Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Séptimo Día |AUXILIO DE LA GRAMÁTICA Y LA RETÓRICA

La cambiante relación del escritor con las palabras

Neruda: los españoles se llevaron el oro, pero nos dejaron el idioma. La visita de Juan Ramón Jiménez a La Plata. Influencia de internet y del habla popular

La cambiante relación del escritor con las palabras

Pablo Neruda

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

11 de Agosto de 2024 | 05:28
Edición impresa

Las palabras bien colocadas son dardos que dan en el blanco, se ha dicho. Es verdad que son legión los que intentan hoy demostrar que escribir es un arte fácil, una suerte de pasantía social, pero lo que arrojan, que es literatura-chatarra, se pierde en el vacío. Los escritores de verdad sudan y se angustian para encontrar la palabra que llegue al lector.

Jean Paul Sartre (1905-1980) escribió sobre su amanecer literario y eso lo contó conmovido en su libro autobiográfico titulado Las palabras. El texto recorre la intimidad de ese chico vacilante ante las primeras miserias de la infancia, solo, sin hermanos, en un contexto de adultos, que se enfrentó desnudo de defensas y en soledad con palabras suyas, íntimas, las que llegaban desde adentro, las enigmáticas, las que marcarían el rumbo de su vida.

Se puede contrastar esa infancia literaria tan rígida de una persona con la que Pablo Neruda creyó descubrir en América, el desordenado continente de los tiempos coloniales. Aquellas primeras palabras españolas, dijo, “tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces…”.

El lenguaje americano llegó con españoles codiciosos y las palabras en Iberoamérica, sigue Neruda, “son antiquísimas y recientísimas”. Pero pese a todo, “qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo…”.

Y agrega el poeta chileno: “Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras”.

 

Los escritores de verdad sudan y se angustian para encontrar la palabra que llegue al lector

 

Las palabras únicas y literarias. No tan nítidas como los colores para quienes pintan. No tan precisas como las notas en el pentagrama. Las palabras siempre en una eterna y extensa marea, que se las lleva envejecidas y las devuelve, reformuladas, nuevas, pero siempre difíciles de incorporar al texto. El escritor avanza cayéndose en su calvario personal, que es el de equivocarse, el de no creer en si mismo ni en sus palabras ni en comentarios de terceros. El escritor real busca encontrar una voz, la suya, que sea necesaria para el resto.

JIMÉNEZ EN LA PLATA

A nuestra ciudad vino una vez un poeta universal que se exigió a si mismo. Lo colocaron sus adversarios en una torre de marfil, pero fue uno de los poetas que vivió en lucha con las palabras para encontrar las más justas. Se trató de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), autor de Platero y yo, pero también de memorables libros de poemas como Eternidades, Animal de Fondo, Piedra y Cielo, Dios deseante y deseado, en obras que le valieron el Premio Nobel de Literatura en 1956

Juan Ramón Jiménez en La Plata

Ese toma y daca del creador con el idioma, quedó reflejado en un pequeño poema, llamado “Intelijencia” (así escrito, con jota, como él quería que se escribiera): “Intelijencia, dame/ el nombre esacto (sic) de las cosas!/ Que mi palabra sea/ la cosa misma,/ creada por mi alma nuevamente./ Que por mí vayan todos/ los que no las conocen, a las cosas;/ que por mí vayan todos/ los que ya las olvidan, a las cosas;/ que por mí vayan todos/ los mismos que las aman, a las cosas.../ ¡Intelijencia, dame/ el nombre esacto, y tuyo,/ y suyo y mío, de las cosas!”

El 8 de agosto de 1948 vino a La Plata, acompañado por su esposa Zenobia Camprubí. Fue recibido como lo que ya era, una personalidad descollante. EL DIA cubrió con una página su estadía, que duró toda la jornada. El título de la edición del día siguiente fue “Contornos excepcionales revistió la conferencia pronunciada ayer por Juan Ramón Jiménez”. Había visitado primero el paseo del Bosque y se detuvo ante el busto del poeta platense Francisco López Merino, a quien había conocido veinte años antes. Después recorrió el Museo de Ciencias Naturales y la Catedral, entusiasmándose por la calidad de ambos lugares.

