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Especial para EL DIA
de National Geographic
El monstruoso agujero negro existente en el centro de nuestra galaxia, la “Vía Láctea”, está arrojando bloques de materia del tamaño de planetas, y alguno podría atravesar el espacio a varios cientos de años luz de la Tierra.
El fenómeno recientemente descubierto ha causado una gran sorpresa entre la comunidad internacional de científicos que están analizando ahora las posibles causas e implicancias que el hallazgo ha planteado.
Parece un fenómeno extraño, dada la idea actual de que los agujeros negros tienden a tragarse las cosas en lugar de desprenderse de ellas.
Pero nuevas simulaciones realizadas por el alumno de la Universidad de Harvard Eden Girma y presentadas el 4 de enero último en la reunión anual de la Sociedad Astronómica Americana realizada en Texas, sugieren que el agujero negro masivo situado en el centro de nuestra galaxia estaría arrojando al espacio una cantidad astronómica de estos objetos.
“Nuestra galaxia podría estar poblada por cientos de millones de estos fragmentos fríos que son los restos directos de estrellas”, explica Girma.
Esos cuerpos semejantes a planetas se forman de una manera muy inusual.
Aproximadamente cada 10.000 años, una estrella se acerca demasiado a “Sagitario A”, el agujero negro supermasivo ubicado en el centro de la Vía Láctea.
Cuando eso sucede, la estrella deja de ser una caldera nuclear incandescente.
La intensa gravedad del agujero negro altera y desfleca a la estrella, esparciendo unas “serpentinas” de gas cerca del corazón de la Vía Láctea.
Esa parte de la historia es bastante conocida, pero a partir de ahí es donde entran a tallar Girma y su mentor, James Guillochon.
Ellos simularon cincuenta encuentros de ese tipo y observaron cómo ese material de la estrella que fue desflecada empezaba a reconectarse, tomando una forma de bola y formando como amasijos de gas y de polvo.
En esas simulaciones, surgieron aproximadamente 11.473 cuerpos de las entrañas de las estrellas, todos más masivos que el planeta Neptuno, y en ocasiones varias veces más grandes que Júpiter.
Luego, el agujero negro arrojaba esas bolas gaseosas al espacio, a veces a velocidades que superanban los 32 millones de kilómetros por hora.
Aproximadamente el 95 por ciento de esos planetoides recién nacidos fueron arrojados de la galaxia hacia la zona cósmica que separa la Vía Láctea de la siguiente galaxia.
Un porcentaje muy menor siguió unido a “Sagitario A”, destinado a girar infinitamente alrededor de la exótica mole que desarmó a su estrella madre.
Y el grupo de planetas más pequeños, menos del 1 por ciento del total, deambula hoy por los confines de la Vía Láctea, quizás a aproximadamente 600 años luz de la Tierra.
Es un escenario interesante y plausible, afirma Andrea Ghez, de la Universidad de California, especialista en las excentricidades de “Sagitario A”.
Si Girma y Guillochon están en lo cierto acerca de la frecuencia con que “Sagitario A” desgarra a las estrellas que pasan por sus inmediaciones cósmicas, podría haber millones de estos extraños cuasi planetas en la Vía Láctea.
Y más. Podrían ser intrusos provenientes de galaxias vecinas, arrojados al espacio por sus respectivos agujeros negros centrales en una suerte de juego épico de “pinball“ intergaláctico.
“En general, estos fragmentos viajan a velocidades extremadamente elevadas y se pueden escapar de la galaxia”, explica Girma.
Y eso da pie a preguntar cuántos de estos fragmentos estelares que vagan por la Vía Láctea fueron en realidad creados en otras galaxias y cuántos en la nuestra.
Hay que ver si reconoceríamos alguna de estas bolas planetarias al verlas.
Al no tener estrella propia, los planetoides se enfrían tanto que para encontrarlos se necesitan “ojos infrarrojos”.
Y aun así, no llevarían una marca indicando su origen estelar o extragaláctico.
Sea como fuere, dice Girma que “al detectarlos podríamos ahondar en la composición química de estos fragmentos estelares, y saber más de la estrella en la que se originaron, e incluso determinar su habitabilidad”.
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