Los emoticones, el nuevo y universal idioma del siglo XXI

Hay un idioma nuevo en el mundo, un idioma que tiene adictos y detractores. Un lenguaje único capaz de saltar fronteras, que está siendo utilizado y comprendido por habitantes de todos los países.

Se trata del más exitoso intento de fundar el esperanto, de asentar hacia el futuro una lengua que fue prebabélica y que no deja hoy de crecer y ser adoptada. Por ahora se lo usa como complementos de la palabra escrita y en lugar de letras se vale de dibujos, de imágenes llamadas emojis o emoticones. Han llegado a tal grado de universalidad que existen más de 6 mil millones de emoticones, una cifra que compite con los 7,7 mil millones de habitantes del planeta.

Algunos grandes filósofos de la contemporaneidad, como Marshall Mc Luhan, anticiparon esta inesperada floración de ideogramas en los 60 y 70, treinta años antes de que naciera internet. Es la muerte de la imprenta, de la letra impresa. Volvemos al pasado, advirtió el autor canadiense de “El medio es el mensaje”.

¿Volvemos a la tribu, a la inocencia transhumante y predominantemente visual? Algunos estudiosos de hoy, acaso ajenos a estas raras profecías, advierten que los primeros emoticones se encuentran pintados en las enigmáticas cuevas de Altamira, que datan de hace 35 mil años y que están allí, en el norte de España, mostrando figuras rupestres para que hablemos con el pasado. La profecía de Mc Luhan cobraría entidad. El futuro del progreso es volver.

Cada emoticón utilizado en el gigantesco imperio de las redes sociales busca representar un concepto. Los emoticones son breves, concisos y economizan el uso de palabras. Se gana tiempo. Una carita sonriente como respuesta ante un mensaje ya es suficiente, como lo es esa misma carita enojada o llorando. Hay un emoticón para cada oportunidad. Animales, flores, paraguas, corazones, criaturas de los comics. Con un dibujito incorporado a la pantalla del celular cada persona envía señales de amor, de odio, de duelo, de alegría, de reprobación, de indiferencia. ¿Para qué escribir si, en una sola imagen, se puede compendiar todo el mensaje?

Los emoticones son breves, concisos y economizan el uso de palabras

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Hay respuestas de grandes pensadores y escritores, opuestas al valor y al significado profundo de los emoticones. Se verá lo que dicen Zigmund Baumann, Stephen Hawkins y Mario Vargas Llosa, entre otros intelectuales que los relativizaron o cuestionaron. Algunos hablaron de ellos como de chucherías electrónicas, muestras de una subcultura que impone su autoritarismo sobre la libertad y la conciencia individual de cada ser humano.

POR LA IMAGEN

El semiólogo italiano Paolo Fabbri, uno de los más brillantes intelectuales fallecido en 2020, erigió un altar y allí puso a los emoticones. Fue cuando alertó: “Yo abro mi computador y saltan las ventanas, las opciones, las posibilidades de avanzar. La lectura tradicional es muy aburrida y esquemática”.

Añadió que “debemos estudiar más las imágenes, porque irán influyendo cada vez más. Al igual que la música. Para varias generaciones las canciones son más importantes que la poesía. No la necesitan, porque es el sonido lo importante. A menudo se piensa que la música no tiene un sentido, que es sólo goce estético. Yo creo que transmite ideas concretas, habla sobre la relación con el poder. Me encantaría poder profundizar en eso”.

Mario Vargas Llosa / Télam

Se dice que la gran revolución de las imágenes como transmisoras de conceptos se inició no hace mucho, en 1995, con el diseñador de interfaces japonés Shigetaka Kurita, que registró el dibujo de un corazón para un teléfono de la compañía de celulares en la cual trabajaba. Y allí creó, literalmente, esa nueva forma de comunicarse.

Mario Tascón, periodista español especializado en el mundo digital, es otro defensor de los emoticones. En un artículo publicado en febrero de 2020 en el diario madrileño El País sostiene: “Estos pequeños dibujos que han invadido nuestras vidas a través de la tecnología logran algo que ni las pinturas prehistóricas ni el esperanto consiguieron: un lenguaje universal que resulta práctico y atractivo a mucha gente muy diferente. Son capaces de hablar de cosas, de acciones y, sobre todo, de emociones”.

