Nicolás Monzón, el estudiante argentino que está entre los mejores 10 del mundo y va por más

Nicolás Monzón es uno de los diez privilegiados que luce con orgullo el título de ser uno de los mejores estudiantes del mundo. Desde muy chico encontró en los libros su gran pasión y nunca la abandonó, pese a los obstáculos que le puso la vida. 

La Fundación Varkey y Chegg.org se organizaron en Global Student Prize para otorgar el premio de nada menos que un millón de dólares para quien gane el primer puesto de los diez estudiantes que permanecen en carrera. 

El premio busca reconocer la labor de los estudiantes mayores de 16 años ya sea en tiempo parcial, con cursos online o que formen parte de la currícula de una institución académica, programa de formación o capacitación. 

Las inscripciones de este año comenzaron el 27 de enero y finalizaron el 1 de mayo. Para la preselección, los organizadores tuvieron en cuenta los logros académicos de cada postulante, la influencia en sus compañeros, el aporte a la comunidad, creatividad, innovación, rol social como ciudadanos y la capacidad para superar desafíos en la vida. De esto, Nicolás sabe de sobra. 

Respecto a esto, el director regional de la Fundación Varkey, Agustín Porres, aseguró que el argentino es una verdadera inspiración para sus pares así como para su familia y la comunidad que lo rodea. También recibió elogios de Sunny Varkey, creador de la fundación en cuestión, quien comentó que “su historia es un testimonio del papel crucial que desempeña la educación en la construcción de un futuro mejor para todos nosotros”. 

Monzón comparte la recta final con estudiantes de Malasia, India, Estados Unidos, Ucrania, Canadá, Brasil, Ghana, Emiratos Árabes Unidos y Australia. A finales de septiembre se sabrá quién es el gran ganador desde la Asamblea General de las Naciones Unidas, con sede en Nueva York. 

Historia de lucha

Desde que tenía 9 años, Nicolás, a través de un libro que le regaló su abuela, volcó toda su atención en adquirir nuevos conocimientos. Su infancia no fue fácil, pasó por muchos obstáculos y aún así, nunca dejó de estudiar. 

Gracias a su capacidad pudo sobreponerse a no llegar a tener ni siquiera un lápiz y un papel para hacer sus cálculos matemáticos. Oriundo de Quilmes, su padre era cartonero y su madre recurrió al trueque para poder darle de comer. Con 25 años, mira para atrás y recuerda que para poder terminar la secundaria, vendió medias en una feria de San Francisco Solano. 

Luego se dedicó a enseñar el oficio de reparar computadoras, se desarrolló en el ámbito de los videojuegos y llegó a la universidad. En la casa de estudios superiores llegó al JEA (Jóvenes en Acción) y desde allí pudo comenzar a estudiar la carrera de ingeniería en informática. 

Paralelamente, estudia matemáticas y física en la UBA, está a punto de recibirse de ingeniero en informática, llevó adelante el proyecto para un startup de tecnología y sueña “con ser científico para mejorar la calidad de vida de las personas”.