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Séptimo Día |LA INFLUENCIA DE MARCO POLO Y SUS VIAJES AL ASIA ORIENTAL

Las vacaciones entre signos de interrogación

El ser o no ser de la temporada veraniega en el país. Antecedentes históricos del descanso anual. Los primeros centros turísticos en España, Italia y Francia. Los escritores y el turismo

Las vacaciones entre signos de interrogación

Biarritz / Pixabay

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

6 de Septiembre de 2020 | 07:57
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El argentino medio se encuentra ahora frente al dilema del ser o no ser de las vacaciones. Dadas las actuales circunstancias, no pareciera ser una duda existencial de naturaleza prioritaria. Sin embargo allí está en el escenario argentino, ya instalada como polémica de relieves institucionales. Muchos empezaron a decir que sí, que habrá. Y otros tantos, que no. Funcionarios, hoteleros, martilleros, gastronómicos y, por cierto, turistas potenciales se miran de reojo, desconfían unos de otros. Es que también hay miles de millones de pesos y otras razones en juego.

Hace pocos días se reunieron intendentes de la costa atlántica. El cónclave se realizó para medir los tantos. Se pensó que habría fumata blanca para las vacaciones, pero el resultado fue polivalente. El comunicado emitido al término del encuentro resaltó la necesidad de “trabajar regionalmente en protocolos sanitarios”, así como también en “resolver la situación de los propietarios no residentes en el distrito”, en el marco de la pandemia por el coronavirus. Ese párrafo, en sus entrelíneas, daba a entender que no, que la prevención sanitaria prevalecía.

Sin embargo, se sabe que las reuniones de trabajo entre nativos suelen concluir en revoltijos dialécticos: “A seis meses del inicio de la pandemia, nos encontramos ante el doble desafío de cuidar la vida y la salud de nuestras comunidades y generar las mejores condiciones para tener una temporada segura para vecinos, vecinas y turistas”, expresó, como abriendo la puerta a un futuro rico en barrenadas, gaseosas y alfajores.

El remate del texto hizo recordar a Umberto Eco y su teoría de la obra abierta: “No es el momento de avanzar apresuradamente en mayores flexibilizaciones, sino de actuar en conjunto con la responsabilidad y el tiempo que demanda un contexto tan complejo como el actual”. Eso parecía decir que no, otra vez más. Los intendentes en esa tenida no pudieron redimirse de la duda shakesperana.

O sea, las vacaciones, como categoría, siguen entre signos de interrogación. Si todo está como cuando se vino de España, entonces hay que patear el asunto hacia adelante: una gran solución originaria de este pueblo. Seguir a la espera de algún atajo eufemístico. Ya se verá la manera de ir sopesando posibilidades. Ya llegará la hora de mirar con atención a las aceitadas veletas de la realidad, para ver hacia dónde apuntan en diciembre. Y después, a las apuradas, llegará la sagrada hora de las improvisaciones. Como siempre, el rigor lógico por sobre todo.

Hoy abundan las conjeturas. De todos modos existe una presunción dominante, acerca de que algunas localidades atlánticas, que se mostraron desde el inicio de la pandemia como bastiones medievales inaccesibles, con guardias pretorianas de ángeles con lanzallamas y murallas de tierra para impedir el paso de todo ser viviente, de pronto, en un santiamén, cuando llegue el verano habrán despejado esos molestos retenes. Y acaso, como una suerte de vergonzante bienvenida, un fugaz hisopado a la entrada o el obsequio de un frasco de alcohol en gel. Y colorín, colorado.

TURISMO Y MOVIMIENTO

En esencia, el turismo es movimiento. Cambio de lugar. El que descubrió esa fórmula fue Marco Polo (1254-1324), aquel astuto mercader veneciano que se volvió famoso por su espíritu viajero –entre otros lugares, fue al Asia Oriental y en especial a China, más distante que la Luna en esa época- para escribir su libro de relatos “Il Milione”, más conocido después como “Los relatos de Marco Polo”. Aquel Marco Polo fue, entonces, el primer operador turístico de la historia.

Se podría hablar también de las primitivas “villas para el descanso”, que abrieron los romanos en distintos lugares, como la villa romana de Noheda, en la ciudad española de Cuenca, o la Fortunatos en Huesca u otras también en España como la de Navarra. O también la villa ubicada en Roma, la de Adriano, en Tívoli, o la que pasó a ser residencia de veraneo de los papas, Castel Gandolfo. Pero esas villas estaban reservadas para los patricios, no para la plebe.

Marco Polo fue el primer operador turístico de la historia

 

En cuanto a las vacaciones algo más populares, los especialistas debaten si fue en Italia, Francia o España en donde empezaron a existir. Hay polémica acerca de cuál ciudad fue la primera en ser sede para “veraneantes”. Lo único seguro es que comenzaron en las primeras décadas del siglo XIX y los documentos hablan de que entre las ciudades precursoras estuvieron Roma, Florencia, Nápoles, Zarautz en el país Vasco de España, o las francesas Biarritz y Bayona, visitadas por nobles, aristócratas y personalidades de todo el mundo.

