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Vivir Bien |PAISAJE URBANO

Casas que cuentan la Historia

Un paseo por viviendas centenarias de la ciudad muestra la belleza y la riqueza patrimonial de La Plata, que resiste gracias al esfuerzo e inventiva de sus propietarios

Casas que cuentan la Historia

La casa de estilo Tudor que el ingeniero Ángel Morosi mandó a construir en calle 47 entre 115 y 116

MARISOL AMBROSETTI / Fotos D. ALDAY, C. SANTORO, G. MAINOLDI y G. CALVELO
Por MARISOL AMBROSETTI / Fotos D. ALDAY, C. SANTORO, G. MAINOLDI y G. CALVELO

23 de Junio de 2019 | 07:36
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Pasamos frente a sus majestuosas fachadas todos los días, aunque entre el apuro y el teléfono, apenas las vemos. Testigos silenciosos del paso del tiempo sobre el plan de Dardo Rocha, cientos de casas patrimoniales resisten, un poco ocultas entre moles de cemento. La mayoría se construyó a principios del siglo XX, cuando la Ciudad era tan joven que no ostentaba ni la Catedral roja que la distingue.

Por una ordenanza de 2006, cuando el entonces intendente Julio Alak se ilusionaba con que la UNESCO declare al casco fundacional Patrimonio de la Humanidad, se creó un registro de edificios públicos y privados con valor histórico, testimonial o arquitectónico. Si todo salía bien, el organismo entregaría fondos frescos para la preservación de esas casas catalogadas. Pero, a falta de barrios o cuadras completamente preservadas, la declaración no llegó y los dueños de las viviendas catalogadas se quedaron con las restricciones pero sin los beneficios de la iniciativa, y hoy muchos hacen malabares para preservarlas.

De las 1.200 casas patrimoniales registradas, nadie sabe con certeza cuántas se mantienen en pie. La ONG Defendamos La Plata calcula que unas 300 pidieron salir del catálogo, se vendieron y demolieron. En la municipalidad dicen no tener datos.

Entre las que aún embellecen la Ciudad figura el Palacio Mammoni, de calle 14 y diagonal 73; el actual Bed and Breakfast “Vendrás alguna vez”, en calle 2 entre 53 y 54, y la casa estilo Tudor de 47 entre 115 y 116, convertida en el centro cultural Casa Abierta. La familia Rau merece una mención especial a la hora de celebrar a los vecinos que preservan la Historia. Veintidós años dedicaron los hermanos Cecilio y Jorge en convertir la primera capilla de Tolosa, de 1875, en el actual museo del Automóvil, en calle 1 entre 34 y 35.

Apasionada como pocas por su profesión de arquitecta experta en patrimonio y conocedora al detalle de todos los palacios y estilos que conviven en La Plata, Marcela Nacarate, miembro de la ONG Defendamos La Plata, explica que “lo que pasó en muchos casos es que los propietarios de casas patrimoniales las sostuvieron hasta donde pudieron, luego los hijos encontraron una buena oferta inmobiliaria, se demolieron y se construyó un edificio”. Advierte que la mayoría de la gente desconoce el valor histórico, testimonial o arquitectónico de esas propiedades “porque vivimos muy de la puerta para adentro, sin apropiarnos del paisaje urbano que, en definitiva, es de todos”.

Los dueños de estas viviendas coinciden en las dificultades: “Vender se nos complica por la vigencia de la ordenanza, las reformas están sujetas a esa normativa que exige preservar fachadas y distribución, y sostenerlas es oneroso”. El único estímulo estatal es la exención de las magras tasas municipales.

Un caso paradigmático de abandono se publicó hace pocos días en EL DIA: la casa Arana, ubicada en 49 entre 2 y 3, fue del suegro de Dardo Rocha. Si bien por fuera no llama la atención, guarda una réplica única del Patio de los Leones de la Alhambra. Sus herederos dicen que no pueden mantenerla, que temen que se desmorone y reclaman la expropiación. (Ver recuadro)

EL PALACIO. Hilda “Beba” Mammoni (66) está sentada en el recibidor del Palacio. Detrás, la enmarca un gran espejo escoltado por dos jarrones azules con ribetes dorados. “Vine por la entrevista, a mí no me gusta venir, pensá que para mí ésta es la casa de los muertos”, explica con razón esta abogada, que habitó el caserón de 14 y diagonal 73 cuando “todos” estaban vivos: su padre, reconocido cirujano; sus dos hermanos y su mamá, Hilda Elsa Massuco, que falleció en febrero. A partir de entonces, el caserón está en alquiler.

Su padre, el médico Osvaldo Honorio Mammoni fue, en rigor, el tercer propietario del Palacio, después de los Centurión y los Atencio, sin embargo, su apellido le da nombre a esta casona afrancesada construida en tres plantas en 1907.

“Papá fue fundador del Sanatorio Argentino”, cuenta Beba. “Él quería que acá funcione la Maternidad del sanatorio, pero mamá se enamoró de la casa y la quiso para la familia”, dice mientras muestra una foto de su madre con vestido de novia y aires de Grace Kelly. “Siempre se sintió una princesa”, dice risueña su hija.

Cuando la compraron la casa se venía abajo, “así que invirtieron el equivalente al valor de tres casas para acondicionarla”. Por afuera quedó intacta, pero por dentro se construyó un auditorio sobre la cochera “donde papá exponía sus diapositivas y organizaba encuentros con colegas”. También se le instaló un ascensor central, que recorre desde el subsuelo, donde están las dependencias de servicio; pasando por la planta intermedia en la que se ubican los espacios sociales con pisos de mármol alemán y picaportes bañados en oro, hasta el piso de arriba, destinado a los dormitorios, que aún conservan muebles, adornos, arañas de mediados de siglo pasado.

