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Séptimo Día |EL ESPÍA QUE FUE CONSUL AUXILIAR EN BARCELONA

Un James Bond, pero a la usanza argentina

Oscar Hellmuth fue un protagonista clave en las relaciones entre Argentina, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial

Un James Bond, pero a la usanza argentina

Hellmuth, Becker, Perón y Schellenberg

RICARDO JAÉN (*)

29 de Septiembre de 2019 | 07:33
Edición impresa

Oscar Hellmuth “un buen ciudadano argentino” que tenía la particularidad de ser también “un buen ciudadano alemán”, había cursado hasta el tercer año de la Escuela Naval, pero las matemáticas se le cruzaron en el camino y debió abandonar.

Sin embargo eso no le impedirá convertirse en un protagonista clave en las relaciones entre Argentina, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos en los años de la segunda guerra mundial y la política de neutralidad.

Mantuvo y fortaleció sus relaciones con su promoción de estudios y cultivo interesantes amistades vinculadas al sector castrense y empresarios de importantes empresas alemanas con intereses en el país, compartiendo actividades de navegación deportivas.

También era un frecuente habitué del Club Alemán en Buenos Aires y en ese círculo estaba considerado como hombre con buenos contactos con importantes personajes del gobierno nazi y también de su servicio de inteligencia.

Por otro lado, dado sus antecedentes navales, se lo consideraba hombre próximo y confiable de la inteligencia naval.

Entre sus “amistades” se contaba a Johann Harmisch agente de la Abwehr (Inteligencia Militar Alemana bajo la dirección directa del Almirante Wilhelm Canaris), Erich Meynen (Encargado de Negocios de la Embajada Alemana en Buenos Aires) hombre con contacto directo con el Reichsfuhrer SS Heinrich Himmler y Siegfried Johannes Becker (agente del Servicio de seguridad del Partido Nacional-Socialista. SD)

Pero también gozaba de muy buenas relaciones dentro del gobierno militar, producto de la llamada Revolución del 43 o Revolución del GOU, que después de un paso de comedia con el General Rawson, había colocado en la Presidencia de facto al General Pedro Pablo Ramírez (7/6/43 – 9/3/44).

Hombres como el Coronel Enrique P. González, secretario de Presidencia de la Nación, el Capitán de navío Eduardo Cevallos agregado naval en las Embajadas en Madrid y Berlín y el Ministro del Interior General Alberto Gilbert, eran personas con las que se frecuentaba y con las que tenía distintos grados de amistad.

También eran asiduas sus visitas al Ministerio de Marina en esos años.

A comienzos de la década del cuarenta, nuestro hombre tiene 38 años, buena estampa, modales elegantes, habla fluidamente alemán e inglés, suele estar bien acompañado por mujeres que portan apellido, es algo arrogante y le gusta el tango.

Declaró más adelante, en situación comprometida, ser un hombre sencillo, empleado de una compañía de seguros, vivir en el barrio de Belgrano y tener algún amigo importante.

No parecía esa la descripción de Hellmuth al menos hasta 1944.

Sin embargo Oscar Hellmuth será un actor principal de un “incidente” que le permitirá a la Gran Bretaña “presionar amablemente” para que la Argentina rompa relaciones con las potencias del Eje, como lo pedía ya insistentemente EEUU.

En 1942 la neutralidad argentina era un problema a la política continental de los Estados Unidos que pretendía una unidad de acción. Una de las formas más dolorosas que tenía para demostrar su disgusto era congelar la venta de armamento al país y equipar militarmente a Brasil (ley de préstamo y arriendo) rompiendo el equilibro militar en el cono sur.

En 1942 el presidente Ramón Castillo alentó las tratativas de distinta índole entre ellas la de Juan Carlos Goyeneche (Director de la Revista Sol y Luna) y también la posibilidad de la triangulación en la compra de armas mediante convenios con España.

Las necesidades militares de la Argentina empezaban a ser críticas si se comparaban con el moderno armamento que estaba recibiendo regularmente Brasil de su aliado.

Circulaba con alguna base de sustentación que el Jefe del Departamento de Estado Norteamericano alentaba una “loca idea” de una invasión por parte de Brasil en apoyo a un posible levantamiento contra el gobierno.

Esto de alguna forma obsesionaba a algunos militares argentinos que se veían cada vez más débiles militarmente.

En la lista de urgentes compras figuraban: submarinos, artillería costera antiaérea, ametralladoras, granadas, explosivos, armas de puño y municiones.

En segundo término, si se lograba abrir un canal licito de abastecimiento (triangulación con España) en su condición soberana de país neutral, aviones de caza y bombarderos.

La inteligencia Británica en el Río de La Plata seguía cada uno de esos fallidos intentos que ya para 1943 dado la suerte que empezaba a correr el régimen nazi en la guerra se hacían solo posible en la fantasía de quienes la proyectaban.

Posiblemente como resultante de la interna militar que se desarrollaba dentro del gobierno de la Revolución del 43 y ganar un mejor posicionamiento se comenzó a pergeñar un plan para la adquisición clandestina de armamento en Alemania por el Ministro del Interior y el Secretario privado del Presidente Ramírez conjuntamente con el empresario Johann Harmisch, quien se arrogaba ser representante personal del Fuhrer.

