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Luthería, hacer tu propio instrumento está de moda

Un oficio antiquísimo que hasta hace 10 años muy pocos desarrollaban en la Ciudad, pero que de la mano de las redes sociales y la vuelta a lo artesanal se convirtió en tendencia

Luthería, hacer tu propio instrumento está de moda

MARÍA LAURA LÓPEZ SILVA / Fotos SEBASTIÁN CASALI Y DEMIAN ALDAY
Por MARÍA LAURA LÓPEZ SILVA / Fotos SEBASTIÁN CASALI Y DEMIAN ALDAY

5 de Mayo de 2019 | 08:04
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Casi cualquiera puede acceder a una guitarra, charango o flauta. Hace años que los grandes supermercados venden instrumentos y por internet se pueden conseguir usados a muy buen precio, sin tener que salir de casa.

Pero pareciera que lo fácil y rápido ya no gusta tanto. Y menos aún la producción en serie, lo poco original. La tendencia de volver a lo artesanal que se ve desde la cerveza hasta las huertas domiciliarias, pasando por la vajilla de cerámica de autor, también llegó a la música. A los instrumentos, específicamente.

En nuestra ciudad, donde la movida cultural siempre se destacó, esta tendencia se refleja en la proliferación de luthiers y sus talleres escuela.

Mariano Delledonne (34), es el luthier famoso de La Plata. Desde hace más de 15 años se perfecciona en el oficio que comenzó aprendiendo con el riojano Wayra Muÿoj. Se especializa en charangos y fue distinguido por la UNESCO en 2014 con el Premio a la Excelencia en Artesanías, del World Craft Council por su versión eléctrica de este instrumento, del cual ya tiene uno listo para el mismísimo Jaime Torres.

Para él, el boom de la luthería explotó hace unos cinco años en toda Latinoamérica. “Desde hace un tiempo que hay una revalorización de lo artesanal y este oficio entró en eso también. Las redes sociales colaboran difundiendo el oficio. Antes no había planos, manuales y ahora los tutoriales están por todos lados. Se comparte la información y se amplía el mercado. Empezaron a aparecer escuelas formales y las primeras camadas de alumnos ya están dando clases y fabricando. Somos un montón”, explica y resalta que ya no dicta clases porque no da a basto con los pedidos que recibe y el tiempo que le lleva su local de música que abrió hace unos años para abastecer la demanda que se daba en la Ciudad y donde vende instrumentos de otros luthiers.

INTERNET, LA GRAN VENTANA. “Hasta hace 10 años, era difícil encontrar a alguien que arreglara un clavijero en La Plata. Hoy podés hacerlo vos mismo con un tutorial de youtube”, explica Tata Laxague (31), violinista, compositor de música electroacústica y luthier. “No había maestros, ni herramientas, ni bibliografía. Menos maderas. Las redes facilitaron todo y se hizo una cadena: hay acceso al conocimiento y crece la demanda de los materiales y maquinarias. De ser un oficio críptico, con muchos secretos y recelos entre quienes lo practicaban, ahora es casi masivo”.

Pero además de Internet, la particularidad cultural de nuestra ciudad también ayuda a la popularización de la luthería. “Es un oficio muy lindo. Acá donde hay tantos artistas, creo que se busca conectar con algo más manual dentro del contexto artificial. Se genera un vínculo con un pedazo de madera que se transforma en tu instrumento. No debe haber un músico que no quiera hacer su propio instrumento. Yo atendía los míos, me gustaba hacerlo y me fui metiendo en este mundo de a poco, muy autodidacta. Tuve uno o dos maestros, pero también Internet me ayudó mucho”, agrega Tata que hace diez años encontró en el oficio su sustento de vida reparando y construyendo instrumentos, además de dar clases a decenas de alumnos.

“La luthería es un oficio ancestral, los humanos hicieron música antes de generar el lenguaje verbal. Eso se fue complejizando con la cultura, los avances de las ciencias y de las tecnologías. El oficio se fue construyendo y pasando de padre a hijo o con algún discípulo. Esto funcionó así hasta no hace mucho tiempo y entonces se guardaban secretos. Todo eso se rompe con Internet”, describe David Solomka, músico, compositor y luthier especializado en instrumentos de viento de metal y madera que vive en City Bell.

Otro dato que aporta es que en 1999 se creó la Asociación Argentina de Luthiers, “con lo cual nos conocemos entre nosotros y formamos espacios de colaboración mutua y exposición. Se rompe con la lógica oscurantista que había”.

Facundo Binda (38) se denomina “carpintero de guitarras”. Aprendió a tocar este instrumento en su Corrientes natal y el amor por la madera que le trasmitió su abuelo fue la clave para que incursionara en este oficio estudiando historia de la música y yendo a talleres en capital federal, porque en La Plata no había maestros, o él no los encontró. Desde hace cinco años enseña a armar ukeleles, charangos y cuatros venezolanos en varios talleres de la Ciudad: “En este momento hay un interés más acentuado que hace cuatro o cinco años. Está de moda hacerse el propio instrumento con las características que uno quiere para llegar a determinado sonido. También hay otro perfil, menor, de los que quieren aprender un oficio o despejarse, como una señora que viene al taller a hacerle un ukelele al nieto”.

