10 de Noviembre de 2001 | 00:00
En su barrio están todos convulsionados, aunque no sorprendidos.
A nadie, pero absolutamente a nadie en Lisandro Olmos, le sorprende la
magia que Lucas Lobos tiene en los pies y lo que hace dentro de una cancha.
Porque desde hace muchos años, lo disfruta la gente que lo veía en los
campitos con arcos hechos con algún tachito, o los que veían el fútbol
infantil del club Peñarol, o más tarde los de Unidos de Olmos.
En Olmos, para algunos es Lucas, pero para la gran mayoría, es "Army".
Ya era famoso antes de llegar a Gimnasia por las cosas que hacía con la
pelota, todos hablaban de él, por eso no les sorprende lo que ven ahora.
La familia Lobos trata de estar más unida que nunca en estos momentos
donde las aves de rapiña de turno quieren sacar algo o quedarse con él.
Se rodean de los amigos de siempre, de esos que ya lo iban a ver cuando
jugaba en cancha de 7, o más grande en la de 11 donde era imparable. Y
ahí aparece la imagen por ejemplo de Carlos Castro, quien lo recibió en
la categoría '81 de Peñarol, un vecino de años, que hasta era capaz de
traerlo en brazos cuando se quedaba dormido, "fusilado" de tanto darle
a la número cinco y desde entonces no se pierde partido alguno de él,
quien lo conoce mejor que nadie.
Pero sin dudas que la realidad cambió, hoy Lucas sale en los diarios,
los que no lo conocen lo saludan y le piden autógrafos, o los empresarios
molestan a cualquier hora por teléfono o directamente llegan hasta su
casa.
Y con 20 años, el pibe trata de mantenerse igual. De carácter firme, los
que lo rodean hablan de un chico que toma sus decisiones -por ejemplo
decirle no a Boca, Independiente o una oferta de Perú- y quedarse en su
casa jugando con sus hermanos más chicos a la pelota en el patio.
Esta es la historia de este pibe del cual ya hablan todos y tan solo jugó
tres veces en la primera de Gimnasia (Banfield, Colón y Racing) y algunos
minutos, dando la casualidad que siempre fue de visitante. Pero esta noche,
en lo que será su primer partido como titular, lo jugará en la del lobo,
para el deleite de los hinchas que lo vienen siguiendo desde hace meses.
Y seguramente tampoco faltarán esos privilegiados que lo vieron desde
chico hacer malabares con la pelota en los potreros de Olmos o en memorables
partidos de fútbol infantil y juvenil que quedarán grabados en su cabeza
para siempre.
El orgullo de Olmos
La familia Lobos un buen día dejó la ciudad de Berisso y se mudó a Lisandro
Olmos. Fue una tarde, cuando recorriendo el barrio, Luis Alberto Lobos
-papá de Lucas- encontró la canchita de Peñarol en 45 entre 197 y 198.
Y no lo dudó, era lo que buscaba, a su lado, Lucas que tenía 6 años y
Luis Fernando de 8, ya se querían meter a jugar. Es que escuchaban ruido
de pelotazos y era más fuerte que ellos, y era común verlos jugar a los
tres -incluso de más grandes-. Es que papá Luis también supo jugar como
delantero cuando llegó de su San Luis natal a los 14 años. Pero había
que laburar y solo pudo despuntar el vicio en clubes como Villa Lenci
y Villa Albino, por ejemplo, en la década del '70.
Corría el año '87 y ambos chicos empezaron a defender la camiseta amarilla
y negra de Peñarol Infantil de Olmos en los torneos de LISFI. Lucas formó
parte de una categoría '81 a la cual aún recuerdan ya que daba espectáculos.
Salieron campeones muchas veces y él, goleador ya que jugaba arriba. Eran
una verdadera máquina e incluso en el Club hay un historial sobre ese
equipo y sobre Lucas, que ya la camiseta "diez" le quedaba pintada. Y
jugó allí hasta los 13 años, cuando terminó esa etapa en cancha de 7 y
debía pasar al fútbol juvenil en cancha grande, o sea, de 11.
