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Información General |El impacto del coronavirus en la vida cotidiana de los trabajadores del sector, que registra un alto nivel de contagios

Salud: entre la compleja adopción de nuevos hábitos y la tensa espera del pico

La incorporación de normas de seguridad, el cuidado de los insumos y el pluriempleo están en el centro de las preocupaciones. La mirada de un médico, un técnico y un enfermero frente a la pandemia

Salud: entre la compleja adopción de nuevos hábitos y la tensa espera del pico

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

3 de Mayo de 2020 | 06:18
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Hasta hace poco tiempo Gabriel Martínez, técnico en hemoterapia del hospital San Juan de Dios, veía a sus hijos, que no vive con él, día por medio. Ahora las visitas se hicieron mucho más espaciadas y cuando por fin se concretan tienen características muy diferentes: las marca una rigurosa distancia.

“Desde que asomó la emergencia por el coronavirus el contacto es más que nada telefónico. Pero la relación con la familia no fue lo único que cambió. También se toman muchas nuevas precauciones en lo laboral y hay todo un folklore hospitalario, especialmente de las guardias , que desapareció. Es que en esta lucha estamos todos juntos, desde el médico hasta el personal del limpieza. Y todos tienen que dejar el cassette y resetearse para este nuevo tiempo, pero especialmente para lo que viene. Porque todos sabemos que lo peor no llegó. Y a algunos les cuesta sacarse ese cassette”.

Martínez refleja una situación que hoy preocupa a todos los trabajadores de la salud. Frente a la crisis del coronavirus, los nuevos hábitos de prevención (que incluyen el uso del barbijo en todo momento y en algunos casos de antiparras, de camisolines, la toma de precauciones para cambiarse y hasta cambios en la circulación de los centros de salud), se adoptan contrarreloj y a veces con dificultad, se aprenden sobre la marcha y modifican profundamente la forma de manejarse tanto en el trabajo como en el hogar.

Es un proceso no exento de tensiones. Los protocolos suelen ser engorrosos y registran muchos pasos. Y se adoptan en un contexto en el que no faltan la angustia y hasta el miedo por una enfermedad rodeada todavía de muchos interrogantes.

“Las nuevas medidas de seguridad para el personal empezaron en marzo y fueron mejorando, tanto como la calidad del material de protección. Pero cuesta adaptarse. La clave está en encontrar un equilibrio. Dominar el temor, pero sin relajar la prevención”, dice Luis Medesani, jefe del servicio de Cardiología e integrante del Comité de Crisis del Policlínico San Martín.

Como en “El desierto de los Tártaros”, aquella novela del italiano Dino Buzzati en que una guarnición de frontera vivía la tensa y obsesiva espera de un ataque que consideraba inminente, también en los hospitales se vive por estas horas una expectativa cargada de inquietud. Porque aunque el coronavirus ya esté en la zona y ya registre circulación comunitaria (ver página 19), la preocupación de médicos, técnicos y enfermeros está pendiente de un posible pico que se espera para algún momento del invierno.

“Nuestra principal preocupación es que no se den situaciones como las que vivieron otros países, como Italia o España. Esperemos que no pase. Que sea manejable”, dice Medesani.

La inquietud por la situación del personal de salud se acentuó en los últimos días después de que se difundieran los altos índices de contagio de esos trabajadores en la Argentina.

Mientras a nivel nacional se habla de que del sector proviene un 17% de los contagiados en el país, en la Provincia se registra un 20,7% -la mayoría derivado de contactos “horizontales”, entre trabajadores de salud y no entre éstos y pacientes- y en La Plata, desde la secretaría de Salud comunal, se habla de casi la mitad del total de contagios, si se considera al personal sanitario y a sus entornos más cercanos.

Otro dato suma preocupación. Desde que se registró el primer caso de la enfermedad, nueve trabajadores del sector murieron después de contagiarse coronavirus en el país. Seis de ellos, en la Provincia de Buenos Aires.

Detrás del alto índice de contagios, desde la CICOP, la entidad gremial que nuclea a los médicos, se habla de una “multiplicidad de factores” que ayudan a explicarlo. Algunos son comunes a otros países, como “el retraso en la puesta en marcha de los protocolos, las dificultades para proveerse de insumos en tiempo y forma, la falta de capacitación del personal o una subestimación del fuerte poder de contagio del virus”, según apunta Pablo Maciel secretario gremial del sindicato.

Pero al escenario local se le suma un elemento más, que gravita especialmente: el pluriempleo, una modalidad laboral a la que apelan tanto médicos como enfermeros, “quienes desempeñan tareas en un promedio de entre dos o tres centros de salud para completar un salario digno”, según destaca Maciel (ver aparte).

Las consecuencias potencialmente negativas de esta situación son varias. Desde la posibilidad de que los propios profesionales se transformen en vector de contagio (el caso de una clínica geriátrica de Córdoba donde un médico asintomático llevó el virus, tras lo cual se contagiaron varios ancianos, encendió las alarmas) hasta el impacto de la sobrecarga laboral en la puesta en práctica de los protocolos de prevención, que lleve a cometer errores que deriven en contagios.

