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Caminos solidarios: platenses que ponen manos a la obra

Cocinan, escuchan, abrigan, entretienen y hasta juntan útiles escolares y alimentos para quienes más los necesitan. Mueven cielo y tierra para poder ayudar desinteresadamente

Caminos solidarios: platenses que ponen manos a la obra

Así se cocinan Las porciones de comida que “vino la vianda” le lleva a las personas en situación de calle

María Laura López Silva

María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com

3 de Enero de 2021 | 05:36
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El dulce de leche, la birome, Diego Maradona, el Río de La Plata y el colectivo. Con esos ejemplos solemos destacarnos los argentinos. Inventos, apropiaciones geográficas y personajes que nos hacen grandes; como una especie de orgullos nacionales que nos unen y nos representa en cualquier parte del mundo. Pero quizás la cualidad más noble que tengamos sea la solidaridad, esa que sale a flote ante cualquier desastre natural como han sido los terremotos en San Juan, las inundaciones en Salta o los incendios en Córdoba, por nombrar algunas catástrofes. Sin embargo, eso también convive muchas veces con perfil bajo en las comunidades donde se trata de dar una mano al que menos tiene o más lo necesita.

Si el año que acaba de irse nos dejó algo en claro es que cuesta mucho estar sin el otro: sin su compañía, sin su abrazo y sin su ayuda. Quizás por estar todos en la misma situación fue que las manos se unieron más que nunca para sostenernos los unos a los otros.

“La gente fue muy solidaria este año. Donaron muchas cosas y hasta dinero por suerte. Nosotros conseguimos nuclearnos y trabajar en red como con diez grupos distintos”, cuenta Alicia Terry, la referente de “Vino la vianda Pastoral Social”, un colectivo que asiste y acompaña a gente en situación de calle.

“Teníamos de lunes a domingos toda semana cubierta con viandas. Todos tenían la cena asegurada y algo de ropa. En términos generales consiguen comida, pero este año se complicó. Acompañamos en su dignidad para respetar y que se respeten sus derechos. Además pudimos gestionar unos 14 DNI. Son fuertes las experiencias que tenemos, un hombre al que le llevé el documento lo agarró y lo empezó a besar. Tenía 30 y pico de años, a mi se me caían las lágrimas, decía `este soy yo´ y besaba el plástico”. Y como frutilla del postre, para esta Navidad armaron una vianda especial con pollo en escabeche, ensalada rusa, pan dulce; y para fin de año regalaron una bolsa de higiene con jabón, pasta de dientes, papel higiénico y champú.

El testimonio de Alicia es uno de los varios que se dan en la Región, donde la pandemia nos alejó a la fuerza de los seres queridos pero a muchos los acercó de corazón a otros desconocidos.

“Hace dos años más o menos que nos dedicamos a darle un plato de comida a las personas que viven en la calle. Somos un grupo bastante heterogéneo pero trabajamos muy juntos”, dice Terry que personalmente lleva dos décadas por la senda de la solidaridad respaldada por la Parroquia del Valle que le facilita las instalaciones para que puedan coordinar y organizar todas las actividades. “Cocinamos los días lunes y repartimos en distintas zonas que ya tenemos delimitadas: el Policlínico San Martín, la Terminal, el Centro y la Estación de Trenes. Ahí sabemos que duermen fundamentalmente hombres, pero hay mujeres también. En algún momento tuvimos un hogar y comedor para que comieran sentados, pero es muy difícil sostener esas cosas”, se lamenta esta docente jubilada que allá por el 2001 se unió al trabajo del párroco Alejandro Blanco, que veía como muchos adultos mayores se acercaban a pedir comida a su parroquia. “Ahí empezamos a hacer viandas los domingos”.

