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Un procedimiento fantástico cruza a Filipinas y Uruguay, en la ópera prima de Alex Piperno

“Chico ventana también quisiera tener un submarino” es el debut del realizador uruguayo y llega hoy a Cine.Ar

Un procedimiento fantástico cruza a Filipinas y Uruguay, en la ópera prima de Alex Piperno

“Chico ventana”, un encuentro entre mundos que llega a Cine.Ar

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

10 de Junio de 2021 | 02:46
Edición impresa

En medio del monte filipino, un grupo de campesinos encuentra una extraña cabaña de concreto, ominosa, cuya puerta está cerrada; a miles de kilómetros, en un crucero que recorre la Patagonia, bajo cubierta el personal descubre una puerta mágica, que conduce al departamento de una mujer en Montevideo: tres historias, tres mundos que se entretejen en el laberinto cinematográfico de “Chico ventana también quisiera tener un submarino”, ópera prima del cineasta uruguayo Alex Piperno, que llega hoy a algunas salas argentinas, las que están abiertas, y a la plataforma CineAr, luego de su premiere internacional en la 70ma. edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, donde recibió el Tagesspiegel Award.

Una ópera prima con cruceros, efectos especiales y viajes al otro lado del mundo, “un desafío”, se ríe Piperno, en diálogo con EL DIA, que define a la producción de casi una década, con todas estas dificultades, como “un calvario”. Solamente encontrar fondos llevó tres años, y después la producción se enteró de que los cruceros son reacios a permitir que se filme allí, por ejemplo. “Terminamos armando el barco de la película con cuatro barcos y con un hotel”, cuenta el cineasta, pero “ese desafío”, agrega, “esas dificultades de producción, estoy seguro que es el corazón del tornado que hizo que la película fuera posible: justamente, algo del interés que puede generar la película, en el público pero también en los fondos, en los festivales, tiene que ver justamente con esas complejidades de producción”.

Además, de alguna forma, el hecho de que la película sea una coproducción entre varios países (Uruguay, Brasil, Argentina, Holanda y Filipinas), que incluya cinco barcos en uno, que se haya rodado en varias partes del mundo, nutre una de las ideas centrales de las que partió Piperno: la noción de heterogeneidad.“La idea de trabajar con materiales en principio heterogéneos es lo que más me interesa”, explica el uruguayo, y comenta que la semilla de “Chico Ventana” nació, justamente, de un encuentro, o desencuentro, entre dos mundos distintos. “Soy uruguayo, pero vivo en Argentina desde 2006. Voy y vengo en el barco, y esta cuestión de mantener dos vidas paralelas, la de Montevideo de joven, la de estudiante de cine en Buenos Aires, fue como un germen para la película: el barco era como un barco fantástico que podía vincular mundos lejanos”, relata.

Tres historias se entretejen en el laberinto cinematográfico de Alex Piperno

 

Ese fue el disparador, la primera idea. Piperno “empecé a anotar imágenes, procedimientos, ideas que tengo en la calle, y así acopié material muy heterogéneo”. Allí apareció, también, esa idea de la infancia del viaje a las antípodas, “de hacer un pozo en la playa y llegar a China. En el guión era China, pero por cuestiones de producción terminó siendo Filipinas”, explica. Con esos apuntes, “en un momento, el trabajo fue descubrir cómo relacionarlo”.

Un trabajo que para Piperno es “sensual”, ese “unir materiales que a priori no tienen un lazo a partir de una mirada que genera esa relación: para mi el hecho poético tiene que ver con esa nueva relación imposible que se vuelve posible, en la medida en que es articulada como tal”.

En ese sentido, dice Piperno, a pesar de que desde su estreno se ha especulado mucho sobre los sentidos de la película, “no trabajo con temas: han asociado la película al multiculturalismo, y sin dudas es una película que une lugares distintos, culturas distintas, esa dimensión está, pero la película no quiere hablar sobre cosas, sino que trabaja con cosas. No hace un comentario sobre: agarra ciertos materiales sin tematizarlos. El barco, por ejemplo, con sus diferentes clases sociales acopladas, donde el propio barco cifra una metáfora de la brecha social, pero la película no hace un comentario sobre las diferencias sociales, las usa como material”.

