Graves denuncias sobre delitos en distintos barrios, que permanecen impunes

La delincuencia callejera mantiene en una suerte de jaque perpetuo a localidades de la periferia platense, cuyos pobladores no han cesado de reclamar por esa situación, sucediéndose asambleas vecinales, reuniones con funcionarios del área de seguridad, marchas y otras formas de protesta, sin que la situación presente visos de mejoría.

Se sabe que las modalidades y los protagonistas de la ola delictiva son diversos. Ahora una mujer que vive en el barrio Savoia, de City Bell, cansada y presa del miedo por las amenazas verbales y golpizas que, según denunció, viene padeciendo a manos de un grupo de jóvenes vecinos, anunció que tiene decidido abandonar el lugar y la casa donde vive.

Tal como lo declaró ayer en este diario, no se trata de una situación coyuntural. Los hostigamientos los viene sufriendo, dijo, desde el año 2015. Sobre el motivo de las agresiones, argumentó que no es otro que “me vaya de acá y les deje la casa para que se la apropien ellos”, en alusión a quienes le hacen la vida imposible, aseguró.

Destacó que los agresores son jóvenes de entre 15 y 25 años de edad, que forman parte de una misma familia que reside en el barrio desde siempre. La mujer dijo que realizó unas ocho denuncias ante la Comisaría de City Bell, y que sabe que existen otras nueve denuncias presentadas por otros vecinos que atravesaron situaciones similares. Los integrantes de ese grupo, añadió quieren demostrar que “son ellos quienes mandan en el barrio”.

Cabría señalar que éste no es el único caso de esta naturaleza que se viene presentando en nuestro distrito. Hace muchos meses que en Arturo Seguí y también en varias zonas del sur de La Plata los vecinos apuntaron en sus protestas contra grupos de familiares que, denuncian, hostigan, roban y atemorizan a los pobladores, sin que la policía y la Justicia hayan actuado contra ellos.

Si a este tipo de situaciones que se plantea en los barrios –la modalidad de grupos familiares dedicados a la actividad delictiva- se suma el accionar de los asaltantes de viviendas, rateros, motochorros y, entre otros, de los ladrones de bicicletas, está claro que las calles de nuestra región se encuentran despojadas de las custodias y patrullajes que hacen falta para frenar a a la delincuencia.

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Se ha dicho ya en muchas ocasiones que el despliegue policial frente a este tipo de delincuencia no debiera exigir la participación de un personal más numeroso, así como que esos operativos debieran verse correspondidos por una actividad judicial más expeditiva.

Los propios vecinos, tal como aquí se consigna, dicen conocer en dónde viven los eventuales autores de estos robos. Con esos testimonios –que, se supone, en muchos de los casos no deben ser desacertados- y una mínima inteligencia preventiva, la Policía podría actuar con mayor eficacia y actuar con suficiente poder disuasivo. Está claro que el problema es más complejo y reclama también otras soluciones de fondo, pero el de la seguridad resulta prioritario.

La población merece contar con calles más seguras, liberadas de la presencia de delincuentes. Y las autoridades debieran hacer lo que corresponde para recuperar el pleno dominio de la vía pública. Lo único que no debe permitirse la sociedad es naturalizar la presencia del delito en las calles y tomar el camino de la resignación. De lo que se trata es que las leyes cobren vigencia y la población conviva bajo el imperio del orden.