“Planta permanente”: laburante contra laburante, en una cinta rodada en el Senado local

“Yo soy un creyente de que el pueblo unido va a vencer, pero en el camino nos tropezamos un montón con las mismas piedras. Y nos tropezamos entre nosotros”, explica Ezequiel Radusky, que en “Planta permanente”, que se estrena el jueves a las 20 en Cine.Ar (desde el viernes, en la plataforma on demand, gratis), relata una historia hecha de esos “tropezones”, de las trabas que haciéndonos los distraídos le ponemos a los otros por un puñado de pesos. O, como explica el director de la premiada “Los dueños”, un relato de como “los que limpian quieren trabajar en oficinas, los oficinistas sueñan con conseguir una jefatura, los directores hacen sentir su autoridad a los jefes con mano dura, los jefes se desquitan con los oficinistas, y los que trabajan en oficinas tratan con desprecio a los que limpian”.

Las que limpian son en su película, filmada en el Senado de la Provincia ubicado en nuestra ciudad, Lila y Marcela, interpretadas por Liliana Juárez y Rosario Bléfari, en su última película antes de morir: ambas trabajan desde siempre como personal de limpieza de una dependencia estatal, y ganan unos pesos extra gestionando un comedor absolutamente irregular en un rincón abandonado del edificio. Pero los tiempos cambian: llega una nueva directora -con sus discursos cínicos, plagados de lugares comunes- que amenaza con cerrar -o transformar- ese comedor. Lila y Marcela no combatirán al poder para conseguir sostener el espacio: se pelearán entre ellas.    

“La película tiene muchos orígenes”, comenta Radusky, en diálogo con EL DIA. En primer lugar, afirma, es “un homenaje a mi madre, que fue empleada pública, que luchó mucho y a quien le han hecho bastante la guita en la vida”; también, es un reflejo de lo que ocurría en el país al momento de escribir el guion, en 2014, “con el advenimiento de un cambio de gestión y filosófico muy fuerte, parte de ese ciclo que hay en Argentina que parece imposible de romper”. 

Con estos dos disparadores, Radusky se sentó a escribir una cinta que pusiera “el problema del desclasado sobre la mesa, incomode a quien incomode. El desclasado es un gran triunfo del capitalismo, pero algo de lo que nos tenemos que hacer cargo: tenemos que dejar de pegarnos un tiro en el pie antes de salir a la batalla, porque la patronal, sea pública, sea privada, tiene un poder que si nosotros encima nos desunimos…”, lanza.

Radusky alimentó el guion de sus propias vivencias como empleado público, que le revelaban una y otra vez “qué analfabetos del poder que somos: hay personas, compañeros que les dan un poquito de poder y se transforman inmediatamente en el lobo, en el victimario. La destrucción de esta relación solidaria por querer tener un poquito más es fuerte”. 

“Con ‘Planta permanente’ quería poner el problema del desclasado sobre la mesa, incomode a quien incomode”

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Y “los personajes están construidos desde ahí”, comenta: “Lila parece ser inocente, Marcela parece que actúa mal, pero si tratás de correrte de la empatía que genera Lila, también mintió, también ocultó. Es lo que pasa en la vida, por eso cualquiera se puede identificar con lo que pasa en la película”.

Ahora, aunque es una historia sobre cómo dos hermanas de la vida no son unidas y las devoran los de afuera, “Planta permanente” es, antes que un drama, una película cargada de un humor oscuro e impiadoso que irrumpe en la desolación. “El humor en esta película no estaba propuesto, pero empezó a brotar en los ensayos, en las improvisaciones. Yo quería hacer una tragedia”, confiesa Radusky, “quería esa estructura dramática, que creo que es la base de todo, es asombrosa la vigencia que tiene”. Pero se filtró el humor, parte del “código tucumano. Los tucumanos siempre estamos tirando chistes, incluso en el peor momento. Es muy natural en nosotros. Nos gusta el humor que surge de lo patético, que surge de cosas tremendas”. 

INCOMODAR

Lejos, de todos modos, de querer “alivianar” la historia con comedia, y “que la gente se vaya contenta a la casa”, Radusky quería, al contrario, incomodar y confrontar con “Planta permanente”. “Tenía esa idea porque me enojé con todo lo que ha pasado, me enojé con personas cercanas. Estaba enojado. Y quería confrontar: cuando a vos te dicen una verdad, a veces te genera incomodidad, pero desde esa incomodidad te replanteás un montón de cosas”, lanza el realizador nacido en San Miguel de Tucumán.

El cineasta cuenta que el primer guion incluía todas estas ideas, pero el personaje de Rosario Bléfari existía solo en el fondo: la película, en su primera versión, “fue escrita para Liliana”, con quien trabajó, al igual que con Bléfari, en “Los dueños”. “Para Rosario no tenía personaje, y me angustiaba un poco, porque tenía una relación muy cercana a ella, pero no la podía hacer encajar”, relata. Bléfari leyó el guion solo para darle algunas notas, pero se entusiasmó y quería participar a toda costa. Fue ella quien le señaló a Radusky a Marcela, hasta ese momento “una empleada que miraba, y que al final presentaba la licitación y le arruinaba la movida a Lila”. Comenzaron a desarrollarla, y así se escribió el duelo entre Juárez y Bléfari, que al principio eran compañeras, pero con el correr de las revisiones se convirtieron en amigos, para que la disputa tenga más peso dramático. “Si son amigas cobra un tinte emocional más poderoso”, explica Radusky, cuando se traicionan por un puñado de pesos y algunas migajas de poder…

Rodada en el subsuelo y los recovecos del Senado de la Provincia de nuestra ciudad, luego de que en Tucumán le bajaran el pulgar, “Planta permanente” se estrenó en el Festival de Mar del Plata, donde la película se pudo mostrar en pantalla grande. “Por suerte la pude ver allí, uno cuando filma para pantalla grande, se piensa cada plano”, dice el director, consultado sobre el estreno comercial del jueves, para pantalla chica. “Al principio intentamos esperar, pero en el medio nos dimos cuenta de que Cine.Ar movía mucho público, y ahora lo abrazamos: se puede ver en todos lados, no voy a tener que pelearme con las multisalas, que es un embole, y la película la va a ver mucha más gente que si sale en cine, porque es más difícil llegar a las salas de todos lados”, agrega. 

Y cierra: “De todos modos, espero que después se pueda estrenar en salas: la particularidad del cine tiene que ver también con el tamaño de la imagen, el convivio en la sala, y si se pierde va a ser duro. La plataforma democratiza el acceso, pero se está generando mucho contenido muy liviano, bajo formatos que manejan tiempos que acostumbran a la gente a un tipo de dinámica audiovisual determinado, y eso me parece peligroso, atenta contra el esfuerzo mental de ver una película. Por eso, en el futuro hay que volver: matar las salas de cine sería como pedir que el teatro sea filmado, porque es más fácil de acceder. Hay ciertas particularidades del soporte que no está bueno que se pierdan: ya hemos perdido con el fílmico, no deberíamos perder los cines”.