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Información General |La plata es la ciudad con más asentamientos en la provincia

La amenaza del coronavirus potencia miedos y carencias en barrios pobres

En los últimos días el virus entró en las villas porteñas y en las de cinco distritos bonaerenses. Hasta ayer había 470 contagios y 6 muertos solo en asentamientos de la capital. En las barriadas vulnerables platenses crecen la alarma y las demandas. Problemas históricos como el alimentario y el habitacional se agudizan con la crisis

La amenaza del coronavirus potencia miedos y carencias en barrios pobres

Una Larga fila para retirar viandas, ayer, en el comedor “niño Jesús” de Melchor romero. Una imagen que se repite en comedores y merenderos de los barrios en cuarentena / d. alday

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

10 de Mayo de 2020 | 03:25
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Hasta hace pocos días el coronavirus era, para Marleny Heredia, vecina del barrio “El Futuro” de Melchor Romero, un asunto distante del que hablaba la televisión. Hoy se transformó en una amenaza más concreta a partir de los angustiados mensajes que le envía su hermana María del Carmen, que vive en la Villa 1-11-14, del Bajo Flores. María del Carmen le cuenta que el virus ya está en su barrio, le pide que se cuide y describe con sorpresa y temor lo rápido que se expande la enfermedad. Ahora Marleny reconoce que nada es lo mismo. “Antes no tenia miedo. Hoy sí”. Y se preocupa por la situación de profunda desventaja en que se posicionan los asentamientos platenses, entre ellos el suyo, frente a la amenaza de la pandemia.

Para Marleny, que milita en una organización social y recorre periódicamente treinta comedores del Gran La Plata donde la demanda se duplicó desde el comienzo de la cuarentena ante la imposibilidad de los vecinos de salir a trabajar en sus empleos informales (la mayoría se desempeña en la construcción, en el trabajo doméstico, haciendo changas o cartoneando), la situación que vive a diario “sólo puede compararse con las que se vivía durante la crisis del 2001”.

“Hay muchas necesidades, cada vez más. Y todos estamos preocupados, porque si aparece la enfermedad, estos problemas que ya son graves se van a potenciar”, dice.

La situación de los asentamientos populares se ubica entre las más vulnerables frente a la pandemia. Problemas históricos como el hacinamiento, la falta de servicios tan básicos como el agua o la mala alimentación son factores capaces de favorecer una rápida expansión del virus, según previenen desde tiempo atrás los epidemiólogos. Pero en los últimos días las especulaciones teóricas dieron paso a la cruda contundencia de los hechos: el 21 de abril se confirmó el primer caso de COVID-19 en un barrio popular en el país: fue en el Padre Mugica de Retiro, popularmente conocido como “Villa 31”. Ayer, el total de contagiados en los barrios vulnerables porteños ya alcanzaba a los 470, la suma de casos fatales ascendía a 6 y los contagios en villas ya representaban el 30% del total de los registrados en esa ciudad. Al mismo tiempo, de los 71 testeos de PCR que se hicieron en barrios populares del Area Metropolitana (que incluye a la Provincia de Buenos Aires), 46 dieron positivo. Un crecimiento explosivo. Mucho más veloz, comparativamente, que en otras zonas de esa ciudad y del país.

En la Provincia son cinco los distritos considerados críticos, donde hay asentamientos amenazados: Moreno, Merlo, San Martín, La Matanza y Quilmes. En este último, esta semana se hicieron testeos preventivos en barrios donde se registraron casos, mientras se estudiaba hacer extensivos los análisis a los otros cuatro distritos, según indicaron fuentes del ministerio de Salud de la Provincia.

Aunque La Plata no entra en esta lista, hay una característica de la ciudad que la ubica en una situación particularmente sensible: es la que más asentamientos tiene en todo el territorio bonaerense.

Según un trabajo recientemente actualizado por el Observatorio Socioeconómico de la Universidad Católica platense, en esos barrios de emergencia de la periferia platense viven hoy 190.000 personas, 16.500 de ellos, chicos. El estudio dice más: el 60% de esos hogares no tiene asegurado el suministro de agua potable dentro del hogar. Y el 90% no dispone de cloacas.

Pero esas carencias distan de ser las únicas en el angustiado relato de los habitantes de los barrios, que con la aparición de los primeros casos positivos en asentamientos del país vieron crecer su alarma ante la amenaza de una pandemia que ahora perciben como más próxima, más real. Lo que sigue es la visión que los propios vecinos tienen de la forma en que los barrios vulnerables se posicionan frente a la pandemia.

La urgencia alimentaria

Hasta antes de la cuarentena, en el comedor Niño Jesús, que se levanta en una precaria casilla de madera en la zona de 177 entre 527 y 528, comían alrededor de 40 chicos. Hoy son más de 280 personas las que pasan a buscar una vianda consistente mayoritariamente en guisos, a veces con pollo, pocas veces con carne vacuna. Vienen con sus tuppers y armados de la paciencia necesaria para hacer largas colas. El comedor Niño Jesús atiende normalmente de lunes a viernes, pero ante la alta demanda ayer organizó una olla popular móvil.

“El mismo panorama se ve en todos los comedores del Gran La Plata, dice Fermina Yegros (40), vecina del barrio e integrante de Barrios de Pie (que organizó la iniciativa), quien afirma que “en todos los comedores la demanda de alimentos por lo menos se duplicó”.

Es que la cuarentena pegó duro en la economía de las familias de barrios donde el cobro de planes y asignaciones no alcanza y los hogares completan el ingreso con changas, trabajos en la construcción, el empleo doméstico en el caso de las mujeres y hasta el cartoneo.

