Paciente psiquiátrico mantuvo como rehén a su amigo durante tres horas en barrio Norte

Poco más de tres horas duró ayer una toma de rehenes en barrio Norte, protagonizada por un hombre de 44 años que mantuvo cautivo a un amigo suyo de 53, por razones que no están claras. Después de una negociación tensa, la víctima fue liberada ilesa, aunque la llevaron al hospital Rossi por precaución. El causante de todo ese despliegue terminó detenido, situación en la que había estado poquitas horas antes -a las 8 de la mañana- por irrumpir en una vivienda ajena. Fuentes policiales que lo identificaron como Leonardo Vancella (44) indicaron que estuvo internado en una clínica psiquiátrica hasta el viernes pasado y allí debía volver en las próximas horas.

Todo esto comenzó a las 17.38 de ayer, en 6 entre 36 y 37, a la altura del 211. Alertados por los gritos, vecinos de esa cuadra llamaron al 911 convencidos de que era un conflicto familiar, pero los policías del Comando de Patrullas que fueron a cubrir la denuncia observaron a un hombre “alterado y portando dos cuchillos, uno de los cuales apoyaba en el cuello de otro hombre y el restante en el suyo”, dijo un jefe policial.

“Hay una toma de rehenes”, fue la primera frase que dejó estupefactos a los vecinos de esa parte de barrio Norte.

El rehén fue identificado como Mauricio Sasenrino (53), propietario de la casa que se convirtió en el centro de la toma de rehenes. Y a partir de ese momento se desplegó el protocolo previsto para estas situaciones. Se estableció un perímetro policial del que participaron, además de efectivos de la comisaría Segunda encabezados por su titular, Daniel Tolaba, la DDI, Distrito Centro, Departamental y Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI).

El tránsito estuvo particularmente complicado en los alrededores, porque se montó una restricción de paso a más de 150 metros a la redonda: la posibilidad de que el delincuente se escapara y generara problemas mayores estaba más que firme. Policías de todos los colores y entrenamientos se repartieron a lo largo de toda la cuadra. Los más especializados en tomas de cautivos estaban pétreos, firmes, esperando cualquier orden que llegara.

Un rol clave jugaron los negociadores del Grupo Halcón, que, al igual que los jefes policiales, siguieron las instrucciones de la fiscal Leila Aguilar y el juez Guillermo Atencio.

“La negociación se basó en el desgaste de esta persona para que desistiera de su actitud”, dijo una alta fuente del operativo. Mientras tanto, Vancella lanzaba pedidos distintos.

Primero fue la presencia de los medios, por lo que las autoridades le pidieron a un reportero gráfico de este diario (el primero en llegar) que permaneciera apostado a pocos metros. Y luego solicitó la presencia de su hijo de 18 años, aunque esto terminó “volviéndolo más agresivo”, explicó la misma fuente.

la entrega

A lo lejos, detrás de las cintas de peligro, los curiosos de siempre y los vecinos del barrio esperaron a ver cómo se resolvería la situación. ¿Era un robo? ¿El tipo estaba loco? ¿Drogado? Todas las posibilidades se barajaban y debatían, a veces con seriedad y otras entre risas: había que descomprimir una situación de por sí tensa. Cuando se confirmó que había un cautivo cuya vida corría riesgo, la policía fue puerta por puerta a recomendarles a los vecinos que no salieran de sus casas. Varios obedecieron porque entre el corte de calle y el peligro, no andaba nadie. Como un domingo a la hora de la siesta, aunque en un día hábil, en una zona de negocios, justo enfrente de un consultorio médico.

Claro que esa calma era de hielo y se quebraba ante cada grito del delincuente: “¡Quiero a la prensa! ¡Si entran lo mato a él y me mato yo!”. También se lo oyó decir que lo suyo era por “un tema político y gremial”.

“Policías del Grupo Halcón y de la UTOI se mezclaban entre los agentes bonaerenses. Camuflados, con pasamontañas y armas largas, el cuadro podría haber sido sacado de películas como “Tropa de elite”.

Cuando el final todavía era una incógnita, los efectivos estaban viendo cómo ubicarse en algún balcón de la mano de enfrente, para apostarse como tiradores a distancia. “Acá ese tipo de órdenes no se dan”, deslizó en tono de lamento un hombre que trabaja en la zona.

Finalmente se presentó en la escena un amigo de Vancella, quien lo convenció de entregarse. Apenas soltó a la víctima y salió con los cuchillos, amenazando todavía con autolesionarse, lo redujeron policías del grupo Halcón. Eran casi las 9 de la noche. Sasenrino fue derivado al Rossi preventivamente y Vancella a la Segunda. Científica secuestró los cuchillos para peritarlos.

Luego se supo que Vancella había estado demorado en la Sexta esa misma mañana, después de que lo descubrieron en el patio trasero de una casa de 4 entre 521 y 522. La dueña de la propiedad aclaró que no lo conocía. Estaba descalzo, pero con medias, y con el torso desnudo. “No había robado nada y aparentemente tampoco intentó hacerlo”, aseguró un jefe policial. Lo ficharon por “violación de domicilio” y recuperó la libertad, horas antes de meterse en la casa de su amigo y amenazarlo.