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Séptimo Día |LA DOBLE CONDICIÓN DE PERIODISTA Y ESCRITOR

Un creador en las turbias aguas de la realidad

“La traición”, exitosa novela de Jorge Fernández Díaz. Una nueva “santa alianza” y la glorificación del peronismo de los 70. La corrupción, el populismo venal, el espionaje político en el país

Un creador en las turbias aguas de la realidad

Jorge Fernández Díaz / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

27 de Diciembre de 2020 | 08:25
Edición impresa

El novelista y periodista italiano Alberto Moravia (1907-1990) afirmó una vez que “todo escritor contemporáneo debe pasar por el periodismo”. Y explicó sus motivos: porque el periodismo es una escuela de estilo y un espejo que enseña los gustos de cada época. Pero ser periodista y escritor a la vez –según muchos testimonios- plantea desafíos mentales y hasta éticos difíciles de enfrentar.

Un viejo escritor argentino opinaba lo contrario que Moravia y le recomendaba a sus jóvenes discípulos abstenerse del periodismo. “El escritor utiliza un bisturí para realizar cirugías de alta complejidad”, decía. Si el escritor decide ir a trabajar a un diario... “de entrada le dan un serrucho tronzador porque tiene que faenar cincuenta vacas por día...Y pierde el pulso para siempre”.

Una media biblioteca dice que sí, la otra media que no. Pero la realidad de los últimos años nos mostró que los libros de ensayos –y también los de ficción- más vendidos y más leídos fueron escritos en gran parte por periodistas. Aquí se inscribe Jorge Fernández Díaz, con el último de sus libros –”La Traición” (Planeta 2020)- liderando la tabla de los libros más vendidos en la Argentina. Otra vez encabeza ese ranking.

Periodista de batalla, cronista policial primero, durante cuarenta años estuvo en las trincheras de la redacción, fue jefe de redacción de diarios y revistas, analista político de renombre, principal columnista de La Nación. Pero al mismo tiempo inició una rica trayectoria literaria, autor de libros que no serán olvidados –como “Mamá”, “El dilema de los próceres”, “La segunda vida de las flores”, “La logia de Cádiz”, “El hombre que se inventó a sí mismo”, “El Puñal” y “La herida”, estos dos últimos publicados en Planeta con un suceso editorial sin precedentes en la Argentina.

Nada de haber perdido el pulso. Su obra literaria le dio premios de relevancia, como la Medalla de la Hispanidad, otorgada por el gobierno español; dos veces el Premio Kónex al mejor redactor de la década, dos Martín Fierro por su desempeño radiofónico, entre otras distinciones. En 2012 fue condecorado por el rey de España con la Cruz de la Orden de Isabel la Católica y en 2017 ingresó en la Academia Argentina de Letras, donde ocupa el sillón Juan Bautista Alberdi.

Es claro que no está solo Fernández Díaz, ni en la Argentina ni en el mundo. Lo acompañan Tomás Eloy Martínez, Rodolfo Walsh, Horacio Verbitzky, Roberto Arlt, Hugo Alconada Mon, Jorge Lanata, Gabriela Cerruti, Luis Majul entre tantos otros que nutrieron las redacciones periodísticas y escribieron libros exitosos.

Casos similares y recientes en otros países son los de Pérez Reverte, Vásquez Montalbán, Muñoz Molina, García Márquez, Vargas Llosa, Benedetti, Buzzati, Carpentier, Carlos Fuentes, Hemingway o Grahan Greene. Más antiguos, los de Poe, Mark Twain, Walt Whitman, Ambrose Bierce, Dostoievsky, Oscar Wilde y otros forjados también, todos ellos, en la exigencia del minuto a minuto del periodismo, en plasmar un estilo que debe ser infaliblemente repentino y certero.

En el caso de los autores argentinos –con Fernández Díaz entre ellos- se habla de tiradas de sus libros que llegaron a los centenares de miles de ejemplares y que tonificaron la vida de varias editoriales.

LA TRAICIÓN

Por sobre la dureza clásica de toda literatura policial como la de Fernández Díaz, su colega y amigo español, Arturo Pérez-Reverte, quiso rescatar un lado más sensible: “Lo bueno es que la Argentina lo ha premiado: se lo respeta y goza del respaldo de sus lectores como novelista y periodista. Amo a la Argentina también por eso: ha sabido reconocer a un hombre que vale la pena”.

En “La Traición” el protagonista central es Remil, un espía de esta Argentina contemporánea y confundida, cruzada en la novela por el falso progresismo, el populismo venal y la negativa gravitación de sectores poderosos de la Iglesia entrometidos en la política. Remil fue también personaje de “El Puñal” y “La Herida”.

Fernández Díaz no se queda en medias tintas al describir al Papa en su novela. Lo mete de lleno en las tenebrosas aguas de la política argentina jugando roles. Francisco bendice y alienta a personajes marginales que están jugando todo el tiempo con fuego en la política del país. Así lo marca el argumento.

