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Séptimo Día |LA IGLESIA DE HOY

Conclusión de la Misa

DR. JOSE LUIS KAUFMANN (*)

23 de Junio de 2019 | 08:28
Edición impresa

Queridos hermanos y hermanas.

Cuando ha concluido la celebración de la Misa conviene que recordemos lo que dice el Catecismo de la Iglesia: “La Liturgia cristiana no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes. El Misterio Pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones las que se repiten; en cada uno de ellas tiene lugar la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único Misterio” (1104).

Muchos cristianos - ¡lamentablemente! - manifiestan que no frecuentan la celebración de la Misa porque no la entienden e incluso porque se aburren. Pero tampoco hacen algo para instruirse y vivir las celebraciones con renovada convicción de la Verdad que Dios ofrece por medio de su única Iglesia.

Cuando se trata de hacer el mal no se ahorran esfuerzos para conocerlo en profundidad y proceder en perjuicio de los demás y aún del propio, porque la inclinación al mal está enraizada en todo ser humano desde los mismos orígenes de la creación. Pero cuando el mínimo esfuerzo podría liberarnos del egoísmo y de la soberbia para acercarnos un poco al bien obrar abandonamos antes de empezar.

Cada celebración de la Misa tiene una conclusión en el tiempo, pero el Misterio celebrado permanece y en alguna parte del mundo se está actualizando para la Salvación de todos.

Cada celebración de la Misa tiene una conclusión en el tiempo, pero el Misterio celebrado permanece y en alguna parte del mundo se está actualizando para la Salvación de todos

 

La Misa concluida ha de ser el centro de la jornada, lo esencial, lo más importante, lo que da sentido e ilumina todas las demás actividades humanas, que siempre han de dar gloria a Dios. Todo aquello que no da gloria a Dios, ciertamente es adverso y por lo mismo pecado. Para el cristiano todo puede dar gloria a Dios, en tanto que todo esté en consonancia con la divina Voluntad. Todo es bueno: trabajar y descansar, instruir y aprender, construir y plantar, hablar y callar, cocinar y comer, hacer deportes y pasear, etcétera; todo es bueno, pero es mucho mejor cuando todo se hace por amor y para dar gloria a Dios, por Quien y para Quien vivimos.

El cristiano no tiene una conducta durante de la Misa en la que celebra con la Iglesia y otra conducta después… No se puede ser cristiano y pagano. O se es cristiano y se vive siempre como tal, de día y de noche, cuando nos ven y cuando estamos solos… o simplemente se es pagano. Lo opción es personal y responde a la misma vocación cristiana recibida en el Bautismo.

Quien vive con piedad durante la Misa, no puede ser un impío con su familia, en su trabajo o en la calle; quien vive con amor los misterios que celebra en la Misa no puede ofender, agredir, molestar, dañar a nadie en sus actividades familiares, laborales, sociales; quien comulga el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo durante la Misa, no puede ignorar que en el mundo se necesita su testimonio de varón o mujer coherente con fe y de artífice de una sociedad más humana y más cristiana.

Cuando el ser humano pretende anular su vínculo sagrado con el Hacedor, hasta la naturaleza se reciente: huracanes, tornados, terremotos, sequías, incendios, pestes, inundaciones… La inteligencia y capacidad de discernir del ser humano, ¿no logran ubicarlo en la verdad y en la justicia? Pero, entendámoslo bien, no es Dios el que castiga las maldades de la humanidad sino que la misma especie humana está en vías de autodestrucción cuando no quiere ser fiel a los principios inscriptos en el corazón de cada varón y de cada mujer. Vivir la Misa siempre, también es un aporte efectivo al equilibrio ecológico, ambiental y social.

 

(*) Monseñor

 

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