En La Plata, la desocupación joven casi duplica a la de la población general

Nicolás Martínez (29) calcula que en los últimos años entregó más de un centenar de currículums en procura de un trabajo. Con antecedentes de técnico instalador y en empresas de seguridad, dejó de lado todo reparo y se presentó para puestos en empresas de limpieza, para vender ropa, como bachero o ayudante de cocina. Lo más cercano que cosechó, dice, es la promesa de que lo van a llamar: “es un golpe terrible para el ánimo. Hay que hacer mucho esfuerzo para no frustrarse”, dice Martínez, que es padre de una nena de seis años y que se sostiene con algunas changas, con la ayuda de familiares y de su pareja, que es enfermera en el hospital de Niños.

La historia de Martínez no sorprende a quienes caminan por los barrios de la periferia platense donde, con matices, se puede encontrar una multitud de casos similares. Así lo indica, por caso, Pablo Pérez, coordinador de La Plata Solidaria, quien habla del problema de la desocupación y el trabajo precarizado, como “una constante entre los jóvenes. Y si se nota mucho entre los varones, es todavía más grave entre las mujeres y entre las madres jóvenes”, sostiene el dirigente.

El problema del desempleo joven volvió a situarse en el centro de la atención pública la última semana, después de que alrededor de 3.000 jóvenes formaran una cola de unas diez cuadras buscando un trabajo de guardiacárcel en el penal de Olmos, para el que había hecho una convocatoria el Servicio Penitenciario Bonaerense.

Desde la Fundación Crear, una entidad platense que prepara a los jóvenes para la búsqueda de trabajo, Lourdes Farías califica al problema como “alarmante”.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) el desempleo en los jóvenes del Gran La Plata de entre 18 y 29 años es del 19,2%, mientras que la tasa general de desocupados es del 10,8%. Entre las mujeres jóvenes llega incluso al 25,7%.

“En la división por sexos, quedan claras las peores condiciones que atraviesan las mujeres de hasta 29 años” , dice Farías, cuya tasa es del 25,7%.

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Farías agrega que “estos índices son similares a los del mismo trimestre del año pasado, lo cual da cuenta de que las políticas tanto a nivel local como nacional no han logrado repuntar el empleo”.

A esta situación se suman los jóvenes que no estudian ni trabajan, que son alrededor de un millón y medio en todo el país y de los que ni siquiera buscan empleo a partir de la frustración y el desaliento que les provoca la búsqueda infructuosa (unos 700.000 en toda la Argentina, dos tercios de los cuales son mujeres).

Desde la Fundación Crear entienden que una de las razones que explican el crecimiento de la desocupación y del trabajo informal es la falta de formación.

Los especialistas hablan también de un divorcio entre la capacitación de muchos jóvenes y la demanda laboral. Por caso, en La Plata el sector informático aporta 2.500 puestos de trabajo, mientras hay otros 300 que no se logran cubrir por la falta de personal capacitado.

Y si bien ese caso se relaciona con los cambios tecnológicos que tienen un fuerte impacto en el mundo del trabajo en la actualidad, algo parecido sucede en La Plata con algunos oficios, en los que cuesta conseguir personal capacitado.

Como rasgos particulares del Gran La Plata, Farias subraya “la gran cantidad de trabajo joven en comercios y servicios, en una ciudad como La Plata donde hay estudiantes que hacen media jornada para pagar sus estudios, lo que lleva a que no tengan representación gremial ni seguridad social”.

Otro caso específico de La Plata al que alude Farías es el empleo en el cordón frutihortícola de la región, donde “el trabajo rural genera malas condiciones, emparentadas con la idea de que trabajar en la agricultura familiar desde pibe es una formación que da valores cuando eso es un combo que para los jóvenes les impide salir de ese entorno y tener un trabajo en buenas condiciones a temprana edad”.

En tanto, según destaca Pérez, el problema de la educación también se nota en los barrios de la periferia platense, donde “preocupa ver tantos chicos sin proyecto”.

Pérez sostiene que una de las necesidades más urgentes en la periferia es, precisamente, la de cursos de capacitación en oficios.

“Hay algunos que se ofrecen a nivel oficial, pero funcionan en el Pasaje Dardo Rocha o en el centro, donde no todos los jóvenes van. Nosotros hicimos una experiencia de talleres en barrios y funcionaron muy bien e impulsamos un proyecto para que se traigan más iniciativas de capacitación a los barrios de la periferia”, sostuvo.

Quienes caminan esos barrios relacionan también el deterioro de la situación laboral de los jóvenes a la situación de familias que ven reducidos sus ingresos frente al aumento desmedido de servicios y alimentos. En ese contexto, entre las estrategias familiares que aparecen, surge la incorporación de los jóvenes al mercado laboral, más temprano y sin la suficiente capacitación.

Así, esos jóvenes terminan accediendo al mercado laboral a través de trabajos mal pagos y precarizados, lo que impacta directamente en su trayectoria de formación.