Fue luego hasta Gonnet donde almorzó en el entonces Swift Golf Club (hoy club Universitario), tomó una hora de descanso y después se dirigió a la sede del club Estudiantes, donde dio una conferencia en el gimnasio de la sede ubicada en 51 entre 7 y 8, frente a una sala llena. Allí estuvo acompañado por su esposa, por autoridades del club, la señora Ortiz Basualdo y la escritora platense María de Villarino, frente a la presencia de centenares de personas que colmaron el salón.

 

Las palabras son de pertenencia común: cada quien cuando habla muestra un tesoro

 

Junto al público adulto, cinco chicos de seis años de edad, que volvían de la escuela fueron autorizados a ingresar y a estar cerca de quien había escrito el libro sobre aquel burro peludo y suave. Platero, que le leían en las aulas.

GRAMÁTICA Y RETÓRICA

El investigador argentino Pablo M. Ruiz, en su trabajo titulado “Potencia del lenguaje” escribe estas palabras que explican el aporte esencial de Borges a este tema. Dice así: “El poeta inglés W. H. Auden consideraba que no hay disciplinas más poéticas, más afines a la poesía, que la gramática y la retórica, porque estudian la estructura y el funcionamiento de su materia: el lenguaje. Y sin embargo son pocos los escritores o poetas gramáticos, en los que se ve una sostenida reflexión sobre el lenguaje. Borges es una excepción”.

Octavio Paz es como un Borges mexicano. Su poesía y su prosa rozan la perfección. Y sobre el tema del idioma dijo una vez: “El lenguaje siempre es una pluralidad, y esa te hace pensar a veces que el lenguaje es la expresión más perfecta de la razón y a la vez es la expresión más imperfecta de la razón, ya que toda palabra posee una significación que puede ser anulada por otra palabra”

Pero los escritores también tienen en claro que las palabras son de pertenencia común, que cada quien –no importa su educación- cuando habla muestra un tesoro. Hay una dignidad casi sagrada en el idioma popular, por eso todo lunfardo lugareño tiene su lugar. Aunque en una entrevista que le hicieron, el poeta español José Agustín Goytisolo, autor del poema “Palabras para Julia”, tan bien cantado por Paco Ibáñez-, si bien celebró ese idioma advirtió que tampoco había que rendirse ante todo populismo idiomático: “Recuerdo aquella frase desesperada de Lope de Vega en su Arte Nuevo de hacer comedias: “Como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle el gusto” No se trata de esto”…

Lo dicen los académicos: independencia de los poderes políticos, del afán de ganancia fácil, búsqueda de un estilo riguroso, proximidad al clima de la época en que vive, el escritor vive tironeado, distendido entre diversas fuerzas, torturado muchas veces por su oficio.

Y de pronto irrumpe lo moderno, lo actual. El aún joven novelista platense Martín Felipe Castagnet (1986-) advirtió ya en estas columnas que “nadie sabe adónde nos llevará la era digital”. El calvario de ahora se fue de las pretéritas máquinas de escribir y se mudó a las pantallas.

“Internet se ha transformado en algo trascendente. Eso que era una herramienta primero, es ahora una plataforma en la que se puede vivir. Y en donde se puede vivir se puede también morir. Hay cosas que resultan impresionantes como, por ejemplo, que los perfiles de Internet siguen abiertos aún cuando una persona se haya muerto”, añadió el joven Castagnet. Que, sin embargo, con las palabras tiene los mismos y cambiantes desafíos que, entre otros, enfrentó Cicerón hace más de dos mil años.

Octavio Paz

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE a esta promo especial

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Full Promocional mensual

$650/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $6100

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme

Básico Promocional mensual

$500/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3950

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme
Ver todos los planes Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional mensual
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$500.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $3950.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla