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Información General |IMPRESIONES ENTRE EL HUMOR Y LA REFLEXIÓN

Entre bombachazos, corpiñazos y tarifazos

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

29 de Abril de 2018 | 02:35
Edición impresa

Mail: afcastab@gmail.com

La lencería militante se sumó esta semana a esas ráfagas de protesta que parecen preludiar temidos tormentones. Primero apareció un corpiñazo, surgido como respuesta a las recomendaciones de la directora de un secundario de Villa Urquiza que le pedía tetas más protegidas a la colegiala Blanca Schissi. Y ya se sabe que no hay nada peor que querer prohibirles algo a los estudiantes. La directora temía que, a partir de esos pechos insinuados, los compañeros tuvieran iniciativas. La respuesta no se hizo esperar. Hubo una manifestación de corpiños adherentes en varias escuelas. Las chicas pedían escotes en zonas liberadas en medio de una semana donde varios breteles del gobierno se sintieron profanados por un tarifario que los dejó expuestos a los manotazos de siempre. Y unos días después de los sostenes porteños, en Neuquén estalló un bombachazo, una demanda que avanzó sobre territorios más peliagudos. Fue convocado por la agrupación Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá) y se realizó frente a las puertas del Ministerio de Salud. “Nos convoca el repudio a los funcionarios”, explicó la referente feminista y concejala Cecilia Masetti, una declaración de guerra que revela un raro maridaje entre funcionarios con peso y bombachas livianas. La idea fue que también las tangas, tan acostumbradas a las peleas a mano limpia y los tironeos, salieran a defender la despenalización del aborto. Estos arranques van desnudando los arrestos libertarios de una juventud que curiosamente necesita sacarse algo para reforzar su investidura. Sabe que su cuerpo es una de sus mejores armas y que el hombre, al reverenciarlo o denigrarlo, convierte a su mirada en ideología. Quieren que tangas y sostenes, esos ropajes que disparan fantasías, esta vez le pidan explicación a la hombría. Fue una semana de lencería atropellada y atropelladora. Eso sí, la lluvia de bombachas y corpiños amenizaron mucho los piquetes. Y las tarifas también obligaron a bajar algunos calzones oficiales. Ahora que el desnudismo ha pasado de moda, la lucha se refuerza en estas desnudeces que, de a poco, porque el gradualismo está de moda, quieren asomarse más que exhibirse. En los dos casos, ha sido una dignificación del cuerpo. Una realidad que también se expresó en las estatuas platenses, un elenco que en estos días se ha visto forzado a tomar partido en medio de una realidad cara y resbaladiza que viste a los próceres mientras deja en pelota a los vecinos.

La lluvia de bombachas y sostenes amenizaron mucho los piquetes

El roperío siempre ha sido una tribuna de ideas para la mujer. Elige solita su vestuario. Y desde allí alumbra expectativas y sugiere rumbos. Sostenes y bombachas no son accesorios inocentes El corpiñazo habló en nombres de esos pechos acorralados que buscan expresarse. Y lo de Neuquén mostró la elocuencia transparente de unas bombachas que, con su viejo ritual de quita y ponga, ha dado letra y música a más de un lindo entredicho. Las dos marchas buscaron aire ritual a través de un juego provocador que desafió ideas, vidrieras y costumbres. Estamos pasando de las desvestidas con discurso al desfile multicolor de corpiños y tangas sobrantes, dos estallidos que aportaron mensaje sugerente y reivindicador. Cuando todo el mundo defiende las transparencias -los políticos, los gerentes y los modistos- lo de estas chicas ha sido una aproximación silvestre que busca eliminar todo intermediario entre esas miradas sugestivas y esos cuerpos en pleno brote. Se ha dicho que el alma femenina no es sino una pugna entre la necesidad de vestirse y el deseo de desnudarse. La colegiala quería vivir en un mundo sin ropajes, deseaba ir al recreo con pechos juguetones que inviten a recorrer otros mapas, más allá de los que enseña la de geografía. En el fondo, lo que persiguen unas y otras es empezar a quitarse lo que ciñe y limita, dejar que la cosa vaya así, suelta y medio ofrecida, hacer lo que tiene ganas, despenalizar las tetas y permitir que las bombachas conozcan el afuera y dejen de custodiar y opinen.

 

(*) Periodista y crítico de cine

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