"Una casa lejos": la unión hace la fuerza para tres solitarios personajes

En “Una casa lejos”, segundo largometraje de Mayra Bottero que se estrenó ayer en salas, se cruzan las historias de una mujer que se quiere jubilar y partir hacia una casa lejos y tranquila, y su padre, un adulto mayor que entabla una complicada relación con una mujer en situación de calle.

Tres historias basadas, cuenta Bottero, en diálogo con EL DIA, “en personas que conocí”, pero que se juntaron en un solo relato “a partir de una imagen que me contó mi suegra, quien vivió una situación con su papá bastante complicada: una noche la llamaron y le dijeron que habían visto a su padre en la calle… y con un bebé”.

A partir de eso descubrió que se había hecho amigo de una mujer de la calle, relata Bottero. “La historia real fue por otros carriles”, cuenta la cineasta. “Yo tomé esa imagen, que me pareció muy potente, muy cinematográfica, y escribí otra historia”.

La historia de Bottero tiene a Graciela (Stella Galazzi) como la mujer que, a punto de jubilarse y mudarse lejos del mundanal ruido, descubre que su padre (Carlos Rivkin) también tiene planes para el futuro: ha entablado una relación con una mujer de la calle que tiene un bebé y parece aprovecharse del anciano (Valeria Correa). Los tres quedan atrapados así en una trama atravesada por problemáticas diversas y profundas: el peligro por la salud de los adultos mayores, los impedimentos que las mujeres enfrentan cotidianamente para realizar nuestros deseos o el abandono de la infancia son los temas que corren como agua profunda por debajo de la trama, reflejo de que, dice Bottero, “la sociedad no está pensada, para nada, para cuidar a los adultos mayores, ni a los niños, en sus necesidades ni adultos. Todo está en función de los adultos y lo que necesitamos para producir. Entonces, cuando llega ese momento en las familias, se plantea un conflicto enorme”.

“Una casa lejos”, título que refleja el deseo postergado de Graciela de tener un poco de paz, es la segunda película de Bottero, y su primera ficción: en 2015 dirigió “La lluvia es también no verte”, acerca de la tragedia de Cromañón.

Para Bottero, entonces, tratar estos temas es regresar a la problemáticas sociales desde el cine, aunque, dice, hacer ficción fue distinto, una forma de abordar problemáticas que le daban vueltas en la cabeza, pero con un poco de distancia.

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“Cuando hice el documental de ‘Cromañón’, me atravesaba mucho. Fue muy distinto tener la tranquilidad de trabajar con personajes de ficción, no dialogar con testimonios de personas que sufren, que fueron víctimas, que están atravesando una situación muy dolorosa. Eso fue difícil al hacer el documental, pesado al filmar, difícil al editar…”, relata.

Y cuenta que de hecho “me recomendaban no reincidir en esas aventuras tan intensas”. Además, dice, “contar un cuento es más divertido, yo lo viví con una intensidad completamente diferente: hacer la película fue jugar, a pesar de que, por supuesto, hay un montón de responsabilidades”.

Pero aunque ambas películas de su carrera atraviesen heridas profundas del país, Bottero dice que “no quiero pensar ‘Una casa lejos’ como un discurso políticamente, algo que yo quiero decir: me gustaría emocionar, que disfruten de que les cuenten una historia. Sin despolitizarme, pero es tan difícil contar una historia, que si lo logramos voy a estar muy satisfecha”.

Es por eso, para emocionar, que sus tres personajes son humanos, con fallas y triunfos, vulnerables y despojados de maniqueísmo y explicaciones fáciles: “No quería que Graciela sea alguien mala que se vuelve bueno. Quería personajes solitarios, frágiles, atravesando un momento de la vida complicado, y que solo pueden trascender si se unen: esa era la idea que buscaba generar. Hay que aliarse, hay que unirse, volverse colectivo. Ese era el movimiento que quería que hagan los personajes”.

La película aterriza en un momento donde una pandemia, justamente, ha cortado buena parte de esos lazos colectivos. Incluso, cerró durante un buen rato las salas, el encuentro colectivo alrededor del cine. ¿Puede llegar ese mensaje colectivo justo ahora a la audiencia? “Glauber Rocha decía que las películas no cambian el mundo, pero hay que hacerlas como si lo pudieran cambiar”, parafrasea Bottero. “Y los cineastas, como todos, deberíamos hacer nuestro trabajo intentando transformaciones en las que creen”, sigue.

“En principio, de todos modos, nos va a costar mucho llegar al público: hay mucha competencia para el cine argentino, y es desleal. Pero pienso que los discursos artísticos siempre dejan ideas: entonces, le tengo fe a que el mensaje llegue. Después, el cine es reflejo de la sociedad: si la sociedad es desigual, el cine, las formas de hacerlo, lo que llega a la pantalla, es también desigual”, lanza Bottero.

Y es en ese sentido que el estreno en salas de “Una casa lejos” es una forma de dar batalla: la cineasta y su equipo barajaron todo el año la posibilidad de un estreno online, pero “tenemos fe en el ritual de encuentro presencial: queremos hacer de esto un acto simbólico de resistencia, creo que los cuerpos se tienen que encontrar y el cine tiene que continuar de forma presencial”.