Si bien cada alumno tiene su tiempo y depende de las horas de clase que tome, en promedio, hacer una guitarra lleva de 9 a 10 meses con una clase semanal de dos horas. Para instrumentos más chicos como los ukeleles o la mandolina, el tiempo se reduce a entre cuatro o cinco meses.

“La luthería es autodidacta, porque más allá de aprender técnicas y necesitar datos, es mucho de prueba y error, de improvisación. Si bien se trabaja solo en el taller, hay un diálogo importante con el músico que encarga el instrumento para determinar las mil variantes que se pueden aplicar desde lo sonoro y estético. La fabricación en serie abarata costos pero este oficio ofrece algo más humanizado y personalizado. Es un arte, una creación humana”, explica Sergio Ledesma (32) que desde 2011 hace trabajos por encargos y también da clases personalizadas en el taller que tiene en su casa. En su caso, el oficio se le presentó cuando tuvo que arreglar la guitarra que ya no toca y acudió a Julio Giorgio, uno de los pocos luthiers que había en la Ciudad. “Me atrapó el olor de la madera, su textura, hasta el polvillo”, recuerda.

Lucas Oldrino (30) estudiaba música y trabajaba en relación de dependencia pero no estaba conforme con ese estilo de vida. En búsqueda de un oficio para ser su propio jefe, se interesó por la luthería y Leandro Cicconi fue su primer maestro en 2013. “Es una formación que no se termina nunca, pero desde 2015 me animé a tomar trabajos y el año pasado me independicé y vivo de reparar, restaurar, dar clases y construir instrumentos de cuerdas”, dice y cuenta de qué se trata el oficio en el que tiene 20 alumnos.

“Hay una parte intelectual que se aplica en la elección de maderas para cada parte del instrumento que tiene que coordinarse con lo que quiere el músico. También hay cuestiones de tamaño y comodidad que varían según cada cliente. Luego, en el perfil estético es donde se ve la firma de cada luthier que pone su marca personal”, explica Lucas.

Binda agrega que “en este labor tenés que saber de botánica, carpintería y acústica, porque cada madera te aporta distintas características y se trabaja de forma particular”.

PRECIO/CALIDAD. Si bien está de moda, no se trata de algo accesible. “Es un oficio caro porque hay que hacerse de herramientas de buena calidad para poder trabajar bien y entregar un producto de calidad. Y lo real es que muchas de las maderas con las que se trabajan son importadas, al igual que las maquinarias que se necesitan”, aclara Laxague que le ve un defecto a esta tendencia: “Me encanta que cada vez seamos más, pero hay que hacer hincapié en el profesionalismo. Vienen muchos a traerme instrumentos mal hechos o que no fueron reparados bien, y eso cuesta el doble de tiempo y dinero. No nos podemos meter mano sin responsabilidad. Tiene que haber seriedad”.

Solomka destaca que “en Argentina este arte es uno de los mejores del mundo. Tenemos una calidad muy buena de instrumentos”, y Facundo recuerda que “en la época de las comunidades jesuitas se exportaban instrumentos hechos por los pueblos originarios desde Yapeyú a Europa”.

Y esto no se ha perdido, porque Delledonne recibe pedidos desde Estados Unidos, de Ecuador, Bolivia y Chile, entre otros países. El año pasado le entregó un charango al percusionista marroquí Brahim Fribgane, que acompañó en su última gira a René Pérez “Residente”, y la misma banda le encargó otro para este año.

Sin embrago, la realidad económica del país no es ajena en este ambiente. Los entrevistados relatan que desde el año pasado mermaron los encargues de construcción y crecieron los trabajos de reparación y restauración. En cuanto a las clases, el número de alumnos se mantiene más o menos estable. “Es un momento complicado para el arte en general. Se abrieron las importaciones y entran guitarras súper baratas que si hacen que el producto industrial nacional no tenga forma de competir, menos aún uno hecho por un luthier”, describe este experto en charangos.

Y es que como mínimo, una guitarra hecha a mano cuesta unos 20 mil pesos, frente a una en serie que se puede conseguir por menos de la mitad.

“Lo que marca la diferencia es la calidad, más allá del diseño de autor”, remarca Oldrino que asegura que un buen instrumento artesanal tiene que durar al menos 100 años.

 

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Multimedia

Plena clase de Facundo binda, que se define como “carpintero de guitarras”

Tata Laxague se especializa en construcción de violines

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Lucas Oldrino construye guitarras, las repara y da clases de luthería

David Solomka es músico, compositor y luthier especializado en instrumentos de viento

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