El arte de atar con alambre y de arar siempre de nuevo

En la Argentina se está empezando todo el tiempo. Porque los proyectos que se inician también se terminan pronto. “Nosotros en España nos aburrimos a morir, porque casi todo está igual hace siglos. Ustedes los argentinos, en cambio, qué maravilla: todas las mañanas se dedican a crear un nuevo mundo. Cada mañana es el Génesis…A la noche del mismo día destruyen ese universo que les parece tan imperfecto y empieza el Apocalipsis…Y a la mañana siguiente, el ciclo recomienza”·

Esos conceptos, palabras más, palabras menos las dijo hace poco un pensador catalán en el Centro Cultural Recoleta. “Me encantan vuestros aforismos, por ejemplo ese que dice “hay que arar y empezar de nuevo…” O ese otro, “lo atamos con alambre…”. Añadió que “lo fantástico es que tienen mucha habilidad para atar con alambre”.

Los nombres de los lugares cambian varias veces. El Estadio Único ya lleva tres designaciones en veinte años. Ya llegarán otras. Porque todo es como una imaginativa improvisación y. muchas veces, de la buena…Lo que asombra, decía el azorado conferencista, es que los argentinos no lleguen por caminos racionales, por la senda de los silogismos, con premisas y conclusiones. Nada de eso, se llega por tanteo, por raptos individuales, por inspiración divina…, añadió

Imprimir huellas perdurables en la tierra volátil. Imposible, porque estará llegando a su fin el arado matutino y después vendrá el rastrojo, el incendio intencional, la inundación, la sequía, la nueva rotación de tierra y tenemos que arar de nuevo. Se entiende, a todo el país. Aquella persona o aquel suceso que pasó en la Argentina, ya pasó, ya es olvido. Inútil rescatarlo, no queda ni su sombra como recuerdo. Ya fue.

IMPROVISAR

El arte de improvisar es uno de los mejor ejercidos. Con los primeros versos del Martín Fierro, el paisano Fierro ya presentó apurada una cosmovisión, a medida que las estrofas salen tumultuosas del corral: “Pido a los santos del cielo/ que ayuden mi pensamiento:/ les pido en este momento/ que voy a cantar mi historia/ me refresquen la memoria/ y aclaren mi entendimiento/”, para de inmediato pedirle a Dios que lo asista, en una ocasión tan ruda.

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En el país se está empezando todo el tiempo. Lo que se inicia también se termina pronto

Que Dios asista en este caos, piden los argentinos. Y Dios lo debe haber hecho en muchas ocasiones, ya que también es argentino. En la Argentina se podrían dar clases magistrales de improvisación en cada esquina.

¿El block del motor del campeón de TC se rajó? Es una avería invalidante. En cualquier lugar sensato del mundo hay que abandonar. Pero Oscar Alfredo Gálvez no abandonó cuando le pasó eso en uno de los larguísimos grandes premios, que duraban varias etapas.

Trabajó toda la noche y cosió el block: con soplete y unas pocas herramientas hizo sucesivas perforacions en el block y en cada hendidura soldó un fierro grueso. El block quedó rígido y siguió corriendo. Es literal, lo cosió.

Otro campeón de TC, Dante Emiliozi, no sabía cómo conseguirle más velocidad a su auto. Pensó y pensó, según lo contó. Encontró la solución en “rascar” la parte interior pegada a la cáscara de las bananas y con eso lubricó los cilindros o algunas otras entrañas del motor. El auto del olavarriense voló y batió récords de velocidad. De ese tiempo de anécdotas hay mil en todas las disciplinas que se practican en la Argentina. Se realizan operaciones de alta complejidad en quirófanos que tienen la luz cortada, alumbrados con las linternas de los celulares. Cada ferretero barrial es una suerte de Leonardo Da Vinci que da clases gratis detrás del mostrador.

