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La Ciudad |Los intrusos siguen ingresando al enorme predio comprendido entre 79, 90, 141 y 155

Terrenos tomados: en Los Hornos los vecinos buscan terminar con la pesadilla

Tras el impresionante despliegue policial del jueves pasado, y aún con la permanencia en el lugar de efectivos de Gendarmería, en el barrio sienten que el resultado del desalojo duró un suspiro y ven que sigue firme la usurpación

Terrenos tomados: en Los Hornos los vecinos buscan terminar con la pesadilla

Una camioneta de gendarmería recorre una de las calles que rodean al predio, de 150 hectáreas / el dia

25 de Febrero de 2020 | 02:13
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Es lunes de carnaval y la tarde marca sus primeras horas en este bucólico sector de Los Hornos. El sol, radiante, baña los campos que se abren sobre 83 y 156. También manda el silencio. O eso parece: a lo lejos, irrumpe el ruido de una motosierra con la que alguien mutila un tronco; más allá, se oye el golpe seco de un machete contra los pastizales o algún otro árbol. Y esa es la banda sonora con la que conviven los vecinos de la zona desde hace más de una semana, cuando comenzó a tomar forma una masiva toma de tierras en el predio -de unas 150 hectáreas- que comprende las calles 76, 90, 141 y 155. Toma que, pese al desalojo policial del jueves pasado y la posterior presencia de Gendarmería nacional, volvió a manifestarse en las últimas horas.

“Escuchá el ruido, es incesante”, dice a EL DIA Martín Braunstein, que vive en cercanías al predio. “Están así hasta que se pone el sol -continúa, mientras mira caer algunas ramas que después servirán de apoyo a las construcciones precarias de los intrusos-. Están derribando una acacia, están aniquilando una barrera forestal del barrio”, se lamenta.

El escándalo -agregará otro vecino-, lejos de cesar al declinar el día, continúa hacia la noche. Y repetirá lo que tantos en estos días: que “se escuchan tiros, gritos, corridas, música a todo volumen”; que “el 911 no responde”; que ven “gente que llega en autos de alta gama para proveerlos de diferentes cosas”; que este “era un barrio tranquilo” y ahora sufren robos con asiduidad, apenas pueden conciliar el sueño. Dirán, como Braunstein, que todo sucede “ante la presencia de efectivos de Gendarmería -que custodian el predio desde el fin de semana-, que en lugar de vedarles el paso les franquean la entrada. Acá hay un Estado ausente”, dispara el hombre, para rematar: “Un Estado cómplice de esta usurpación”.

Mientras los vecinos hablan, en un sector del gigantesco terreno alguien delimita una parcela con una cinta atada entre árboles: unos diez metros. “Después los venden por las redes -asegura Hugo Reguera, otro de los frentistas-. Ayer mismo [por el domingo] estaban ofreciendo lotes de 30x50 a 600.000 pesos. Somos conscientes de que estamos en emergencia habitacional, pero acá hay oportunistas que vienen a negociar”.

Son ellos, Hugo y Martín, quienes llevan la voz cantante de una organización vecinal que comenzó a gestarse tras la toma y que concretamente se materializó ayer con una primera reunión de la que participó una decena de lugareños. Pues, como sienten que el Estado no les presta el oído a sus reclamos, están decididos a “tomar las medidas vecinales que sean necesarias para volver a vivir tranquilos”. Con ese fin, crearon un grupo de WhatsApp, “para cuidarnos entre nosotros. No nos vamos a quedar de brazos cruzados. Ellos tienen que irse y el Estado tiene que resolver qué hará con esas tierras”.

Son días atípicos para el vecindario. El fin de semana largo, lejos de traer sosiego a este sector de Los Hornos, vino cargado de tensión, de un malestar espeso que asoma bajo los ropajes de la aparente tranquilidad. Y en ese trance, esperan con ansias la llegada del miércoles, primer día hábil de la semana en el que podría haber novedades judiciales. Por lo pronto, como anticipó ayer este diario, se sabe que la Municipalidad haría una ampliación de su denuncia como particular damnificado, solicitando que se investigue el accionar de “punteros políticos que movilizaron gente y generaron este intento” de toma. Los lugareños insisten: “Queremos que la Justicia resuelva el desalojo”.

