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Información General |SURGEN ESPACIOS DE ATENCION PARA HOMBRES QUE EJERCEN VIOLENCIA

“No quiero golpear más a mi mujer”, un pedido de ayuda que llega al hospital

Aunque no consideran a la violencia una enfermedad, algunos centros de salud ofrecen programas para hombres golpeadores. Cómo funciona y quiénes llegan al primero de ellos en la Ciudad

“No quiero golpear más a mi mujer”, un pedido de ayuda que llega al hospital

En general los que llegan son hombres de entre 25 y 50 años, padres de familia y con trabajo formal, pero que no registran que son violentos/archivo

NICOLÁS MALDONADO nmaldonado@eldia.com

29 de Abril de 2018 | 02:38
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Aunque se había prometido no volver a golpearla y se repetía que él no era así, una discusión doméstica como tantas otras volvió a hacerle perder el control. La única diferencia fue que aquella vez los vecinos decidieron no permanecer impávidos y le tocaron el timbre para preguntar si todo estaba bien. No hizo falta más que eso para que una señal de alerta se encendiera dentro suyo: era cuestión de tiempo para que el timbrazo se convirtiera en un llamado al 911 o en una intervención judicial. Fue en ese momento mientras se arrepentía una vez más de lo que había hecho que reconoció que necesitaba ayuda y empezó a buscarla en internet.

En un momento en que la violencia de género ya no pasa inadvertida y la presión social para que se la sancione judicialmente es cada vez mayor, historias como la anterior -compartida por un profesional de Olmos de 40 años- han dejado de ser algo inusual. Así lo reconocen en el Programa Desaprender del Hospital de Niños, el primer espacio de atención en La Plata para hombres que ejercen violencia contra sus parejas y uno de los veinticinco que funcionan ya en nuestro país.

Como cuentan los responsables de este espacio -que se enmarca en el Programa de Violencia del Ministerio de Salud-, la iniciativa surgió de la misma necesidad. “En Servicios Sociales veíamos que las familias atendidas por situaciones de violencia volvían por nuevos episodios y que los nombres de los denunciados reaparecían por reincidir con otras parejas. De manera que no alcanzaba con denunciar la situación. Porque si bien había programas de atención para mujeres, los hombres quedaban un poco la deriva masticando su enojo, victimizándose o haciendo lo que podían pero sin ninguna ayuda institucional”, explican desde el Programa Desaprender.

Sucede además que las penas por este tipo de conductas, si es que se aplican, “tampoco parecían ser la solución. Porque a pesar de lo punitivo, la violencia persiste. Y la sanción punitiva en muchos casos sólo se convierte en un agravante. En su propia lógica, esos hombres quedan más enojados y al volver a su casa, donde está esa mujer que lo denunció, responden de la única forma en que saben hacerlo, con más violencia. Lo vemos constantemente en los medios”, señalan desde el Programa en referencia a la gran cantidad de femicidios que ocurren en medio de una intervención judicial.

COMO SE TRABAJA

Si bien se venía gestando desde 2014, el programa de atención para hombres que ejercen violencia contra sus parejas del Hospital de Niños comenzó a funcionar hace poco menos de un año. Y está a cargo de cuatro mujeres (tres trabajadoras sociales y una psicóloga), un hecho más coyuntural que producto de una decisión: “no hemos podido dar todavía con profesionales hombres que se sumen”, explican. Son ellas quienes llevan adelante un taller semanal de resocialización al que asisten once hombres, el máximo de su capacidad actual.

El criterio con que el que trabajan no difiere de otros espacios similares en el resto del país: considerar a la violencia de género no como una enfermedad sino como una conducta que se va repitiendo de generación en generación. “El ámbito en que cada quien se crió y las experiencias que tuvo al crecer llevan a que algunas personas se apropien o no de determinadas formas violentas de conducirse que están insertas en un sistema patriarcal “, sostienen al explicar que “justamente por ser una conducta aprendida, se puede desaprender”.

