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Información General |Qué comen, qué toman y cómo le buscan la vuelta para gastar lo menos posible en Villa Gesell

Playa hasta tarde y centro de madrugada, la movida joven

Adolescentes y veinteañeros llegan a los balnearios después de las 17 y se quedan a recibir la noche. Luego, la previa en casa y de ahí a la peatonal hasta el amanecer

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

9 de Enero de 2020 | 03:25
Edición impresa

ENVIADO ESPECIAL A LA COSTA ATLÁNTICA

 

La noche de Villa Gesell arranca a la tarde. Alrededor de las 17, los grupos de jóvenes que año tras año visitan la localidad balnearia se despiertan de las juergas de la noche anterior, improvisan un desayuno en base a churros o un almuerzo al paso, y se lanzan hacia al parador donde comienza una larga previa: Pleno Sol, ubicado en el Paseo 105, pleno centro, es hace años el lugar de congregación de los chicos.

Y no es difícil de encontrar: solo hay que seguir la música marchosa que emana de los parlantes del parador (y se mezcla con los parlantes que cada uno lleva a la playa) o levantar la vista y buscar en el horizonte una playa detonada, desde la costanera a la orilla. Tan repleto está el parador, que una conocida marca cola puso allí unas duchas y unas reposeras para aprovechar el boom: en la mayoría de los balnearios gesellinos se respira todavía una cierta tranquilidad de primera quincena (o de crisis argentina), con las habituales familias como protagonistas y mucha arena para compartir; pero en el centro, la playa está tomada por los chicos.

Allí, el elixir de preferencia es la cerveza, lógico: el parador vende latas desde 100 pesos, y también botellas para compartir. Y vende hasta el vaso: siguiendo lo propuesto por Pinamar, en Gesell se prohibieron los vasitos y los sorbetes de plástico, por lo cual el balneario expende vasos de plástico duro por 20 pesos. Muchos se los llevan como souvenires de las vacaciones.

Pero, por supuesto, la mayoría de los grupos llega con heladeritas repletas de los suplementos necesarios para sobrevivir la tarde. “Si no traemos es muy caro”, explica Martina, de vacaciones junto a un grupo de otras cuatro chicas porteñas y disfrutando del sol del atardecer con cierta cara de cansancio. Y hace que llegaron hace apenas dos días…

“Acá nos quedamos hasta que nos corra el frío”, cuenta Augusto, líder de una banda de rosarinos que justo intentaba coordinar alguna cita nocturna con el grupo de porteñas al momento de charlar con EL DIA: la fiesta, que sube el volumen con el correr de las horas (se arma baile, se bebe, se levanta, hay espuma) se extiende hasta las diez de la noche. Algunos vecinos, claro, no están contentos, entre la mugre y el ruido. Pero la playa de 105 ya es de los chicos.

El modus operandi de Martina coincide con el de Augusto: playa con cervecita a la tarde y fernet a la nochecita, y luego al departamento; cena (“fideos”, la elección mayoritaria). Ahí, “descansamos un poco, y salimos al boliche”. Gesell, a diferencia de Pinamar, es todavía hogar de grandes boliches que son el centro de la noche juvenil, aunque al mayor de 25 años le cuesta encontrar un lugar.

Porque durante unas horas, mientras los chicos cenan arroz (con salchichas, en una noche lujosa) en su departamento para ahorrarse una comida afuera, las familias toman la peatonal y la normalidad vuelve. El centro, hasta la una de la madrugada, es de los grandes, que salen a comer, a tomar un heladito, a disfrutar de diversos shows realizados por artistas callejeros. Salen de shopping, y llevan a los más chicos a Centerplay o Sacoa. De los adolescentes, ni noticias: después de la playa y la cena, arranca la previa, pero siempre dentro del departamento, para continuar con el verano gasolero. Lo recaudado mediante estos métodos de ahorro será destinado para los boliches.

Las pocas cervecerías y bares de la peatonal (la pinta, 150 pesos) son ocupadas así por las familias y algún treintañero descolocado. Cierran temprano, alrededor de las dos, y no asoman por allí los más jóvenes.
Y de repente, los tarjeteros salen a la calle. Señal que todo va a cambiar. Poco a poco, desde la una en adelante, comienza a llegar el piberío a la peatonal, bañados, perfumados e impulsados por el deseo de noches inolvidables que quizás no recuerden del todo: son como vampiros que aparecen cuando cae el sol, aunque por las tardes se parecen más a zombies.

Los sub 25 giran por un centro del que se despiden las familias, y vuelven a ocupar todo, buscando descuentos para la noche: las anticipadas rondan los 500 pesos para los boliches de la zona, Dixit, Le Brique, Pueblo Límite, y después el precio sube (“y depende del día”, aclaran los RRPP de los boliches), aunque, claro, “con los tarjeteros todo se puede negociar”, dice Delfina, que llega a Gesell con sus amigas por tercer año consecutivo: dependiendo la jornada, salen 2x1, 3x1. En Gesell, todo es cuestión de saber chamuyar.

 

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