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Séptimo Día |Donald Antrim

Calle desolación

Otro Manhattan reúne siete relatos de este autor hasta ahora desconocido en el país, pero cuyos personajes dan cuenta de una desesperación errante y universal

Calle desolación

Antrim es Miembro de la escena literaria norteamericana / Nigel Beale

DANIEL KRUPA

18 de Abril de 2021 | 07:08
Edición impresa

La prosa del desconocido Donald Antrim representa toda una novedad editorial en las librerías locales, cosa que hay que agradecer, y mucho, al sello Chai Editora, que se está ocupando de dar a conocer autores y autoras que en su mayoría no habían llegado al mercado editorial de habla hispana con, dato no menor, traducciones realizadas en el país.

Abre el libro “Un actor se prepara”, en el que el director de un colegio coordina la puesta en escena de Sueño de una noche de verano, de W. Shakespeare. Los ensayos, cargados de la tensión sexual que irradian actores y actrices en paños menores y hasta con el mismo coordinador de la obra en plan de desenfreno existencial, deriva en una presentación que de ninguna manera podía terminar bien si el escenario incluye un pozo real, repleto de agua, con un aterrado estudiante no vidente adentro –literalmente arrojado para realzar su interpretación de Puck– y un circunstancial pato irascible. En el medio de las idas y vueltas del estreno, el adulto responsable le grita al adolescente público-espectador: “¿Se piensan que la vida es estar de vacaciones? ¡Se piensan que un día no van a estar más deprimidos! ¡Siempre van a estar deprimidos! ¡Por más sexo que tengan!”. Un pedagogo en su máxima expresión.

Sigue “Estanque, con barro”, que es el nombre secreto con el que Patrick llama a su agenda de anotaciones literarias. Tan marginal como en el primer relato, un hombre intenta mostrarle a su nueva pareja que puede ser el padre que su hijo necesita. Para eso, propone llevar al infante al zoológico local. En el trayecto, Patrick le dice al niño: “Vamos a decirle hola a tu papi, y después nos tomamos el tren para ir al zoológico y ver algo trágico”, tono irónico que se respira en todo el libro, vale decir.

En “Consuelo”, el tercer relato de Otro Manhattan, un hombre y una mujer construyen un particular vínculo encontrándose exclusivamente en departamentos prestados. Las idas y vueltas de esta pareja de nómades urbanos están trazadas por traumas infantiles, ciertas preguntas por el lugar del arte en sus vidas y el alcohol, que –perdón– riega todo el libro.

El cuarto título es que le da nombre al libro y al que no le faltan líneas para resumir el espíritu de estos siete cuentos. Por ejemplo: “Es hora de que me vaya. No puedo seguir haciendo esto. No hay lugar para mí aquí. No encajo. Me duele tanto. Ustedes pueden vivir y ser felices. Ese nunca será mi caso”, le dice Jim a Kate, su mujer, mientras le ofrece con sus manos ensangrentadas, en un típico restorán italiano de New York, un ramo de flores –con espinas– que acaba de robar.

“Dijo que estaba en camino, y unos minutos después la vio aparecer a sus espaldas en el espejo antiguo, de salón, que estaba encima de la barra. Ella espió por encima de la muchedumbre de monstruos y esperpentos, su escultural, consternada Alice, hasta que lo vio, cruzando miradas con el reflejo de Stephen en el vidrio”, se lee en el melancólico, bello y tenso “Él lo sabía”, en el que una pareja deambula por la Avenida Madison en pleno Halloween, tragando psicofármacos como si fueran Tic-Tac.

“En desde entonces”, la presentación de un libro en una galería de arte –ubicada en Manhattan, claro– muestra una típica hoguera de vanidades que nada tiene para envidiarle a las que acontecían hasta hace poco por estas pampas y que ya volverán apenas pase la pandemia. Pero más allá de retratar ese ecosistema, Antrim nunca deja de lado las formas cambiantes del amor perdido y la inevitable melancolía que lo suele rodear.

“La luz esmeralda en el aire”, relato que cierra el libro, Antrim presenta a Billy French, otra de las almas perdidas de Otro Manhattan, que intenta volver al ruedo luego de un par de internaciones provocadas por dos intentos de suicidio. Y en un viaje en el que pretendía deshacerse de los vestigios de un reciente amor fallido y de una infancia olvidable, Billy termina cayendo con su viejo Mercedes en un arroyo y, lejos de amedrentarse, continúa manejando, en principio, hacia ningún lugar.

Los personajes de Antrim, como los de Cheever o los de Carver, no están bañados por la luz de la redención. No se salvan; y si lo intentan, es cayendo siempre en los mismos errores. En estos siete relatos, Antrim parece decir que la desesperación del homo sapiens de clase media es universal y que, si bien se trata de una verdad bastante asimilada, todavía puede registrarse con absoluta maestría y retazos de novedad.

 

Otro Manhattan
DONALD ANTRIM
Traducción de Matías Battistón
Editorial: Chai Editora
Páginas: 173
Precio: $ 950

 

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