Nidia González, una vecina del comedor, madre de cinco hijos de entre 6 y 14 años, integra uno de esos hogares donde el cartón es la principal fuente de ingresos en épocas normales.

“Hoy no se puede cartonear, entonces se sobrevive con los comedores. Antes los chicos comían en la escuela y podíamos ir a un sólo comedor. Hoy vamos recorriendo los distintos barrios, buscando comedores que repartan viandas porque no hay otra forma de sobrevivir”, dice González.

El problema alimentario, que se profundizó con la cuarentena, no se limita a una cuestión de cantidad. Muchos comedores consiguen lo necesario para preparar viandas con alimentos secos (fideos y arroz) algo de verduras y algo de pollo. Pero resulta cada vez más difícil obtener productos más nutritivos, como lácteos o carne vacuna.

No son datos menores frente al COVID-19, una enfermedad que puede provocar cuadros más graves en personas mal alimentadas. Un estudio reciente desarrollado en el Reino Unido relacionó los cuadros más graves de la enfermedad con el déficit de vitamina D, presente en la carne vacuna, la leche y los huevos.

“Si es así, estamos muy complicados, porque son cosas que están cada vez más caras y en los barrios casi no se comen”, dice Yegros, mientras alimenta el fuego de la olla con leña recogida en la zona. Una práctica habitual, porque en el comedor ya no se cocina con gas.

“Una garrafa de 10 kilos cuesta 600 pesos y dura dos días. No nos podemos dar ese lujo”, dice la vecina.

Pero la lista de carencias está lejos de terminarse con los alimentos y el gas. Otros de los productos que faltan en los barrios son los de limpieza, cruciales para prevenir el virus.

“El alcohol, tanto líquido como en gel, no se consigue. Y cuando aparece está carísimo. Y la lavandina es difícil de comprar en estas circunstancias en que nadie puede trabajar”, dice Nidia González.

Otro problema crónico de los barrios que se potencia con la amenaza cada vez más cercana del coronavirus es la falta de agua. Yegros cuenta que el lunes se cortó en la zona del comedor y que es una situación que sucede con frecuencia.

Cristian Medina, dirigente de Barrios de Pie sostiene que es un problema recurrente en los barrios: “si no se corta el agua hay baja presión. Y estamos hablando de un elemento fundamental para la prevención, porque la gente sin agua no se puede lavar las manos. Algunos tratan de juntar agua de lluvia en tachos, pero tampoco es recomendable porque persiste la amenaza del dengue”.

Si la principal indicación de la Organización Mundial de la Salud para prevenir el coronavirus es el lavado de manos, la segunda es la distancia social y esto también es muy difícil de cumplir en el barrio.

“Hay una familia que viene a retirar la vianda que tiene 19 hijos. Dígame: ¿cómo hacen para mantener la distancia en su casilla?”, dice Yegros para ilustrar un problema frecuente en el barrio, donde el número de personas que convive en cada casa promedia los siete.

Esta situación plantea un serio desafío para los adultos mayores, considerados población de riesgo y que hoy no cuentan en los barrios con ámbitos donde poder aislarse.

Un antecedente alimenta esa preocupación y es el de la Villa 31. Allí, la primera contagiada vivía con sus padres octogenarios. La madre se contagió a los pocos días y se convirtió en la primera muerta por coronavirus de ese barrio.

“La situación de los mayores nos preocupa especialmente porque no es posible aislarlos”, dice Medina, “lo que estamos plateando es que en cada barrio se establezca un ámbito para poder preservarlos en caso de que se presenten casos”.

Otro factor que preocupa es la inminente llegada del frío: “acá la gente hizo hasta ahora una cuarentena más barrial que domiciliaria, porque las casas no están preparadas para contenerlos. Con el frío, todos van a buscar refugio en las casas y el hacinamiento va a ser mayor”, plantean los vecinos.

Mientras tanto los celulares transmiten en tiempo real la situación de otros asentamientos y encienden las alarmas. Fermina Yegros está pendiente del suyo, de la situación de su hermana Sandra, que vive en la Villa 31 y una hija, Claudia, que vive en otra de Moreno. En esos barrios, el coronavirus ya se expande a una velocidad mayor a la de otros centros urbanos.

“Mi hermana me llama desde la Villa 31. Me dice que está encerrada, que nadie quiere salir. Que nos cuidemos. Nosotros hacemos lo posible, pero en estas condiciones se hace difícil.”

 

 

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Una Larga fila para retirar viandas, ayer, en el comedor “niño Jesús” de Melchor romero. Una imagen que se repite en comedores y merenderos de los barrios en cuarentena / d. alday

“Antes de la cuarentena nuestro comedor les daba de comer a 40 chicos. Hoy vienen a buscar la vianda 280 personas. Es una situación que sucede en muchos barrios” Fermina Yegros Comedor Niño Jesús, de Romero

Los vecinos cocinan con leña porque no pueden pagar el gas. “Una garrafa de 10 kilos cuesta 600 pesos y dura dos días” / demian alday

Marleny Heredia, barrio El Futuro “ En el barrio las calles son un desastre tan grande que no entra un remise, menos una ambulancia. Llegar a un hospital puede llevarnos dos horas. Toda esta situación nos pone en un lugar de mucho desamparo.”

Nadia González, Vecina de Romero “ En días normales vivimos del cartón, cobramos la asignación de los chicos y vamos a un comedor. Ahora estamos recorriendo comedores para poder sobrevivir. Y no nos alcanza para comprar alcohol o lavandina.”

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