“El síndrome de burn out (quemado) tan común entre los médicos y más entre los que tienen muchos trabajos puede inducir a errores en los protocolos de prevención del personal de salud”, admite Medesani.

Como el luminol, ese compuesto que pone en evidencia las manchas de sangre que no están visibles en la escena de un crimen, la crisis del coronavirus viene a revelar con la mayor de las crudezas las carencias estructurales e históricas del sistema de salud. Sobre todo las que tienen que ver con las condiciones de trabajo del personal.

“Los aplausos de los balcones son un reconocimiento válido y reconfortan. Pero lo que se necesita es mejorar las condiciones laborales de los médicos para que puedan abocarse a un sólo trabajo mediante cargos de dedicación exclusiva, sobre todo en una situación como ésta”, dice Medesani, quien pone en duda que eso finalmente vaya a pasar: “desde hace años faltan políticas claras y sostenidas para el sector y mi temor es que esto quede atrás y volvamos a la misma situación sin que se hagan las mejoras estructurales que se necesitan”.

Insumos

Después de este problema, otro que aparece como especialmente candente es el de los insumos de protección. En este sentido, los consultados coinciden en que la actitud que se impone es la de cuidar el material.

“Faltar no faltan. Pero ante la demanda mundial que tienen hay momentos en que son carísimos y otros en que no se consiguen. Los negocian los gobiernos al pie del avión y en ese marco lo mejor que podemos hacer es cuidarlos ante cualquier eventualidad y hay conciencia sobre eso”, dice Medesani.

En la misma sintonía, Pedro Borgini, secretario general de ATSA La Plata, dijo que recibió denuncias por falta de insumos que fueron puntuales y se vincularon con momentos en que presentaron costos elevadísimos o directamente no se conseguían.

Diego Brocca, un enfermero platense que se desempeña en el sector privado, suma otros factores que preocupan al personal de salud mientras se pertrecha para enfrentar los días más arduos de un invierno inédito con COVID-19.

“Los cambios de hábitos son profundos. Se trabaja con mucho estrés, porque sabemos que la posibilidad de contagio está ahí ante el mínimo error. Hay que estar tranquilo y consciente de lo que se hace para no caer en el temor. Nosotros, en el lugar donde trabajo, nos cuidamos entre todos, porque los protocolos de prevención tienen muchos pasos y, en el fragor cotidiano es fácil olvidarse de alguno o hacer algo mal”, sostiene.

En el sanatorio donde trabaja los enfermeros que atienden los casos de COVID-19 rotan. Y ya tuvieron, aparte, personal en cuarentena, dice Brocca.

“Es un momento en que todo está condicionado por el coronavirus. A mi mamá, que tiene 71 años, no la puedo ir a ver. Y, aunque en mi barrio está todo bien porque todos saben que soy enfermero y muchas veces han recurrido a mi por alguna emergencia, sé de compañeros que en la calle sienten que los miran raro por ser trabajadores de la salud”.

Como los médicos, también entre los enfermeros es común el politrabajo.

“Un enfermero estatal gana 30.000 pesos en promedio y con eso no vive. Trabajar en varios lados es de lo más común también entre los privados, que por ahí ganan 10.000 pesos más. En este contexto no es lo más indicado. Pero la gente no puede hacer otra cosa”, dice.

Como otros consultados, el horizonte de la preocupaciones de Brocca está ubicado en algún punto del invierno, cuando podría registrarse el pico varias veces postergado por la actual cuarentena.

“Llegar va a llegar. Y para entonces todos los protocolos de prevención va a estar automatizados. La clave es estar tranquilos. Y muy concentrados en lo que hacemos”, sostiene.

“Las nuevas medidas empezaron en marzo y fueron mejorando, pero cuesta adaptarse”

“Hoy no faltan insumos, pero nadie descarta que en este contexto mundial puedan faltar”

 

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Luis Medesani - Médico: “ Cuesta un poco adaptarse a los nuevos protocolos y en el aprendizaje se pueden cometer errores. Hay que llegar a un equilibro en el que el coronavirus no genere temor, pero que tampoco se descuiden las medidas de prevención”

Gabriel Martínez - Técnico en hemoterapia: “ Hay todo un folklore hospitalario, vinculado sobre todo con las guardias -como la cena compartida-, que no se condice con los nuevos cuidados y que hay que cambiar. Lo importante es sacarse el cassette y adaptarse a una nueva realidad. Y eso es algo que a veces cuesta“.

Diego Brocca - Enfermero: “ Es muy estresante. Al principio hubo información contradictoria, luego los protocolos fueron mejorando. Pero son engorrosos y te asusta que se te escape algún detalle. Hay que estar tranquilo y concentrarse mucho. Y cuidarnos entre los compañeros para que nadie cometa errores”.

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