Ahí pasó a Unidos de Olmos. Empezó jugando en cuarta, pero al poco tiempo
ya no daba a vasto ¿Por qué? Lo hacía en las tres categorías: primera,
reserva y cuarta. Y en un mismo torneo llegó a salir goleador de reserva
y primera. Aquí, Lucas ya jugaba más como armador, junto a su hermano
Luis Fernando que es más definidor. Ambos, junto a su gran amigo "Tito"
Acuña eran imparables en ofensiva. Jugaban de memoria y con una precisión
asombrosa. Y la gente hablaba de ellos, los iban a ver cada fin de semana,
mientras sus rivales los padecían.
Muchos lo quisieron tener
Lucas estuvo hasta el año pasado en Unidos de Olmos para luego llegar
a Gimnasia, aunque no fue algo directo, ya que en el medio hubo varias
pruebas e intentos de otros clubes por incorporarlo y que aún siguen insistiendo.
Por ejemplo Boca, donde estuvo algunos días entrenando el año pasado,
pero no todo terminó bien. Pasó varias pruebas, de 800 pibes quedaron
20 y luego 2, uno era él. Pero fue mucho sacrificio, se levantaba a las
4 de la mañana y salía junto a su inseparable hermano que lo acompañaba
a tomar el primer micro que pasaba por su casa a las 4.30 y regresaba
a eso de las 8 de la noche. Y encima los viáticos para viajar eran ínfimos.
Comía un sandwich, una gaseosa y a seguir.
No lo toleró a pesar de los intentos de Griffa y el "Chino" Benítez -quien
también lo ofreció la posibilidad de un club en Perú- por retenerlo. Aparte,
prefirió completar sus estudios, porque no sea cosa que con el fútbol
no pase nada... Así el 14 de diciembre del año pasado terminó el secundario.
Independiente se desveló por él, incluso hasta mandó autos para buscarlo.
Pero una vez más dijo no, y encima en el torneo pasado le hizo un golazo
en el partido de reserva ante el "rojo" en Avellaneda.
Y también Estudiantes lo quiso. Una persona lo llevó a una prueba y...
no falló. Lo pusieron en un equipo de pibes que probaban y suplentes ante
los titulares, y el equipo de Lucas ganó 4 a 1, con tres goles suyos.
Pero, no se quedó tampoco porque no le gustó.
No tiene representante y es por eso que también los empresarios más reconocidos
del ambiente futbolístico lo llaman diariamente y se le aparecen en su
casa.
Un pibe simple
Si bien todo lo asombra porque todo es nuevo para él, no se vuelve loco.
Comparte todo el tiempo posible con sus padres y sus cinco hermanos, a
quienes tras cada partido les cuenta todo lo que vive en el mundo del
fútbol grande, donde varios rivales lo felicitan y hasta el propio árbitro
Héctor Baldassi por ejemplo, lo felicitó cuando terminó el cotejo ante
Racing. Al volver de Avellaneda con su emoción a cuestas contó a los suyos
que se sintió bien, tranquilo, y sin presión dentro del campo de juego.
El cuerpo técnico, compañeros y los que componen la gente que trabaja
con el grupo lo ayudan a enfrentar todo lo que le está pasando. El propio
Víctor Marchesini habló mucho con él antes del encuentro con Racing cuando
reconocía el campo de juego. La gente lo ovacionó y Víctor con tono de
padre le dijo que saludara. El pibe estaba inmóvil por la timidez que
lo invadía.
Silvia, su madre, lo atiende con el amor de siempre y le prepara todo
antes de irse. Está mucho en su casa, comparte los ratos con su novia
y los amigos del barrio que le preguntan de todo, también con su hermano
Luis Fernando -2 años mayor que él y también un fenómeno- quien hoy jugará
su último partido en Unidos de Olmos, y después lo espera una prueba en
un equipo grande para ver si se le da una chance también.
Esta noche será su primer partido como titular y en el Bosque. Tuvo una
semana tranquila porque jugar es algo natural para él, lo mismo que tirar
un caño o hacer un lujo. Sus seres queridos, tratarán de apoyarlo desde
la tribuna, desde donde alguna vez él también soñó con ser jugador de
fútbol y estar ahí adentro. Gimnasia y su gente están felices, sueñan
con este pibe desde aquel amistoso ante Huracán en Estancia Chica durante
la pretemporada pasada. Olmos también está feliz, y hoy vibrará con su
hijo dilecto...
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