“La verdad es que esta situación da mucha bronca, a uno le dan ganas de irse de acá”

Como informó este diario, la usurpación en las extensas tierras hornenses comenzó en la noche del domingo 16 y se mantuvo hasta el jueves con la presencia de unos 500 intrusos. Ese tarde, un ejército de efectivos de distintas cuerpos bonaerenses aterrizó en el lugar y, bajo la figura de flagrancia, se logró que los ocupantes dejaran el terreno.

Al tratarse, en su mayoría, de terrenos fiscales nacionales, la Agencia de Bienes del Estado -propietaria de los lotes- presentó una denuncia judicial, por lo que la causa pasó del Juzgado de Garantías platense al fuero federal local. No hubo -no hay aún- orden de desalojo, pero se delegó en Gendarmería la custodia del lugar para evitar una nueva toma.

Ahora, en plena recorrida por el predio, hay que caminar mucho para encontrar dos patrulleros y una decena de gendarmes, apostados en inmediaciones de 83 y 143. El predio, como se dijo, tiene 150 hectáreas. Hay, al menos, “200 efectivos abocados al operativo”, dice, seco, un gendarme.

En el sector que comprende 155, de 85 a 90, lo desmienten, sencillamente porque allí no se ven agentes. Sí pululan a sus anchas los usurpadores: hay entre ellos mujeres y niños, familias enteras a la sombra de una carpa o de una casilla hecha de chapas y ramas. ¿Cuántos son? Difícil distinguirlos en una mirada panorámica: la extensión del terreno y los altos pastizales lo dificultan todo. En una primera mirada se llega a contar medio centenar. “Deben ser 500”, arriesga un vecino. Otro subraya que “son 150 hectáreas, hay parcelas por todos lados. Acá hay más de 1.000”.

Martín Braunstein dice no recordar una toma de “semejante magnitud” en La Plata y que nunca, desde que en el predio en cuestión dejó de funcionar el Club de Planeadores, pensó que pudiera llevarse a cabo una usurpación como la descripta. “Si pasó es por desidia del Gobierno, porque no hubo planificación, porque nadie pensó en estas tierras para hacer un proyecto de urbanización serio”.

“Estamos muy tristes”, suma uno que durante toda la tarde se ha mantenido en silencio y pide, como varios, mantener su nombre en reserva por temor a represalias. Para él, estos días han sido una pesadilla: “Afecta la tranquilidad de un barrio de trabajadores, acá nos sentíamos protegidos, contenidos entre los vecinos. Ahora llevamos una semana durmiendo mal, una semana de escuchar gritos y tiros sin saber cuán cerca están, porque el viento trae los ruidos y de repente pensás que los tenés adentro de tu casa”.

Esa tranquilidad motivó a varios a comprar un lote en la zona, a construir. “La verdad es que da mucha bronca, dan ganas de irse”, dice, como arrepentida, una vecina que proyectó su casa en cercanías al terreno ahora usurpado.

“Uno siente que ellos tienen derechos -el derecho a la tierra- pero ninguna obligación, mientras nosotros pagamos todos los servicios y todos los impuestos”, se indigna Braunstein, y al rato reflexiona: “Acá somos todos víctimas. Pobres nosotros y pobres ellos [quienes toman el predio], que son usados, quizá por punteros políticos que les roban la dignidad y los condenan a vivir en la marginalidad. Ahí, entre ellos y nosotros, el Estado debería actuar como árbitro. Pero todavía seguimos esperando”.

“Este era un barrio tranquilo; ahora escuchamos tiros, gritos, corridas, música a todo volumen”

 

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los intrusos desmalezan con machetes y motosierras / el dia

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