Entre Julio y Septiembre se diseñó un disparatado plan en el que entraba Oscar Hellmuth como el negociador directo de la compra de armamento a la Alemania nazi, operación avalada por Heinrich Himmler, aprovechando un buque internado en el puerto de Gotemburgo, cuyo dueño tenía la nacionalidad argentina, Aristóteles Onassis.

En las prioridades estaban la adquisición del subfusil MP 40, la ametralladora MG34 y la MG 42, pistolas Walther P38 y granadas de palo M24 y municiones a granel.

Dada la complicada coyuntura, el presidente Pedro Ramírez informó al embajador alemán sobre su firme decisión de retomar las negociaciones interrumpidas, proponiendo designar como nexo entre las partes al Coronel Servando Santillana (Agregado Militar en la embajada argentina en Berlín) quien ya coordinaba el envío de fondos nazis hacia la Argentina, pero también paralelamente mantiene el plan liderado por Harnisch. .

Fue precisamente Hellmuth quien coordinó una reunión entre Harnisch y el Coronel Enrique P. González (vocero del Presidente Ramírez) a mediados de 1943 con el objetivo de conseguir un salvoconducto que liberara el buque retenido en Gotemburgo.

El carácter paralelo de las negociaciones y el desconocimiento absoluto de los diplomáticos alemanes sobre los roles de Harnisch y Hellmuth será uno más de los errores de una operación que había nacido muerta en cuanto a su objetivo y convenientemente monitoreada por la inteligencia británica.

En septiembre de 1943 Hellmuth fue informado de su inminente viaje a Europa esgrimiendo como cubierta su asignación en Barcelona al puesto de Cónsul Auxiliar.

Curiosamente, enterada la embajada alemana en Buenos Aires de “la misión paralela” trato por todos los medios de abortarla pero nada pudo detener la partida en el buque Cabo de Hornos “del agente encubierto” más conocido en Sudamérica los primeros días de Octubre.

“Nuestro hombre” siquiera llego a Europa, fue tristemente detenido en Puerto España en la isla Trinidad bajo dominio de Inglaterra, la noche del 29 bajo el cargo de agente enemigo y trasladado en un avión militar a Bermudas y luego embarcado en un crucero de combate rumbo a Londres.

En los inmediatos interrogatorios, “el agente secreto” confeso todo y cada una de las cosas que el Foreign & Commonwealth Office quería y necesitaba para calmar la furia Norteamericana con la Argentina.

La misión de Hellmuth implicó -por otra parte- una abierta violación de la Argentina a su compromiso previo de mantener una política neutral durante la Segunda Guerra Mundial, en consecuencia nuevos inconvenientes no demoraron en llegar.

Inglaterra utilizo a un amigo en común como era el Embajador Argentino en Londres Ramón Cárcano a quien informo el 10 de diciembre de la detención del agente enemigo y la posibilidad de una red de espías nazis en Buenos Aires.

A buen entendedor, pocas palabras dice un refrán muy popular.

En enero de 1944 llega a la prensa el caso Hellmuth prolijamente redactado en cuanto a sus datos por la inteligencia británica que cuidaba mucho de que no se viera involucrado ningún funcionario del gobierno argentino.

El 18 también de Enero, aprovechando sin dudas el terremoto en San Juan (15 de enero) que tenía toda la atención de la población, el Ministro Alberto Gilbert da un comunicado informando que las autoridades inglesas habían ratificado la condición de agente nazi del Cónsul, lo que permitía suponer la existencia de una red de espías nazis en territorio argentino que era severamente investigada por la Policía Federal.

La escalada continúa con la expulsión del Agregado Naval de la Embajada de Alemania.

Finalmente el 27 de Enero de 1944 el Presidente Ramírez firma el decreto de ruptura de relaciones con los gobiernos de Alemania y Japón.

Gracias a Churchill, el Secretario de Estado Cordell Hull obtenía su “primera victoria” en alinear a la Argentina a su política continental y lo dejaba sin sustento para “las locas ideas”. En cambio a Ramírez le costaría la presidencia.

En cuanto a nuestro “héroe” permaneció en prisión en Londres hasta el fin de la guerra.

Liberado en agosto de 1945, viajo en barco a Buenos Aires y fue detenido a su llegada al puerto en octubre y puesto a disposición del Juez Federal Horacio Fox quien lo libera el 20 de noviembre mientras continua el proceso (acusado de actividades que favorecían a “países extranjeros”) es sobreseído definitivamente el 31 de Diciembre de 1947.

Hay alguna “versión oral” de que en algún momento fue recibido por el General Juan Domingo Perón que le habría prometido recompensarlo por los servicios y sufrimientos por los que había pasado.

Esto jamás se comprobó.

Lo único documentado es que reclamo ser restituido al Servicio Exterior con su cargo de Cónsul auxiliar y le fue denegado.

En 1948 nuestro “James Bond” se aburguesó y se unió en matrimonio abandonando definitivamente su “carrera de espía” perdiéndose en el mundo de la pos guerra.

 

(*) Analista en riesgo político

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