VENDRÁS ALGUNA VEZ. Así se llama el Bed and Breakfast que, desde hace 10 años, abrieron Raquel Berthi de Lissa y la arquitecta Sonia Yede en el antiguo caserón de calle 2 entre 53 y 54. Ambas son concuñadas, amigas y socias. Junto a Julia Garat, mantienen en perfectas condiciones esta vivienda de 1913, donde Raquel vivió con su marido e hijo durante 29 años. Hoy permite alojar hasta 11 huéspedes y es, a la vez, un espacio cultural en el que se dan talleres de acuarela y cine y se hacen exposiciones de arte.

La casa ocupa un cuadrado de 10 por 10 metros en tres plantas. El pequeño patio central es el pulmón que ventila y da luz a todos los ambientes ¿Pero quiénes fueron sus primeras habitantes? Berthi cuenta que, según sus averiguaciones, “aquí vivieron dos señoritas que eran las hermanas de Jorge Luis Hirschi, médico, jugador de fútbol y presidente del Club Estudiantes de La Plata”. Wikipedia aporta también que, en la década del 30, fue intendente de La Plata y que el estadio del equipo albirrojo lleva su nombre.

“Es una casa típica de la época fundacional, de estilo ecléctico aunque de rasgos italianizantes”, explica la arquitecta Sonia Yede, y muestra los cuidados pisos de pinotea y de calcáreo, el zaguán, los grandes ventanales vidriados y la elegante escalera construida enteramente en madera.

“Esta casa tiene protección integral dentro del catálogo de bienes patrimoniales, es decir, que no se puede modificar ni por dentro ni por fuera”, cuenta su dueña. Venderla significaría una serie de engorrosos trámites. “A los funcionarios les gusta que los particulares mantengamos estas casas, nos felicitan, pero la realidad es que nadie aporta para su mantenimiento”.

CASA ABIERTA. En 1926, cuando solo había bosque alrededor, el ingeniero Ángel Morosi mandó a construir una casa para siempre, y allí vivió hasta el final. De estilo Tudor, se encuentra sobre calle 47 entre 115 y 116. Morosi no escatimó a la hora de importar carpintería, pisos, empapelados y muebles europeos. Hoy, sus cuatro nietos y 10 bisnietos la conservan con notable dedicación.

“La casa tiene 14 metros de frente y al fondo es irregular: de un lado tiene 70 y del otro 60 metros, porque por ahí pasan las vías del tren”, explican sus dueños. Ése era el medio de transporte que el ingeniero usaba desde su casa hasta el puerto que dirigió durante 30 años.

De los tres hijos que Ángel tuvo con su mujer, Elvira Re, Ethel fue la última en morir, en 2015. Primero, los herederos ofrecieron la casa a la UNLP, pero nadie se interesó. “Dos grandes inmobiliarias nos dijeron que la construcción no tenía ningún valor, incluso, que nos tendrían que cobrar por la demolición”, cuenta el geólogo Martín Morosi. Para terminar de desalentarlos, les aseguraron que solo valía la pena el terreno y “su ubicación estratégica, ideal para una torre de departamentos”. “Para nosotros fue muy impactante que nos dijeran que esto no valía nada”, cuenta otro de los hermanos, el periodista Pablo Morosi.

En 2016, un grupo de arquitectos la alquiló e hizo un evento. Fue una revelación. Los invitados quedaron fascinados con el parque, la fuente, la pérgola y la intacta decoración de cada ambiente: “Ahí pensamos ¿Y si la casa puede generar sus propios recursos?” Así es cómo empezó a gestarse Casa Abierta, un centro cultural donde se dan talleres de literatura y fotografía, y que abre sus puertas cada sábado al mediodía para quienes quieran conocerla.

Al igual que a los otros propietarios, les resulta muy costoso mantenerla: “Los caños son de plomo, el cableado es de tela y sufre el desgaste propio de una casa centenaria”. Se preguntan “¿por qué ninguna gestión estatal colabora y a la vez aprovecha más estas viviendas para fomentar circuitos turísticos, históricos y culturales?”.

La arquitecta Nacarate está convencida de qué es posible visibilizar este legado, “tal como se hizo en Ciudad de Buenos Aires con planes de recuperación en barrios como San Telmo, Monserrat o Avenida de Mayo, en los que hubo participación estatal, de asociaciones civiles, privadas y de los propios vecinos”. Se ilusiona con concursos para poner en valor fuentes, farolas, fachadas y edificios, fragmentos de Historia que jerarquizan el paisaje urbano, pero que hoy pocos saben identificar. Para lograrlo, eso sí, “hay que educar sobre ellos desde la escuela, de lo contrario, la preservación es inviable, porque nadie cuida lo que no conoce”.

 

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El caserón de diagonal 73 y 14 se construyó en 1907 y sus últimos dueños son los Mammoni / Foto: Archivo Diario EL DÍA

Hilda “Beba” Mammoni sentada en el recibidor del Palacio que fue construido en 1907

El caserón de 2 entre 53 y 54 donde funciona un Bed and Breakfast

Raquel Berthi de Lissa y Sonia Yede, socias en “Vendrás alguna vez”

La casa de estilo Tudor que el ingeniero Ángel Morosi mandó a construir en calle 47 entre 115 y 116

Pablo y Martín Morosi, son algunos de los nietos que mantienen la vivienda de su abuelo como un centro cultural

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