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Una condición mental que, por múltiples factores, puede provocar consecuencias graves en la salud mental. Qué hacer
En la era de las redes sociales, donde la imagen parece ser la moneda más valiosa, la relación con nuestro cuerpo se ha vuelto cada vez más compleja. La dismorfia corporal, un trastorno poco conocido pero profundamente perturbador, expone ese vínculo conflictivo y doloroso que muchas personas mantienen con su propia apariencia.
La dismorfia corporal, o trastorno dismórfico corporal (TDC), es una condición mental en la que una persona está obsesionada con uno o varios defectos imaginados o exagerados en su apariencia física. A diferencia de la simple preocupación por el aspecto físico, esta obsesión va mucho más allá: genera un malestar intenso y puede interferir gravemente en la vida cotidiana, en las relaciones personales, laborales y sociales.
Las personas con dismorfia corporal pueden pasar horas frente al espejo buscando “imperfecciones”, aunque en realidad esas imperfecciones sean inexistentes o mínimas. Otros pueden evitar completamente los espejos, esconder partes de su cuerpo, o buscar constantes comparaciones con otras personas. En casos extremos, esta obsesión puede llevar a conductas peligrosas como el aislamiento social, la depresión, e incluso intentos de suicidio.
Hay una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales. Estudios indican que ciertas alteraciones en la química cerebral y en la forma en que el cerebro procesa la información visual y emocional pueden contribuir al trastorno.
Además, la sociedad contemporánea, con su énfasis en estándares irreales de belleza y perfección, alimenta este malestar. Las redes sociales, los filtros de imagen y las aplicaciones de edición pueden distorsionar la percepción, reforzando la idea de que el cuerpo debe ajustarse a un ideal casi imposible. La comparación constante con imágenes retocadas y cuerpos “perfectos” genera una insatisfacción crónica, que puede convertirse en dismorfia.
El trastorno es tratable, aunque puede ser difícil de diagnosticar porque muchas personas ocultan sus síntomas por miedo o vergüenza. Los profesionales de la salud mental suelen recurrir a la terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda a modificar patrones de pensamiento negativos y conductas compulsivas.
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Es fundamental buscar ayuda profesional si se sospecha de dismorfia corporal, ya que el autodiagnóstico o los tratamientos no guiados pueden agravar la situación. La empatía, la escucha activa y el apoyo de familiares y amigos también juegan un rol importante en la recuperación.
La dismorfia corporal no es solo un problema individual; es un reflejo de una sociedad que valora la apariencia más que el bienestar integral. Para avanzar hacia una cultura más sana, es necesario cuestionar los modelos de belleza impuestos, fomentar la diversidad corporal y promover la autoaceptación.
Campañas educativas, espacios de diálogo y políticas que regulen la publicidad engañosa o la difusión de imágenes retocadas pueden ayudar a mitigar el impacto de estos estándares imposibles.
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