Sea como sea, el mundo digital abrió las puertas de un nuevo universo

“Escribir con emojis -agrega Tascón- supone volver a nuestros orígenes. Hace más de 40.000 años en Indonesia nuestros antepasados dibujaban escenas de caza, animales y personas. Hace unos 20.000 en el norte de España, en Altamira, pintaban bisontes. Mucho antes de que aparecieran los primeros alfabetos, la humanidad se comunicaba a través de dibujos, ideogramas, jeroglíficos…”

POR LA PALABRA

No son muchos los intelectuales que rechazan el aporte de los emoticones, aunque ellos advierten sobre los peligros genéricos del “tecnooptimismo” y acerca de la posibilidad de perder libertades en las redes de internet.

El físico científico Stephen Hawking, que tanto promovió a la ciencia y a la tecnología (por la cual, también, pudo sobrevivir y conectarse con el mundo exterior varios años), no dejó por eso de alertar sobre un progreso descontrolado de la inteligencia artificial. “Los robots podrían llegar a tomar el control y se podrían rediseñar a sí mismos”, dijo. ¿Los emoticones se explicarán a sí mismos?

Otro intelectual de primer nivel, Zygmunt Bauman –un hombre que perseguido primero por los nazis y luego por los comunistas- , creador del concepto de “modernidad líquida” también izó banderas de alerta contra la desbordante imaginación de la tecnología: “La cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación. A cambio, se nos aparece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido”.

“Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”. “La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto”. La red le propone a la comunidad sustitutos, como los emoticones, y puede también cautivarte-.

Mario Vargas Llosa salió al cruce de los ideogramas y lo hizo sin eufemismos: “Si el mundo sigue el proceso en el que la palabra escrita es reemplazada por la imagen y lo audiovisual, se corre el riesgo de que desaparezca la libertad, la capacidad de reflexionar e imaginar y otras instituciones como la democracia”, dijo en una conversación que mantuvo con Antonio Caño, director del diario El País.

“Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”

Si la palabra escrita desapareciera, agregó, “sería la pesadilla de Orwell de una sociedad convertida en robots donde todo es organizado por poderes invisibles”. En la entrevista publicada añadió que su temor “es que la cultura de la pantalla sea cada vez más puro entretenimiento, y eso aboliría el espíritu crítico”.

¿FANTASMAS?

Algunos sostienen que la palabra imagen conlleva un sentido de representación, de figuración, de algo inexistente, fabuloso o irreal. Dicen que proviene del latín “imago”, que vendría a significar algo así como “fantasma”. La imagen desrealiza, tiene mucho de falso. Acaso haya algo de eso. El holograma vendría a ser la consagración de la imagen, la proyección que intenta convertir en real la figura de una persona que no está allí.

Sea como sea, el mundo digital abrió las puertas de un nuevo universo. Las pantallas de los celulares, de las computadoras y también de la TV no podrían quedar marginadas de la cultura de nadie. El “lector” de esas pantallas se ve liberado de realizar una operación al que la palabra escrita lo obliga: esto es, de imaginar. Si en los libros de Emilio Salgari tenemos que imaginar a los mares del sur, las pantallas nuevas nos regalan esa imagen. En lugar de imaginar, el tiempo puede emplearse en conceptualizar.

Paolo Fabbri / Rosa Muñoz, www.ctxt.es

De todas maneras, ¿cuál sería el motivo para ignorar la existencia de más de seis mil millones de pequeños dibujitos, de esos jeroglíficos digitales que nos ahorran tiempo? Y que, además, son comprendidos en todo el planeta, sin necesidad de traductores.

En contra de aceptar la realidad, dijo George Orwell que todo progreso tecnológico se permite “sólo cuando sus productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana”. A favor de aceptar lo nuevo (los emoticones, por ejemplo) podría servir esta cita de Eric Hoffer: “En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe.”