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Para la mayoría, la hidratación constante y una alimentación equilibrada bastan para mantenerse sanos. Algunas bebidas, como las isotónicas, pueden ser útiles en contextos específicos, pero no deberían convertirse en un hábito. Las especificaciones para cada caso
En los últimos años, las bebidas con electrolitos se han multiplicado en las góndolas y en la publicidad, presentándose como una herramienta indispensable para hidratarse tanto en el deporte como en la vida cotidiana. Su promesa es clara: optimizar la hidratación, reponer minerales y mejorar el rendimiento físico. Sin embargo, la pregunta es si realmente cumplen un rol tan determinante o si, en la mayoría de los casos, el agua sigue siendo suficiente.
Los electrolitos son minerales como el sodio, potasio, calcio y magnesio que cumplen funciones esenciales en el organismo. Regulan el equilibrio de líquidos, intervienen en la contracción muscular, ayudan a mantener la presión arterial y participan en la transmisión de impulsos nerviosos. Cuando transpiramos, no solo perdemos agua, sino también parte de estos minerales. De ahí surge la lógica detrás de las bebidas deportivas y los suplementos: reponer lo que el sudor se lleva. Pero no siempre esa reposición es necesaria de forma inmediata.
Los electrolitos son minerales, esenciales para el organismo, como sodio, potasio, calcio y magnesio
En situaciones extremas —como episodios de diarrea grave, entrenamientos muy prolongados bajo calor intenso o competencias de resistencia— la reposición de electrolitos junto con líquidos puede ser crucial. Sin embargo, para la gran mayoría de las actividades físicas habituales, incluso las que implican esfuerzo y sudoración, el organismo suele compensar las pérdidas a través de la alimentación diaria. Frutas, verduras, frutos secos, productos lácteos o simplemente un snack salado aportan la cantidad necesaria de minerales sin necesidad de recurrir a fórmulas específicas.
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La evidencia más reciente indica que el rendimiento deportivo no mejora significativamente con el consumo de bebidas con electrolitos en la mayoría de las prácticas recreativas. Aunque contienen azúcares y carbohidratos que pueden resultar útiles para atletas de élite o en esfuerzos de larga duración, su aporte mineral rara vez marca una diferencia real en la hidratación o en la resistencia física. De hecho, beber agua en función de la sed sigue siendo la estrategia más eficaz y segura para la gran mayoría de las personas.
Eso no significa que las bebidas isotónicas o con electrolitos sean inútiles. Su sabor y su perfil dulce pueden motivar a hidratarse, algo que para algunas personas es un beneficio práctico. También pueden ser una alternativa válida en jornadas muy calurosas o tras actividades intensas de varias horas, siempre que se controlen los niveles de azúcar para no acercarse a los de un refresco. Lo que sí conviene tener presente es que la industria utiliza el concepto de “electrolitos” como un gancho de marketing poderoso, muchas veces exagerando su impacto real sobre la salud y el rendimiento.
Las bebidas con electrolitos y las isotónicas deportivas suelen agruparse en la misma categoría porque ambas aportan minerales esenciales como sodio, potasio, magnesio o calcio, y están pensadas para reponer lo que se pierde a través del sudor. Sin embargo, no son exactamente lo mismo ni responden a las mismas necesidades, y ahí radica la clave para entender por qué las segundas son de uso más específico y no se adaptan bien a la vida cotidiana sin ejercicio.
En el caso de las bebidas con electrolitos —ya sea en formato líquido, en polvo o en pastillas efervescentes— su principal ventaja es la capacidad de aportar minerales de forma rápida y en cantidades moderadas, sin necesariamente incluir grandes dosis de azúcar o carbohidratos. Esto las hace útiles no solo en el deporte, sino también en situaciones de pérdida de líquidos por causas no relacionadas con la actividad física, como una jornada de calor extremo, un cuadro de vómitos o diarrea, o después de pasar muchas horas sin ingerir alimentos ni bebidas. Su contenido calórico suele ser bajo, lo que permite incorporarlas de manera más flexible. Como desventaja, al no ser un producto estrictamente regulado, la calidad y concentración de minerales puede variar, y en algunos casos la cantidad de electrolitos es tan baja que el efecto real es casi simbólico.
Algunas isotónicas sirven solo para tomar en ejercicios prolongados e intensos
Las bebidas isotónicas deportivas, en cambio, están diseñadas específicamente para contextos de ejercicio prolongado e intenso. Contienen electrolitos, pero también una proporción importante de carbohidratos simples que permiten reponer energía de manera inmediata, lo que resulta clave para deportes de resistencia como maratones, ciclismo o entrenamientos de alta exigencia. Su concentración de azúcares —que puede rondar la de un refresco— no representa un problema durante el esfuerzo, ya que el cuerpo la utiliza rápidamente como combustible. Pero fuera del ejercicio, esa misma característica se convierte en una desventaja: el aporte calórico y de azúcares libres puede ser innecesario e incluso contraproducente si se consume de manera habitual sin actividad física que lo justifique. Además, en reposo, el cuerpo no necesita reponer electrolitos con tanta urgencia, ya que una dieta normal suele ser suficiente para mantener el equilibrio mineral.
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