En todos estos año que lleva recorriendo las calles de la Ciudad, Alicia explica que se crean lazos muy fuertes: “tratamos de atender cada caso personalmente. Tenemos experiencias de afecto y vínculo con gente de la calle. Los he acompañado en momentos difíciles como enfermedades o muerte. Los llevamos a dormir a la parroquia o los acompañamos a hospitales. Hay experiencias que no te olvidás más. El común de la gente les tiene miedo. Hay todo un tema de salud mental, tenemos que ver a dónde derivamos temas adicciones o enfermedades. Es complicado porque hay situaciones de violencia, hay códigos que no son los nuestros, es gente que en la mayoría de los casos perdió el vínculo con su familia. Y si son menores es muy difícil. Acá en La Plata habrá 100 personas en situación de calle. A la parroquia van unas 30 a comer”, explica Alicia y subraya una frase que tiene como cabecera: “El cura decía `No les estamos regalando nada, les estamos devolviendo lo que les corresponde, su dignidad´”.

Deseo cumplido

Hernán Améndola es el coordinador del hogar de niños Ángel Azul, donde ni bien comenzó la el aislamiento obligatorio decidieron trasladar a los chicos a un predio en Las Tahonas, una localidad de Punta indio. “Fuimos por 15 días y nos fuimos acomodando sobre la marcha. Fue un cambio radical, al principio con un poco de rareza y ahora no quieren volver. Adaptamos la casa que está en un predio de siete hectáreas, hay animales de todo tipo y está armado para que los 29 chicos más los encargados de atenderlos y cuidarlos estén cómodos”.

Con estos cambios, las autoridades del hogar que desde hace unos seis años organizan una olla popular del barrio El Churrasco, tuvieron que repensar las estrategias y optaron por preparar 1.600 viandas semanales. Para estas fiestas conseguimos cajas navideñas y juguetes para mas de 160 chicos.

Y como si fuera poco, junto a voluntarios y amigos, desde Ángel Azul gestionaron una movida más que destacable: “hablamos con gente de otros hogares e hicimos que cada chico -200 en total-, escribiera su cartita a Papá Noel para que recibieran el regalo que habían pedido. Además, en otro organismo que trabaja con chicas entre 13 y 16 años, todas querían celular y les llevamos uno nuevo en caja a cada una. Estaban felices. Todo es con campañas nuestras, así conseguimos las cosas. Siempre hay gente que se acerca a preguntar que necesitamos y colabora”, celebra Hernán que solo lamenta que para festejar navidad y Año Nuevo no pudieron seguir la tradición de tener muchos invitados. “Esta vez no recibimos a nadie de afuera por prevención. Siempre fuimos receptores de quienes quedaban varados y tuvimos que cortar eso”.

Sabor a amor

Las fiestas de fin de año suelen ser la excusa para juntarse a compartir en familia y además preparar los platos más deliciosos. Todos tenemos en la memoria sabor inigualable del matambre arroyado de la abuela o del pan dulce de alguna tía. Esos gustos quedan grabados y es un placer volver a sentirlos.

Lo mismo le sucede a los pacientes que reciben tratamiento de quimioterapia. Después de cada sesión queda una sensación fea en la boca y suelen revertirlo comiendo algo rico. Es por eso que desde la asociación civil sin fines de lucro PadresxPadres organizaron en la pasada Navidad una colecta de golosinas y snacks para los chicos del pabellón de oncología del Hospital de Niños Sor María Ludovica de nuestra ciudad.

“Ellos pierden el gusto y les queda en la memoria el sabor a algunas cosas. Poder darles ese mimo es sumamente importante”, dice Eliana Soljan, fundadora y presidenta de PadresxPadres, y cuenta cómo trabajan: “cuando se acerca alguna fecha, nos comunicamos con la comunidad de las hermanas del hospital de niños y les preguntamos qué están necesitando. A partir de eso organizamos las acciones. Vamos juntando las donaciones en distintos puntos, también recibimos transferencias bancarias y mandamos el bono contribución como comprobante. Cuando llega el último día, hacemos el recuento de dinero y vamos al mayorista; al otro día se hace la entrega. Con esto del coronavirus no podemos entrar hasta el pabellón, alguna de las hermanas nos espera afuera y con la gente del hospital sanitizan y guardan la mercadería”.