Las vacaciones eran exóticas entonces, ajenas para la mayoría. Víctor Hugo a quien se considera como a un “descubridor” de Biarritz, que era un pueblo de rudos pescadores de ballenas, no ocultó su enojo en 1843 cuando, dijo, la ciudad “corría el riesgo” de pasar a ser un centro turístico.

Otro involuntario “agitador turístico” europeo, allá por 1820, fue el poeta romántico británico Lord Byron (1788-1824), un talentoso que sumó a su vida aventurera su atractivo físico y una trayectoria llena de escandalosos romances. Su paso por Italia, especialmente por Roma y Venecia, llenó a esas ciudades de su extravagancia y terminó por atraer la atención social. Había que ir por dónde anduvo Lord Byron.

En Italia redactó sus más bellas y conocidas obras, cosechó romances con condesas y se dijo que se enorgullecía de haber mantenido en Venecia relaciones sexuales con unas 250 mujeres. Su estela de vida sembró curiosidad a muchos viajeros que siguieron el itinerario de esta figura única –de allí su condición de “precursor” del turismo- que terminó peleando en una guerra desatada por la independencia de Grecia. Un suburbio de Atenas se llama Vyronia, en su honor.

Otro escritor que tiene mucho que ver con el turismo fue el estadounidense Washington Irving (1783-1859), que se enamoró de España –esencialmente, de Andalucía- y en Granada escribió su inmortal “Cuentos de la Alhambra”, una encantadora colección de cuentos sobre moros y españoles. Fue tan querido allá que le concedieron el privilegio de vivir en la Alhambra mientras escribía el libro. Sus historias convocarían al turismo masivo más adelante.

Irving completó en 1829 una travesía que lo llevó desde Granada a Sevilla, atravesando la campiña andaluza –en la que se encuentra la vega granadina con su ciudad de Fuente Vaqueros, donde nacería más tarde Federico García Lorca- y que desde entonces se llama “La ruta de Washington Irving” en homenaje al escritor viajero.

La reina Isabel II de España, hija de Fernando VII, que iba en los veranos a Zarautz; la reina Victoria de Inglaterra, Isabel de Baviera, emperatriz de Austria y Reina de Hungría –mejor conocida como Sissi- el poderoso Otto von Bismark, le dieron alto linaje político a las vacaciones que se fueron asentando en Europa.

VACACIONES POPULARES

Fue a fines del siglo XIX y también en países europeos cuando comenzaron a considerarse a las “vacaciones” como un derecho de las personas. Y se habló ya de vacaciones pagas, a cambio del mayor trabajo realizado por quienes comenzaron a acceder a ese beneficio. La Costa del Sol en España, la Costa Azul francesa, los balnearios italianos comenzaron a llenarse de turistas de temporada y el fenómeno provocó, además, la expansión de la hotelería, de la arquitectura mediterránea y de otros fenómenos relacionados a las grandes migraciones de temporada que cambiaron la vida en Europa.

En la Argentina la llamada “democratización del ocio” llegó de la mano” de la ley 11.723, de 1933, es decir durante la presidencia de José Félix Uriburu. Esa ley introdujo algunas medidas protectoras para los trabajadores, entre las que se encontraban las vacaciones pagas. Pero el beneficio se circunscribía a los empleados de comercio. De modo que la historia del tema le asigna rol decisivo a Juan Domingo Perón, que en 1945, siendo entonces secretario de Trabajo y Previsión, habilitó mediante el Decreto 1440 la alternativa de que todos los trabajadores gozaran de un período de vacaciones pagas.

A todo esto, el viejo Delta había dejado de ser la Meca turística argentina y Mar del Plata se afianzó en las primeras décadas del siglo pasado como puntera en la devoción de los turistas, seguida en décadas posteriores por Miramar y luego Santa Clara, Pinamar, Villa Gesell y el resto de los balnearios atlánticos.

A fines del siglo XIX empezó a considerarse a las “vacaciones” como un derecho

 

 

Ahora está en veremos la temporada 20-21. Las olas siguen llegando a las todavía solitarias costas atlánticas. Los arroyos y sierras de Córdoba están allí. Los lagos cristalinos del Sur esperan también la voz de partida. Los turistas aguardan expectantes la voz que les diga “a sus puestos”, para lanzarse ansiosos a las rutas argentinas que van al Norte, al Litoral, a la Patagonia, a las playas.

Sin embargo, los que pueden ya están construyendo piletas de material. Y las pelopinchos amagan con triunfales regresos. Se teme que vuelvan a tocar el botón rojo y todos de regreso a la Fase 1. La duda es recurrente en estas tierras: ¿Se podrá cambiar de lugar y mirar otros paisajes? ¿O continuará la espera domiciliaria, la extensa monotonía de la cuarentena y chau felices vacaciones?

 

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