De todos modos, la cinta refleja, dice el cineasta uruguayo, la brecha social en ese microuniverso marítimo, y lejos de tender puentes ingenuos, esas ventanas a otros mundos no generan encuentros (por ejemplo, entre el filipino y Chico Ventana) sino desencuentros. Es que, dice Piperno, aunque los hermana una condición subalterna, “es imposible pensar en un encuentro entre personas que pertenecen a mundos tan distintos: lo que aparece es un malestar, un desencuentro, y esto corre para todas las relaciones, lo primero que aparece en el encuentro es la diferencia”.

De la misma manera que sus temas fueron sobreinterpretados, su cine sensorial (que ameritaba sala, opina Piperno, que “milité estrenar en sala” pero que terminó cediendo a las obligaciones de la producción, que precisa estrenar para cobrar el subsidio: “El coronavirus es como el capitalismo, lo que pensabas que no ibas a hacer lo terminás haciendo igual”) ha sido relacionado a Apichatpong Weerasethakul, Tsai Ming-Liang, Carlos Reygadas, una tracición que “piensa que el cine debe trabajar con los materiales, que se fascina con las posibilidades y la potencia del cine”, pero también se ha hermanado “Chico Ventana” al realismo mágico, algo que Piperno rechaza.

“Entiendo que se piense así desde fuera de América latina”, afirma, “pero no me gusta el realismo mágico, me siento más a gusto con la tradición fantástica rioplatense, Borges, Bioy, que suponen cierta fascinación por un mundo que es opaco, que no se puede conocer del todo: el lugar de la mirada es limitado, incompleto, hay una fascinación del lector por lo que no ve. En el realismo mágico, al contrario, se siente en los textos tal fascinación por el dispositivo que inventa esa escritura, que termina exponiendo con total completitud esas figuras: todo se entiende, todo está claro”. 

La exuberancia del realismo mágico termina muriendo de literalidad, por explícita, opina Piperno, termina agotando su propio mundo, mientras que “la tradición del fantástico entiende que hay algo que excede la experiencia humana, algo mucho más exuberante y monumental que uno, con la escala humana, puede nombrar del mundo”.

Y así funciona el fantástico en “Chico Ventana”, con la emergencia de un elemento fantástico que no explicado: irrumpe. Ese elemento es esa puerta, ese pasaje a otro mundo, una idea que se metió en sus apuntes al observar que en un barco “hay un mundo invisible, están todos disfrazados de colores rojos, cortinas, vajilla cara, pasás una puerta y entrás a un lugar liso, donde están los trabajadores. Entonces no era inverosímil pensar que de ahí pasás a otra puerta y estás en cualquier otro lado. Esa idea, cinematográfica, era más importante que hacer un comentario sobre algo”.

En este sentido, una crítica sobre el filme señaló que “Chico Ventana” es una película que quizás no guste a todos por su lógica narrativa caprichosa. Piperno responde: “¿Qué es esa intención de avisar que puede no gustar? Como si algo pudiese tener el total aval del mundo. ¿Y para qué querría uno agradar a todo el mundo, en lugar de ser? Si uno hace algo para agradar a todo el mundo, uno pretende anular las diferencias, las singularidades, que es algo de lo que se me volvió evidente en ese final entre Chico Ventana y el filipino. En definitiva, yo no hago la película para que al otro no le guste, pero tampoco para que le guste: lo hago porque el misterio y el universo que plantea la película me fascina, y supongo que entonces a otro podrá gustarle también. El cine tiene eso del encuentro con el otro: como cuando conozco a alguien, yo le pido a una película que sea como es, no que quiera agradarme”.

 

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