Eliana dice que son un puente que conecta a la gente con las causas. “Tratamos de no quedarnos quietos. Somos ocho mujeres que estamos con nuestros trabajos pero además pendientes todo el día de la fundación y es difícil llevarlo a cabo. Las cosas aparecen y hay que hacerlo. En mi caso particular es la manera que tengo de agradecer a Dios la vida de mi hijo. Esto de PadresxPadres lo pensé cuando él estaba internado, nosotros estábamos rodeados de afecto pero a mi alrededor había mamás que no podían comprar ni un agua. Mis amigas me apoyaban con esta idea de armar algo porque yo estaba pasadísima y ni bien nos dieron el alta organicé la primera reunión”.

Así nació esta organización que no sólo colabora con el Sor Ludovica, sino también con la Unidad Penitenciaria Nº33 de Los Hornos donde algunas internas conviven con sus hijos menores de 4 años. Allí colaboran acercando distintas donaciones y participaron de la creación del Espacio Mandela. “Se derrumbaron muros de celdas castigo y se armó un lugar cerrado para los chicos.

Las internas hicieron alfombritas y mantitas bordadas para sus hijos, pintaron y colaboraron con todo. Me gustaría que pudiéramos entender que los nenes son nenes y no tienen la culpa de nada. Ese espacio tiene libros, juguetes, disfraces. La misión es mostrarles que hay un afuera con color. A veces no hay familiares que los vayan a ver o a buscar. No mucha gente quiere donar para esto, se entiende que es complicado, pero los nenes tienen sus derechos más allá de dónde vivan. Tenemos que hacer un camino de mucho aprendizaje como sociedad”, reflexiona Soljan.

Pero el mayor sueño de la asociación es inaugurar la casa para alojar familias de niños internados en La Plata. “Cuando nos donaron la casa pudimos hacer charlas de muchos profesionales a beneficio. Pusimos la alarma, el durlock, las placas antihumedad, nos donaron cocinas, camas y cuando íbamos a hacer los baños empezó la pandemia. Se redujo mucho la ayuda económica. Nuestra misión en sí está frenada porque no podemos terminarla, sin embargo podemos ayudar desde otro lugar con estas movidas. El hogar está pensado para cualquier familia que deba atenderse médicamente en la Ciudad, tenga o no tenga obra social, se atiendan en lugares públicos o privados y es absolutamente gratuita. Lo que se pretende es que toda la familia pueda reencontrarse, es un proyecto bastante ambiciosos y por eso nos cuesta ponerlo en marcha. En el mientras tanto, caminamos”, enfatiza Eliana.

Ayuda sobre ruedas

Estos grupos de labor para la comunidad no son ningunos improvisados. Llevan mucho tiempo en el trabajo solidario por lo que con cada año suman experiencias y aprendizajes para mejorar las gestiones y poder ayudar a la mayor cantidad de gente posible.

“Articulamos los ejes de trabajo, desarrollo social y educación, y con mis compañeros nos pusimos en contacto con organizaciones de la Región para asistir de distintas formas”, cuenta Juan Ignacio Fariña, responsable del área Sectores de la Acción Católica de La Plata. Es así como a inicios de 2020 comenzaron a pensar qué movida podían hacer para conectar a la comunidad y darle un buen cierre al año. Jamás pensaron que en marzo el coronavirus les iba a complicar las cosas, pero como tienen oficio en sortear dificultades, se arremangaron una vez más y pusieron manos a la obra para armar carritos de madera para entregar los regalos de Navidad.

“Lo del carrito está bueno porque se conecta gente de varios organismos y los nenes están felices porque es un regalo interesante con el que pueden jugar de varias formas”, continúa Fariña, que es docente y miembro del grupo católico desde su infancia. Esta idea surgió cuando el padre Nicolás Oyhamburu, capellán en la Unidad 45 de Melchor Romero, “me dijo en enero de pensar qué podían hacer los internos del pabellón juvenil, que tienen entre 18 y 25 años. En 2019 usamos cajones de verdulería decorados para entregar las donaciones y vimos que después los nenes de las familias que las recibían jugaban con el cajón. Por eso pensé que había que ponerle ruedas y le dije al padre que podíamos hacer eso. Pero con la pandemia fue difícil llevarle los materiales y los terminaron armando los alumnos del Centro de Formación Profesional Laura Vicuña de Ensenada. Los internos los pintaron”, explica.