Volviendo al “Aguilucho” Gálvez, era el único capaz de hacer avanzar a un Ford Falcon 1966 a 130 km/ hora, colocar la marcha atrás, apretar a fondo freno y embrague, hacer un trompo y de apoco lograr que el auto pierda velocidad y salga marcha atrás. La historia se encuentra en wilkipedia y muchos otros recortes.

Mecánicos de la fábrica Ford de los Estados Unidos vinieron para ver esa maniobra y no podían creer que alguien consiguiera hacer ese milagro en el motor del auto que ellos fabricaban.

Oscar Alfredo Gálvez no abandonó cuando se le rajó el block del auto...

“Es la cosa más fácil del mundo” decía Gálvez sonriendo. El sabía que, en realidad, aquella destreza no era para convertirlo en un prócer, pero siendo un tipo humilde siempre comprendió que lo rodeaba una aureola mágica, inexplicable, que él debía preservar.

Y tuvimos desde Gabino Ezeiza a los payadores, que todavía tenemos. Hace falta ingenio para tomar la guitarra y payar horas enteras, para ganarse una recompensa, una mujer o una puñalada como le ocurrió al Moreno.

Una puñalada, en este caso, con aviso previo, porque “va…cayendo gente al baile” y la pulpería se recalentó. La condición de ser de los criollos los obliga a improvisar, inclusive hasta a dar la vida por demostrar quién es cada uno de ellos con una guitarra en la mano.

La preparación de las cosas es una actitud excesivamente racional, que requiere paciencia, humildad y cierta artesanía mental. Demasiadas condiciones para los pobres cristianos argentinos.

Un abogado platense, que tuvo hace décadas un alto cargo en la embajada argentina en Suecia, contó que unos seis meses antes del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura, puntualmente Chile hacía editar en Suecia y en idioma sueco algún libro de Pablo Neruda.

La edición era lujosísima. Muy cara y por lo tanto beneficiosa para las editoriales suecas, que son de las mejores del mundo. Y más allá de los altos merecimientos que acompañaron al poeta chileno, finalmente los académicos le otorgaron el Nobel, como antes lo había hecho con Gabriela Mistral.

“Nosotros nos pasamos varios años intentando que desde la Cancillería argentina nos dieran presupuesto, para editar libros de Borges en Suecia. Y nunca nos mandaron una moneda”. En la Cancillería suponían, dijo este platense, que era como obligatorio y cantado para los suecos que le dieran el Nobel a Borges, no había que realizar ningún preparativo.

TAMBIEN EN LA GUERRA

Poca gente en nuestro país sabe tanto sobre aviones de combate como Luis Briatore, piloto de aeronavez de caza e instructor de vuelo de la Fuerza Aérea Argentina. El también habla de improvisación en la Guerra de Malvinas porque esa guerra “llegó sin aviso”. O sea fue otro acto de improvisación, más allá de su connotación de gesta patriótica.

Mecánicos de la Ford de EEUU vinieron para ver una maniobra inventada acá

“Tripulaciones muy bien entrenadas para un escenario distinto. Aviones con excelentes performances y muy bien mantenidos, pero con una aviónica superada, sin sistema de autodefensa y armamento inadecuado para ataque a objetivos navales altamente defendidos. Para el combate aire-aire, contábamos con escasos misiles, y de inferiores prestaciones en relación al recién salido del horno Sidewinder “L” de lanzamiento todo sector, cedido al enemigo por EEUU”.

“Esto era lo que había dentro de los hangares de la gloriosa Fuerza Aérea Argentina para enfrentar al tremendo poderío británico, que se venía con todo lo que tenía”, así que “con lo puesto, una muñeca bien entrenada y untada con grasa de león, así salimos al campo de batalla”.

“Si hay algo que destaca al argentino es buscarle la vuelta a lo que no tiene solución para un ser humano normal. Costumbre arraigada por la supervivencia del día a día, generada por los constantes vaivenes en la conducción nacional de los últimos 80 años, lo increíble es que esto sucede en uno de los países más ricos que existe sobre la faz de la tierra”, dijo Briatore.

Payadores