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El Mundo |PUBLICAN DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS

La historia secreta de los animales “espías” de la CIA

Durante la guerra fría la agencia de inteligencia usó aves, perros, delfines y gatos para obtener información de la Unión Soviética

La historia secreta de los animales “espías” de la CIA
16 de Septiembre de 2019 | 02:42
Edición impresa

Washington

A comienzos de 1974, Do Da era el primero de su clase de espionaje e iba en camino a convertirse en agente de la CIA de alto vuelo: tenía un mejor desempeño cuando estaba bajo presión, podía cargar más peso que los demás y escapar de quienes lo atacaran. Pero cuando fue sometido al examen más difícil de su entrenamiento desapareció tras ser vencido por dos ejemplares de su misma especie: cuervos. El pájaro fue por mucho tiempo una figura central de un programa que la CIA usó durante la Guerra Fría en su lucha contra la Unión Soviética.

El jueves último, la agencia de inteligencia publicó decenas de documentos sobre programas de entrenamiento de gatos, perros, delfines y pájaros a los que pretendió emplear como “espías”.

La CIA analizó el modo de utilizar gatos como escuchas itinerantes -”vehículos de vigilancia de audio”- y colocar implantes eléctricos en el cerebro de perros para ver si podían ser controlados a la distancia. Pero ninguno de esos programas llegó muy lejos.

Más envergadura tomaron los experimentos con delfines, entrenados para convertirlos en potenciales saboteadores y espiar a los submarinos nucleares soviéticos, acaso la mayor amenaza para el poderío estadounidense a mediados de los años 1960.

Los proyectos Oxygas y Chirilogy apuntaron a determinar si los delfines podían ser entrenados para reemplazar a los buzos humanos y colocar explosivos en barcos amarrados o en movimiento o escabullirse en los puertos soviéticos con el fin de depositar balizas acústicas o instrumentos de detección de misiles. También estos proyectos terminaron siendo abandonados.

Pero lo que acaparó la imaginación de los responsables de la inteligencia estadounidense durante la Guerra Fría fueron los pájaros: palomas, halcones, cuervos, búhos e incluso ciertas aves migratorias.

La CIA llegó a reclutar a ornitólogos para que determinaran cuáles aves migratorias pasaban una parte del año en una región situada al sureste de Moscú, en el entorno de la ciudad de Chikhany, en la que los soviéticos tenían fábricas de armas químicas.

La agencia percibía a los pájaros como “sensores vivos” que, sobre la base de su alimentación, podían revelar en sus entrañas las sustancias que los soviéticos estaban experimentando.

A comienzos de los años 70, la CIA se inclinó por las aves rapaces y los cuervos, con la esperanza de que pudieran ser entrenados para participar en misiones como la colocación de micrograbadores en los vanos de ventanas. En el marco de un proyecto bautizado como Axiolite, entrenadores con base en la isla San Clemente (costa sur de California) enseñaron a pájaros a volar kilómetros y kilómetros entre un barco y la costa.

Si uno de los “candidatos” aprobaba el examen, se lo enviaba a territorio soviético con una cámara colgada a su cuerpo para tomar imágenes y volver al punto de partida.

Las aves eran inteligentes pero “tal vez demasiado lentas para evitar los ataques” de otros pájaros, consignó un informe. Dos halcones murieron de enfermedades. El pájaro más promisorio era el cuervo Do Da. Resistente, capaz de determinar altura y vientos favorables y lo bastante astuto como para burlar los ataques de sus congéneres: era “la estrella del proyecto”, según escribió un científico. Pero la sesión de entrenamiento del 19 de junio fue fatal. Otros cuervos lo atacaron y nunca más se lo vio.

PALOMAS SOBRE LENINGRADO

Las palomas, utilizadas durante dos milenios como mensajeras y para tomar fotos durante la Primera Guerra Mundial, fueron otra de las grandes esperanzas de los servicios de inteligencia norteamericanos. La CIA disponía de centenas de palomas, a las que entrenaba en su territorio equipándolas con cámaras, para que espiaran los astilleros de Lenigrado (actual San Petersburgo), donde los soviéticos construían sus submarinos nucleares. La experiencia no fue buena: muchas de las aves huyeron con sus costosas cámaras a cuestas y nunca más se las encontró. Los documentos publicados no especifican si se llegó a realizar la operación de Leningrado. (AFP)

 

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