Fue un dos por uno: un juguete para los chicos que llevaba las donaciones de fin de año: bolsones de frutas y verduras, la canasta navideña, regalos, libros para pintar y semillas del INTA para armar la huerta familiar con su guía y recetarios. Y además había alimentos secos para adelantar las entregas de enero y febrero.

Claro que ese no fue el único trabajo que se hizo durante 2020. “A lo largo del año asistimos a casi 100 familias de La Plata, Berisso y Ensenada. Cada 15 días les damos frutas y verdura, elementos de higiene y algunos medicamentos. En el Hogar Marín ayudamos una vez por semana. Y para poder hacer eso se hicieron muchas movidas como vender cajas dulces, porciones de guisos o shows por streaming de `Full Brothers´. En esta actividad de fin de año colaboraron muchas instituciones de la Región que donaron comida, juguetes o productos de Navidad, y la gente particular hizo su aporte también. La Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata donó la impresión de libritos. Fue un trabajo enorme, lleva mucho tiempo y aparte tenemos nuestros trabajos. Estamos al límite de nuestras capacidades, no por falta de voluntarios sino por la generación de recursos”, resalta Juan Ignacio y agrega que, tras un relevamiento, se registraron varias necesidades por lo que en agosto comenzaron a armar una bolsa de empleo, a dar talleres para emprendedores y de manejo de redes sociales y a pensar en la creación de microcréditos para las familias.

“Yo trabajo en Ensenada, en escuelas públicas y privadas, y se ve mucho la necesidad: la pandemia potenció todo. En todas las materias que doy armamos proyectos solidarios. Los chicos se enganchan y los hace salir del aula y la clase típica. Este año hicieron el recetario que entregamos con las cosas de la huerta, eso los motiva. Me parece que uno puede ser un actor y generar redes. Si nos organizamos entre muchos y cada uno aporta algo, es más fácil la cosa. Todo suma. Eso me motiva, tener la habilidad de coordinar y generar el vínculo. La Acción Católica nos da el apoyo y el edificio para hacer estas campañas, eso me da satisfacción. La gente donó muchísimo, desde alimentos hasta juguetes y golosinas. Cada uno en función de sus posibilidades. Por ejemplo, una mujer nos hizo las garrapiñadas y cuando fue a comprar el maní, el verdulero se enteró de la causa y se los regaló; hubo chicos que donaron sus ahorros para que podamos imprimir la tarjeta de Navidad, que fue diseñada por una alumna de la escuela”.

Educar para el futuro

Cada año la organización sin fines de lucro Presente Escuelas Rurales hace cuatro viajes con donaciones que llevan a diferentes colegios de Santiago del Estero y Misiones. Los camiones van colmados de útiles escolares, alimentos, medicamentos, ropa y muchísimo amor.

“Nuestra misión es evitar la deserción escolar y tratar de mitigar la desigualdad. Acá no somos conscientes de todo lo que tenemos y lo fácil que se pueden conseguir las cosas. No dimensionamos lo que es vivir sin luz, sin agua ni transporte, como lo hacen estas comunidades del interior del país”, cuenta Lorena Gómez, presidenta y fundadora de la organización que mientras atiende su fiambrería está pendiente de las donaciones y articulando acciones solidarias. En el horario del almuerzo se va hasta el depósito que tiene Presente y ordena junto a algún ayudante la mercadería que le envían. Es un trabajo duro y cansador que comenzó a hacer en 2001 de forma familiar y hoy tiene la satisfacción de poder decir que si no fuera por la pandemia, ya estaría inaugurado el albergue estudiantil en Villa Atamisqui -una localidad a 121 kilómetros de la ciudad de Santiago del Estero- para que 20 jóvenes puedan estudiar carreras terciarias y profesorados.

