible.

Apofis es apenas uno de los miles de asteroides cercanos a la órbita de la Tierra que actualmente son monitoreados de cerca por las agencias espaciales estadounidense y europea. La razón es clara: el impacto de un asteroide con el planeta puede tener consecuencias catastróficas. Ahí está , para demostrarlo, esa zona devastada en la zona de Tunguska en Siberia tras el impacto de un asteroide en 1908. O el impacto de aquel otro, aproximadamente 30 veces más grande que Apofis que determinó el final de los dinosaurios hace 65 millones de años.

En el marco de la preocupación por prevenir ese tipo de peligros, la NASA anunció que avanza en una misión inédita: la de desviar un asteroide en lo que será la primera acción concreta para lograr ese objetivo largamente estudiado en la teoría.

La lupa de los científicos está hoy puesta, con ese fin y a través de potentes telescopios, en el lejano sistema binario de asteroides Didymos.

Esas observaciones ayudarán a los investigadores a comprender mejor la magnitud del impacto producido cuando la nave espacial de la Prueba de Redirección de Asteroides Doble (DART, por su sigla en inglés) se estrelle contra su objetivo: el pequeño Didymos B (que en el sistema mencionado orbita en torno a Didymos A) en septiembre de 2022, tras ser lanzada en julio de 2021.

Especialistas platenses consultados por este diario destacaron la importancia de la misión que se prepara, la primera que llevará a la práctica uno de los mecanismos de defensa previstos frente a la amenaza de los asteroides.

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El asteroide contra el que se producirá el impacto no representa una amenaza para la Tierra, pero es considerado un objetivo de prueba ideal.

Esto sucede porque medir el cambio en la forma en que el asteroide más pequeño orbita sobre el asteroide más grande en un sistema binario es mucho más fácil que hacerlo en la órbita de un solo asteroide alrededor del Sol.

La observación más reciente del sistema se hizo desde el observatorio Parranal, en el norte de Chile.

Demasiado pequeño y lejano para ser visto como algo más que un punto de luz, el sistema Didymos permite medir los datos necesarios a través del brillo de esa luz que se modifica a medida que Didymos B orbita alrededor de Didymos A.

Esos cambios de brillo indican cuando la luna más pequeña, Didymos B, pasa por delante o se oculta detrás de Didymos A, observación que ayudará a los científicos a determinar la ubicación de Didymos B e informar el momento exacto del impacto de DART para maximizar la desviación.

El programa en marcha contempla que el equipo de investigación observe al sistema Didymos desde fines de 2020 hasta 2021, mientras las observaciones finales en Tierra sucederán al mismo tiempo que la nave se desplaza hasta los asteroides y también después de que se produzca el impacto.

El gran misterio que enfrentan por ahora los especialistas es la composición y estructura de Didymos B, que puede condicionar el impacto de la nave DART y los efectos de éste.

Y la composición y estructura del asteroide no es un detalle menor, porque si Didymos B fuera de roca sólida o escombros sueltos el impacto seria uno, mientras que si fuera algo más suave y parecido a la arena absorber buena parte de la fuerza del choque por lo cual no podría ser empujado de una manera tan contundente como si la nave golpeara a una superficie más sólida y resistente.

Otro de los aspectos que tienen que estudiar es el de los escombros resultantes del impacto de la nave y el cráter que genere, lo que por el momento se está manejando a través de simuladores.

Un generador de imágenes que se prevé sea transportado por la nave ayudará en ese objetivo una vez que se produzca el impacto.

Por ahora, la mayor parte del trabajo se realiza a través de modelados y simulación, pero muchas partes de la nave espacial que cumplirá con la misión empezaron a tomar forma.

Se espera que la nave sea lanzada en 2021 y que el impacto se produzca en 2022.

“Será una hazaña que hasta ahora solo se vio en películas de ciencia ficción”, dicen en la agencia espacial estadounidense.