Desde este criterio, el Programa tiene un estricto sistema de admisión: sólo reciben a quienes “están en condiciones de desaprender”. Y es que si bien atienden a hombres que van por iniciativa propia, “la mayor parte llega por sugerencia o indicación de los juzgados de Familia. Y como el trabajo consiste en principio en ayudarlos a que se den cuenta de que han causado daño a otros, es necesario que reconozcan mínimamente su responsabilidad y tengan una verdadera intención cambiar. Pero además que estén en condiciones de hacerlo”, aclara Paula Torres, la psicóloga del equipo, al explicar por qué no admiten a personas “en situación de consumo problemático de sustancias no tratado”, con psicopatías o que hayan causado lesiones graves.

“En general los que llegan son hombres de entre 25 y 50 años, padres de familia y con trabajo formal, pero que no registran que son violentos y ejercen esa violencia como algo normal. Porque lo cierto es que también muchas de sus mujeres lo ven así. Pero generalmente las mujeres son las primeras en darse cuenta y por eso las políticas públicas apuntan a fortalecerlas para que puedan denunciarlo. El hombre recién empieza a considerarse una persona violenta cuando le cae encima la ley”, cuenta la coordinadora del Programa, Sandra de Andrés.

Para lograr que quienes asisten al taller reconozcan sus conductas violentas se trabaja en grupo compartiendo situaciones cotidianas y poniendo en cuestión creencias instaladas que tienden a justificar ese accionar ( como “la mujer es la que cocina”, “los hombres no lloran”, “las que se visten de tal forma son prostitutas” …) pero además buscando que cada quien identifique las diferentes formas en que ejerce violencia sobre su mujer; lo que “no es fácil, ya que al principio todos tienden a justificarse o minimizar lo que ocurrió”, reconoce la trabajadora social Diana Domeniconi.

A partir de ahí lo que se busca en el Programa es que esos hombres “aprendan a reconocer en sí mismos el ciclo de la violencia y que hay varias etapas entre la bronca, el insulto y el empujón. Que logren identificar en su cuerpo las señales del estallido de ira (algunos transpiran, se ponen tensos o sufren palpitaciones) a fin de que lo puedan desactivar. El objetivo en enseñarles recursos para que sean capaces de responder a esas situaciones de un modo distinto al habitual”, cuenta su colega Mariel Tobalo Garay.

Tanto ella como sus compañeras de equipo están convencidas de que ese aprendizaje, o desaprendizaje, podría evitar gran parte del enorme sufrimiento causado por los cerca de 300 femicidios que ocurren cada año en nuestro país.

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Espacios de atención para hombres que ejercen violencia funcionan ya en el paísEl Programa Desaprender del Hospital Sor María Ludovica es el único a nivel provincial.Funciona los miércoles a las 8 en el área de Servicios SocialesTel: (0221) 453-5902 int. 1413/ 1415programadesaprender@gmail.com

 

 

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En general los que llegan son hombres de entre 25 y 50 años, padres de familia y con trabajo formal, pero que no registran que son violentos/archivo

Integrantes del Programa Desaprender, Hospital de Niños de La Plata “ Nadie se levanta violento de una mañana a otra. La violencia es una conducta aprendida y repetida, una construcción social que se va repitiendo de generación en generación. El ámbito en que cada quien se crió y las experiencias que tuvo al crecer llevan a que algunas personas se apropien o no de determinadas formas violentas de conducirse, de determinados abusos de poder que están insertos en un sistema patriarcal con siglos de existencia. La violencia no es una enfermedad, es una conducta aprendida y, como tal, se puede desaprender”.

Sandra de Andrés, coordinadora del Programa Desaprender del Hospital Sor María Ludovica de La Plata “ Muchos hombres recién empiezan a reconocer que ejercen violencia cuando les cae encima la ley. Y entonces su mundo se desmorona. Porque de estar trabajando e integrados socialmente pasan de pronto a encontrarse detenidos, a veces junto con delincuentes peligrosos; y quienes no tienen suficientes recursos quizás están dos meses detenidos hasta lograr salir. Entonces algunos se encuentran con que ya no tienen trabajo, que no tienen tampoco donde vivir, porque les aplicaron una restricción perimetral del hogar, y que hasta su familia los aisló. Muchos son hombres trabajadores que nunca se imaginaron que iban a estar en esa situación y llegan pidiendo ayuda para no reincidir”.

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