“Apuntamos a que los chicos terminen sus estudios para que puedan tener un futuro mejor. Allá estudiar es un sacrificio muy grande. Los chicos tienen que caminar kilómetros para ir a la escuela. No es que sólo faltan útiles, a veces también necesitan dinero para poder trasladarse o comprar fotocopias. Por eso trabajamos con padrinos”, dice Lorena sobre el sistema con el que funciona la organización: cada familia tiene un seguimiento personalizado de su padrino que trata de suplir las necesidades que tengan. En cada viaje que se hace a las escuelas rurales se cargan las cajas que se van a entregar a esos ahijados. Es una ayuda personalizada que crea un vínculo. Hay un apoyo concreto, un sostén.

Pero además, en esas visitas se festejan los cumpleaños de los nenes y se realizan controles sanitarios. Se arma un hospital móvil que recorre los parajes y atiende a todos. “Viajan voluntarios de la Facultad de Odontología de la UNLP, médicos clínicos, pediatras, ginecólogas y tenemos un laboratorio y una farmacia. Llevamos un equipo electrógeno porque allá no hay electricidad. Todo se puede hacer gracias a los voluntarios y los profesionales que brindan su tiempo y conocimientos sin pedir ni un peso”, destaca Gómez.

En julio se hizo el último viaje y cuando tenían pensado ir en abril para abrir el albergue, la pandemia se los impidió. Sin embargo, nadie se quedó de brazos cruzados. Presente se organizó y pudo gestionar que durante cinco meses los colegios pudiesen funcionar como comedores a los que las familias se acercaban a buscar porciones de comida.

Lorena habla casi sin pausa y enumera todas las peñas, sorteos y campañas que realizan para poder juntar desde dinero hasta muebles y ayudar a los más necesitados. “Hace 20 años conocí a un chico que había venido desde Santiago a trabajar y estaba juntando útiles escolares para llevar a la escuela a la que había asistido de chiquito. Me le sumé y viajé con él. Cuando llegamos allá, no podía creer en las condiciones que vivían y estudiaban. Partían en tres los lápices que llevábamos para repartirlos y a mí se me partió el corazón. Es imposible mirar para otro lado. Les dije y me dije a mi misma que iba a hacer algo para ayudarlos y acá estoy, toda una vida dedicada a esto que me da enormes satisfacciones”, resalta.

Y es que en todos estos años, fueron varios los jóvenes que cambiaron la historia. “A una de las chicas le pudimos comprar una moto para que hiciera todos los días 50 kilómetros y pudiese estudiar. Además tenía que ir impecable a clase porque sino le decían que olía a humo. Ella volvía a la casa y estudiaba alumbrada con un mechero. Su sacrificio valió la pena porque se recibió de profesora de geografía. La educación los transforma, les abre la cabeza, los acerca al mundo. Tengo guardadas las cartas que me mandaba, todo lo que me contaba es tremendo”, dice la comerciante y agrega que este año una ahijada que se recibió de maestra jardinera y otro chico tiene el título de técnico vial gracias a su padrino platense que le pagaba una pieza en una pensión, las fotocopias y el pasaje para que viera a su familia una vez por semana.

Para las fiestas de fin de año, la organización envió cajas con mercadería y regalos a 400 familias de Santiago del Estero y a otras tantas a las comunidades guaraníes de Misiones.

Presentes Escuelas Rurales cuenta con 200 padrinos que a su vez tienen sus propios colaboradores y voluntarios que los ayudan a ayudar. “Es muy lindo porque hay una infinidad de gente que colabora, que aporta su granito de arena para que los chicos tengan una oportunidad”.

Ojalá que este año que recién comienza tenga muchas más de estas historias. Ojalá que todos podamos ser parte de alguna de ellas.

“Apuntamos a que los chicos terminen sus estudios para que puedan tener un futuro mejor”

“Cada chico escribió su cartita a Papá Noel y recibió el regalo que había pedido”

“Le entregué el DNI a un hombre y lo besaba. `Este soy yo decía´. A mi se me caían las lágrimas”

“En todas las materias que doy armo proyectos solidarios. Los chicos se re enganchan”

“El hogar está pensado para cualquier familia que deba atenderse en la Ciudad”

 

 

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Así se cocinan Las porciones de comida que “vino la vianda” le lleva a las personas en situación de calle

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