También juega con fuego Fernández Díaz. Lo podrán discutir desde ángulos ideológicos. Pero allí está, sin traiciones, “La traición”. Por dar un solo ejemplo: en su hora “El Matadero” de Echeverría pudo haber causado resquemor en la Mazorca, en el temible Cuitiño. ¿Pero quién le quita a esa narración su condición de aguafuerte de una época?

La novela describe la presencia dominante de una trama política que se vuelve temible, lo que Fernández Díaz define como una “nueva santa alianza” en el país, integrada por “el pobrismo eclesiástico, el progresismo corrupto y el setentismo reciclado y alucinado que estamos viviendo en la Argentina después de una glorificación pública setentista que hubo durante estos últimos 15 años”.

“Una segunda novedad es que teje la ficción con elementos de la realidad actual”

 

 

Una segunda novedad de la obra de Fernández Díaz es que teje la ficción con elementos de la realidad actual, delineando en ese trabajo la actividad de una clase dirigente dedicada casi exclusivamente a realizar negocios turbios, bajo el paraguas de una doble moral y con la casi inexplicable aparición de una franja de individuos inquisitoriales, fanatizados, dedicados en forma sistemática a destruir la reputación de quienes no piensan como ellos.

La novela postula que hay una estructura poderosa, no enquistada en los llamados medios dominantes, pero sí disciplinada en universidades, escuelas, agrupaciones políticas sindicatos, en buena parte de la Iglesia, dedicada a exaltar al peronismo kirchnerista como pensamiento único, en grupos de poder, en una infatigable tarea de adoctrinamiento. Los ex guerrilleros ya no toman las armas y ahora se manejan con palabras imperativas.

“Los ideales de los 70 eran totalitarios; querían establecer una dictadura popular”

 

 

En una entrevista publicada semanas atrás por Clarín, la periodista Lucía Merle le preguntó a Fernández Díaz qué opina de la fuerte impugnación que le hacen los sectores autodenominados progresistas, en el sentido de que le digan que “La Traición” es una novela gorila o escrita desde una Argentina de derechas.

“Mirá –confesó Fernández Díaz- a mí me dicen de todo todos los días, porque no hay nada que dice la novela que no diga yo todos los días. Yo pensaba que estaba cometiendo una herejía, por eso te digo que hace 15 años no lo hubiera hecho, no me hubiera metido en este lío con estas “vacas sagradas”. La mayor parte del mundo de los escritores es un mundo progre, sobre los años 70 dicen cosas insólitas, ‘no estamos de acuerdo con la lucha armada pero estamos de acuerdo con los ideales’. Los ideales de los 70 eran totalitarios, no querían establecer una democracia, querían establecer una dictadura popular o una dictadura del proletariado. Las armas venían de esos ideales”.

“Otra cosa que sentía es: ¿cuánto hace que una novela no interpela los relatos políticos de la actualidad?. Yo no me considero una persona de derecha, me considero heredero de los valores de la vieja clase media, hijo y nieto de inmigrantes, mi padre mozo, mi madre camarera, mis abuelos pelearon la Guerra Civil española contra los franquistas. Estuve cerca del peronismo, creo que el peronismo se convirtió en lo que combatía y no tengo ningún problema en criticarlo, si vos me querés decir que yo soy un gorila, decime lo que quieras. No me interesan las etiquetas, sí me interesa que haya una voz contracultural, porque todo está uniformado”.

Pero Fernández Díaz aclara que no toda la política ni todos los políticos se sumergen en la corrupción. “En otras novelas –dice- se muestra cómo toda la clase política se mueve de una manera non sancta- También es injusto eso, no todos, ni oficialistas ni opositores, se mueven de una manera negra, pero yo he trabajado sobre eso en otro momento. Lo que me impactó fue cómo todos estos personajes –ahora habla de la actualidad de sus personajes principales- se unían en una actitud absolutamente antidemocrática, eso ocurre siempre que hay un gobierno no peronista en el poder”

Al analizar el caso de Gabriel García Márquez –que llevó como nadie su doble condición de periodista y escritor- el crítico Rogelio Alaniz sostuvo que “en alguna ocasión escuché decir que a la hora de hacer literatura un escritor debe olvidarse que alguna vez trabajó de periodista”. Pero que esa desememoria jamás le llegó al autor de “Cien años de soledad”, agregó.

No está mal citar aquí a García Márquez. Hace poco Elisa Pont escribió en el diario catalán La Vanguardia que “la relación entre periodismo y literatura fue una constante en la carrera de García Márquez, que en muchas de sus obras combinó los rasgos característicos de los artículos periodísticos con fórmulas literarias”. Podría decirse que lo mismo ocurre con Fernández Díaz.

 

La traición
JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
Editorial: Planeta
Páginas: 256
Precio: $ 1290

 

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