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La caída del muro de la vergüenza

La caída del muro de la vergüenza
9 de Noviembre de 1999 | 00:00


Hace una década caía el Muro de Berlín, un vergonzante símbolo del siglo XX que durante 28 años separó a los alemanes del este comunista y del oeste capitalista.
La "cortina de hierro", la línea demarcatoria de la bipolaridad del mundo trazada por la Guerra Fría, cayó el 9 de noviembre de 1989 sin que se disparara un solo tiro.
"Die Mauer" (el Muro) partió a Berlín en dos ciudades, a Alemania en dos países y al mundo en dos bloques irreconciliables que se amenazaban mutuamente con un poderío militar que amenazó con destruir el mundo.
Inexpugnable, el bloque de hormigón tenía 155 kilómetros de largo y 3,60 de alto, y estaba reforzado por campos minados, vallado con alambre de púa, dispositivos de disparo automático y una masiva presencia militar.
Según las estadísticas, 270 las personas que murieron al intentar burlar esa maquinaria que los separaba de sus amigos y familiares, pero hubo más de 5.000 que lograron sortearla.
El muro materializó la división de Alemania, iniciada después de la caída del régimen nazi de Adolfo Hitler y de su derrota en la Segunda Guerra Mundial.
En 1949 se fundaron oficialmente los dos Estados alemanes: la República Federal Alemana (occidental), partidaria del sistema parlamentario y democrático, con capital en Bonn, y la República Democrática Alemana (oriental), asentada en Berlín este y con el respaldo armado del Pacto de Varsovia.
En agosto de 1961, el Muro fue levantado -de la noche a la mañana- para evitar el éxodo de los alemanes del este ya que, desde la creación de la RDA, dos millones habían huido hacia Occidente.
Casi tres décadas después, los bloques de cemento de esa muralla demostraron ser permeable a las manifestaciones de protesta que inundaron las calles de Leipzig y Berlín oriental a fines de la década del '80, amparadas en la política de reformas - la famosa "perestroika" - que Mijail Gorbachov había iniciado en la entonces Unión Soviética.
A principios de octubre de 1989, justo el día en que a se cumplía el 40 aniversario de la fundación de la RDA, Gorbarchov sentenció: "Todas las decisiones que afecten el futuro de Alemania Oriental serán responsabilidad suya y serán tomadas en Berlín Oriental". Los camaradas alemanes habían quedado solos y desamparados.
La dirigencia política alemana del este que rodeaba a Erich Honecker perdió el control. El aparato, el Estado, el partido, la sociedad, se desmoronaron en semanas.
Fue una revolución pacífica llevada a cabo por una masa anónima, sin aparatos partidarios, pero con la fuerza de querer ser protagonista de su propia historia.
El 4 de noviembre de ese año, un millón de personas manifestaron en Berlín del este y cientos de miles en las otras ciudades de la RDA.
Cinco días después, la monótona voz del portavoz del buró político del Partido Comunista del este alemán (SED), Gunter Schabowski, anunciaba medidas administrativas que ponían fin a una época: los alemanes del este eran libres de salir de la RDA.
Una multitud confundida, pero esperanzada se dirigió hacia el Muro. Eran las 21.30 hora local.
Harald Jaeger, de 56 años, ex coronel de los guardias de frontera de la RDA, fue el primero que tomó, "sin tener órdenes", la iniciativa de dejarlos pasar a Berlín oeste.
"Poco después del mensaje del SED había entre 20.000 y 30.000 personas allí, a pie o en automóvil, y nosotros éramos sólo 30 para darles las visas", recordó el ex oficial.
"Discutí con mis subordinados, que esperaban mis órdenes mientras me pedían que apelara a mis sentimientos humanos. Pensé que cuando la voluntad del pueblo es más fuerte que el poder del Estado, algo no anda bien. Todo lo que pude hacer fue abrir la barrera y dejar pasar a la gente", explicó Jaeger, hoy dueño de un puesto de diarios.
Once meses después, en octubre de 1990, las dos Alemanias se reunificaron en un solo Estado.
En la actualidad, la ex RDA se encuentra en la misma situación que cualquier otro país del ex bloque comunista y, según los analistas, demandará mucho tiempo generar una cultura democrática. Los votantes del este tienden a elegir partidos de extrema derecha o izquierda.
Pero a diez años de la caída del Muro de Berlín, este verdadero símbolo de la Guerra Fría y de la "cortina de hierro" aún motiva sentimientos contradictorios, pero indudablemente, aún a pesar de todas las dificultades que debió sortear Alemania, desde entonces el mundo no es el mismo.
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